sábado, 27 de abril de 2013

"Un concepto interdisciplinario de la Actividad": Andy Blunden


"Un concepto interdisciplinario de la Actividad": Andy Blunden

Abstracto
Se sugiere que si Teoría de la Actividad Cultural-Histórico (CHAT) ha de cumplir su potencial como una aproximación a la ciencia histórica y cultural en general, se necesita un concepto interdisciplinario de la actividad. Tal concepto de la actividad sería proporcionar una base común para todas las ciencias humanas, apuntalar conceptos de, por ejemplo, el movimiento del estado y social igualmente como, por ejemplo, el aprendizaje y la personalidad. Para esto es necesario una concepción clara de la "unidad de análisis" de la actividad, es decir, de lo que constituye "una actividad ', y una clara distinción entre la unidad de análisis y lasustancia, es decir, la realidad última que subyace a todas las ciencias humanas: actividad conjunta artifactmediated.
Se afirma que el concepto de "colaboración en el proyecto '- la interacción entre dos o más personas en busca de un objetivo común - forma una unidad como de la actividad, la" molécula "solo en términos de los cuales dos fenómenos sociológicos y psicológicos pueden ser teorizado . Se sugiere que tal clarificación del concepto de actividad nos permite ver cómo las acciones individuales y las actividades sociales constituyen mutuamente y cada uno es interpretado a la luz de la otra.
Introducción
Vasily Davydov tenía razón cuando dijo que la actividad es un concepto 'interdisciplinario':
Yo siempre defiendo que el problema de la actividad y el concepto de actividad soninterdisciplinarios por naturaleza. Debe especificarse aspectos filosóficos, sociológicos, culturológicos, psicológicos y fisiológicos aquí. Es por ello que el tema de la actividad no está necesariamente relacionado con la psicología como profesión. Se conecta en la actualidad debido a que en el transcurso de nuestra actividad la historia resultó ser la cosa sobre la cual nuestros psicólogos prominentes centraron su atención tan pronto como en los días de la Unión Soviética. Las cosas resultaron de esta manera (Davydov, 1999: 50, cursivas añadidas).
El objetivo de este trabajo es tomar la observación de Davydov e investigar lo que se necesita para un mismo concepto de actividad a ser útil tanto en la resolución de problemas relacionados con las personas y sus relaciones, y los relacionados con las entidades sociales y sus relaciones. Tal concepto proporcionar una base racional para la psicología (incluyendo la educación, la teoría de la organización, etc) a los conceptos adecuados de las ciencias relacionadas con fenómenos sociales (economía, estudios culturales, ciencias políticas, y así sucesivamente) y viceversa, y contribuir a la superación el individuo / sociedad dicotomía. El trabajo interdisciplinario se organiza habitualmente a través de la colaboración de diferentes especialistas que cada uso de teorías y conceptos especializados, pero se comunican entre sí en la lengua franca. Pero Davydov es correcto al sugerir que la "actividad" puede proporcionar una base teórica común a través de las fronteras disciplinarias. Lo que se propone no es una teoría del todo, sino más bien conceptos que facilitan disciplinas apropiarse críticamente las ideas de otras disciplinas.
Y seguramente, cuando Marx habló de la actividad (Tätigkeit) en "Tesis sobre Feuerbach" (1975a) se refería precisamente un concepto interdisciplinario de la actividad, y no un concepto limitado a la solución de los problemas de los individuos y grupos pequeños. De hecho, la definición de la práctica como la coincidencia de las circunstancias y de la actividad, dice que "todos los misterios que llevan la teoría hacia el misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica." Todos los misterios, no sólo los misterios psicológicos. En las primeras páginas muy citado de "La ideología alemana", (1975b) se fue tan lejos como para afirmar que las "premisas reales" por su trabajo serían de los individuos reales, su actividad y las condiciones materiales en que viven , tanto las que ya se encuentra vigente y los producidos por su actividad "(1975b: 31). Así definido, el proyecto permanece ante nosotros el día de hoy.
Debido a la "accidente histórico" mencionada por Davydov, el concepto de 'actividad' 'se quedó fuera de la política "(Sawchuk y Stetsenko 2008), por así decirlo, y llegó a estar vinculado específicamente a la psicología. A pesar de los esfuerzos de los teóricos de la actividad, el concepto que se ha desarrollado es insuficiente más allá del ámbito de lo que Hegel denomina "espíritu subjetivo"-autónomo de la actividad entre un grupo limitado de personas. Tal ciencia es inadecuada para agarrar la conexión con los fenómenos sociales, porque teoría de la actividad ha tenido que tomar prestado sin crítica sus concepciones de entidades sociales de otras ciencias; pero es estas entidades que constituyen el contenido de la psique en las sociedades modernas. Según la teoría de la actividad, una actividad es un sistema de acciones en la búsqueda de algún objeto. Pero en realidad, la identidad de esas actividades han sido tomados de otras ciencias, y encajar en la teoría de la actividad, mediante la definición arbitraria "objetos" adecuados.
Por ejemplo, una ruleta está participando en la actividad que tiene por objeto hilo, aunque el objetivo del trabajo es el salario, y el objetivo de los empresarios es la ganancia. (Leontiev 2009) En lo que sigue vamos a revisar la concepción general de la actividad, basándose en la obra clásica de Leontiev, que conduce a la consideración de cómo la actividad se concibe como la sustancia de las ciencias humanas. Vamos a contrastar esta concepción de la actividad de la sustancia con la concepción de una "unidad de análisis". ¿Cómo estas ideas son tratadas por tres escritores rusos cuya obra es canónica y frecuentemente citado en la literatura actual se tendrán en cuenta, y examinan brevemente en relación con dos problemas de las ciencias sociales: la crítica de la economía política y la constitución de sujetos sociales de Marx. Entonces consideraremos si la respuesta de Engeström a los problemas que han sido identificados, y el trabajo de Michael Cole en llevar a cabo la importancia del contexto. A continuación, se propone una concepción de la "unidad de análisis" de la actividad, que proporciona una base para las ciencias humanas y la ética.

Conoce el lado divertido de la ciencia

El programa de Divulgación Científica, Sábados en la Ciencia, presentará este 27 de abril el tema Filosofía para niños. El programa de Divulgación Científica, Sábados en la Ciencia, presentará este 27 de abril el tema Filosofía para niños. La charla estará a cargo de la doctora María Teresa de la Garza y será en punto de las 13:00 horas en el Centro Cultural Universitario.

 El programa de este mes tiene como objetivo que los niño desarrollen tres tipos de pensamiento: el crítico, creativo y valorativo. El primero les permitirá analizar todo su entorno a través de la formulación de juicios adecuados y el segundo, a buscar soluciones imaginativas, alternativas o novedosas. Mientras que, el tercero se relaciona con la apreciación de conceptos morales como estéticos. Por lo que, la doctora en Filosofía por la Universidad Iberoamericana explicará cómo este tema puede influir en la mejora de su educación.

Actualmente, la ponente es profesora-investigadora en el departamento de Filosofía de la Universidad Iberoamericana y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Además, pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, Nivel II y participa en el Programa Institucional de Bioética de la UNAM. La doctora también es una de las fundadoras de la Federación Mexicana de Filosofía para niños.

Sábados en la Ciencia es coordinado por la Dirección General de Difusión Cultural y Divulgación Científica de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y la Academia Mexicana de Ciencias.
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FUENTE

Concluyó coloquio de filosofía en la UABCS

Con el tema “La filosofía y sus hermandades: educación, conocimiento y entornos universales”, el cuarto coloquio en su tipo en la historia de la UABCS arrancó el 22 de abril de 2013, y concluyó este jueves en el Poliforo Cultural Universitario. La Paz, Baja California Sur .

- La base de la enseñanza universitaria fue pensada con fundamento en la filosofía, el respeto a la libertad de cátedra y el libre examen está relacionado al uso del entendimiento y hoy en día, la filosofía pude aportar una postura alternativa a la intolerancia y los dogmatismos que se dan en la actualidad.
 “La tendencia al dogmatismo y al intolerancia están por donde quiera, hay malentendidas actitudes reacias por donde quiera y yo pienso que la filosofía en toda comunidad como entre los sudcalifornianos pretende usar el entendimiento de manera tolerante” expresó Amadeo Peralta Adame, director de la Licenciatura en Filosofía al clausurar el IV coloquio de filosofía en la Universidad Autónoma de Baja California Sur.
Durante cuatro días, egresados de diversas disciplinas relacionadas con la filosofía impartieron conferencias abordando temas tan disímiles como la filosofía en las ciencias bilógicas, las aportaciones filosóficas de personajes cruciales para la historia sudcaliforniana como Manuel Márquez de León, la aplicación práctica de la filosofía en la vida cotidiana entre otros.
Con el tema “La filosofía y sus hermandades: educación, conocimiento y entornos universales”, el cuarto coloquio en su tipo en la historia de la UABCS arrancó el 22 de abril de 2013, y concluyó este jueves en el Poliforo Cultural Universitario.

Durante este coloquio se rindió un homenaje al fundador de la carrera Guillermo Enrique Moreno Armenta, Peralta Adame dijo que “a él le debo mi estancia en esta universidad, él me invitó a venir acá y fue su idea fundar la carrera de humanidades, fue un luchador y un pionero a quien le debemos que haya humanidades en esta universidad y me considero afortunado pues estoy viendo muy buenos frutos en nuestra casa de estudios”, finalizó.

Fuente 

"La filosofía no sirve para nada. Justo por eso debería servir para gobernar"

 Carlos Javier González Serrano Filosofía Hoy
 Carlos Fernández Liria. 
Nunca se ha cansado (ni escondido) a la hora de reivindicar la figura de Marx. Mientras algunos tachaban de desfasado el idioma marxista, su revitalización llegó del otro lado, de Warren Buffet, por ejemplo. De estas sorpresas, de la utilidad y futuro de la Filosofía hablamos con

 Nacido en Zaragoza en el año 1959, Carlos Fernández Liria es profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Su labor docente nunca ha supuesto un impedimento para desarrollar una ferviente actividad política (Izquierda Anticapitalista) y participar con distintas iniciativas populares. Es autor de numerosos libros, muchos de ellos premiados con prestigiosos galardones, entre los que destacan El materialismo (Síntesis), Geometría y Tragedia (Hiru) o El orden de El Capital (editado por Akal y coescrito junto a Luis Alegre Zahonero). Conversamos con él con ocasión de la publicación de su último libro, ¿Para qué servimos los filósofos? (Catarata), sobre el estado actual de la filosofía y su papel en una sociedad que parece estar dominada por el poder económico.

Como profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, y tras la imposición del Plan Bolonia en los planes de estudio,¿se atreve a hacer un diagnóstico del estado actual de esta disciplina? 

Estamos en un momento muy difícil para la filosofía. 
A la devastación introducida por el ministro Wert en la enseñanza secundaria hay que sumar la situación en la que el Plan Bolonia y la crisis económica van a dejar las facultades de Filosofía. La antigua licenciatura de Filosofía, que contaba con 3.200 horas lectivas, se verá reducida a cosa de 900 horas de estudios de filosofía. Y 900 horas son absolutamente insuficientes para entender un texto cualquiera de la historia de la filosofía. La dificultad de un texto de Aristóteles, de Kant, de Hegel (o de Foucault o de Habermas) es siempre inmensa. La historia de la filosofía exige mucho tiempo de estudio, mucha paciencia, un trabajo que a veces parece inabarcable. Este trabajo, por cierto, es muy improbable sin contar con la ayuda de buenos profesores. La verdad es que los alumnos de la licenciatura, tras cursar 3.200 horas, reconocían salir con una formación muy modesta y sabían que, si de verdad les interesaba la filosofía, les esperaba toda una vida de esfuerzos incansables. Los alumnos del “grado Bolonia” no alcanzarán, sin embargo, más que una formación banal de cultura general sobre filosofía. Ahora bien, la filosofía es exactamente lo contrario que la cultura general. El resultado será, sencillamente, una estafa.

 En el título de su último libro (¿Para qué servimos los filósofos?) emplea el verbo “servir” y el sustantivo “filosofía”. ¿En qué sentido y medida es esta útil?

Ahora que vemos dañada su enseñanza, es una buena ocasión para reflexionar sobre para qué sirve eso de la filosofía. Hay dos maneras de encarar este asunto. En principio, comparado con los efectos demoledores que el gobierno de Wert ha tenido para la enseñanza pública en general, lo que le haya ocurrido o le vaya a ocurrir a la Filosofía es un asunto periférico. No digamos ya si lo contextualizamos en la agresión general contra el estado del bienestar emprendida por el salvajismo neoliberal de esta legislatura del PP. Lo más grave, sin duda, es la privatización de la sanidad y la demolición de los derechos laborales más elementales. La Filosofía no podía esperar salir ilesa de este desastre civilizatorio en el que se han perdido en un año dos siglos de heroicas conquistas sociales. Probablemente, esta legislatura del PP será histórica, pues marcará el momento en el que nuestro país ingresó en el tercer mundo, quizás para siempre. Esto sentado, hay otra manera de encarar el asunto. El diagnóstico desde el punto de vista filosófico no puede ser más grave. Y no por intereses corporativistas, aunque sea mucho lo que los departamentos de filosofía pueden llegar a perder. Es un asunto que solo se aprecia en la medida en que se ama la filosofía con mucha intensidad. Los profesores de filosofía no tienen la culpa de que para defender algo que aman por encima de todo, tengan, al mismo tiempo, que defender su trabajo y sus condiciones laborales. ¿Se pierde mucho al perderse la filosofía? Desde un cierto punto de vista, perderse, no se pierde nada. La filosofía no tiene ninguna utilidad especial en esta vida. Desde otro punto de vista, en cambio, se pierde algo más importante que la vida misma: aquello que hace a la vida digna de ser vivida. Se puede vivir sin justicia, sin verdad y sin belleza. Pero la cuestión es si la vida sigue entonces mereciendo la pena. La filosofía es la única posibilidad que tenemos los seres humanos de comprender qué es lo que ocurre cuando se introducen en este mundo esas tres inquietantes tensiones éticas y políticas a las que podemos llamar platónicamente Verdad, Justicia y Belleza. Frente a la Verdad, somos iguales. Ante la Justicia, somos libres. Frente a la Belleza, nos descubrimos sintiendo que sentimos lo mismo que los demás, nos sentimos, por tanto, fraternos. Para eso sirve la filosofía, para entender qué significa eso de “Libertad, Igualdad, Fraternidad”.

Asegura que “la filosofía no nos eleva a los cielos. Nos ayuda a poner los pies en la tierra, para pisar suelo firme”. ¿De qué mecanismos se sirve para ello?

“Libertad, Igualdad, Fraternidad” fue el lema de una revolución que removió los cimientos de este mundo, que comenzó por guillotinar a un rey y que decidió cuál había de ser en adelante nuestro referente político más irrenunciable: una república en estado de derecho, una ciudadanía bajo el imperio de la ley, en la que ningún dios ni ningún amo pudiera despóticamente ordenar y mandar a siervo alguno. Fue el alumbramiento de la ciudadanía. Desde entonces, los seres humanos no se resignan a obedecer a otras leyes que las que ellos se han dado libremente a sí mismos. En este sentido, los que creemos en la filosofía creemos también que sin ella habremos perdido lo más valioso de cuanto poseemos: la posibilidad de comprender el modelo político más irrenunciable de la historia de la humanidad. Es como si un explorador pierde su brújula o tuviera una brújula con los polos invertidos. No es posible orientarse en el espacio sin distinguir la izquierda de la derecha. Lo mismo pasa en política. Lo más grave que le puede pasar a un ciudadano es perder la posibilidad de distinguir entre izquierda y derecha. La historia de la filosofía estudia el mecanismo de esa brújula. Sin ella, corremos el riesgo de perder la capacidad de orientación. Los filósofos no han estado nunca en la luna, como suele decirse. Es al contrario: la filosofía consiste en hacerse cargo de la tensión política más radical.

 En ¿Para qué servimos los filósofos? dedica todo un capítulo a Sócrates. En él pone de manifiesto el poder del diálogo para resolver asuntos que afectan, en términos arendtianos, a la comunidad (al ámbito no privado). Pero ¿cómo puede ayudar la filosofía a resolver el desajuste entre ambos terrenos? ¿Cómo acercar los problemas de la polis a las casas?

La Ilustración tiene su condición de posibilidad en “las Luces”, en la luz de la palabra pública. Ahora bien, los tiempos han demostrado que esta “publicidad” tiene condiciones materiales de existencia muy determinadas, y que de ninguna manera basta con decretar la libertad de expresión y la ausencia de censura. Es preciso que la población en general, que cualquier particular, tenga posibilidad de hacerse oír en las mismas condiciones que cualquier otro. Y, para eso, es preciso que haya unos medios de comunicación públicos absolutamente blindados frente a cualquier injerencia gubernamental o económica. Yo diría que hacen falta unos medios de comunicación estatales, tan públicos al menos como es pública la escuela pública. La realidad es muy distinta, claro. Los medios de comunicación, es decir, las condiciones materiales del uso público de la palabra, están secuestradas por poderes privados descomunales. No es extraño, pues, que el ciudadano sienta que no tiene nada que hacer en política, excepto, tal vez, votar cada cuatro años.

¿Cómo combatir el escepticismo de la sociedad actual sobre las disciplinas humanísticas (filología, filosofía, historia, etc.)? 

Parece que el mercado no necesita filósofos, historiadores o poetas. Sin embargo, hace falta recordar que no hay nada más interesante que lo desinteresado. Los intereses de la razón son los intereses de lo desinteresado. No cotizan en el mercado, pero cotizan en dignidad. Quizás no sean muy útiles, si de lo que se trata es de vivir a cualquier precio; pero sí si de lo que se trata es de vivir una vida digna de ser vivida. Si queremos vivir –como suele decirse– en un estado de derecho, hay que tener esto muy claro. Todo el entramado de intereses sociales y económicos debe someterse a la autoridad más alta de los intereses de la razón, que son los intereses de lo desinteresado. De lo contrario, no tendremos una sociedad en estado de derecho, sino un derecho en estado de sociedad. Y eso es lo peor que puede ocurrir. Es, de hecho, lo que está ocurriendo.

 Además de haber publicado un libro sobre El Capital (Akal, 2010), imparte clases en la universidad sobre Karl Marx. Si pudiéramos hablar con él en este instante mientras le mostramos el estado actual del capitalismo, ¿cuáles cree que serían sus reflexiones? ¿Qué ayuda nos brinda la doctrina de Marx para analizar críticamente el panorama social y económico actual?

Se ha hablado mucho de poscapitalismo y posmodernidad, pero, al final, ha quedado claro que esta basura de mundo que vivimos es, más que ninguna otra cosa, un mundo capitalista. Y lo que Luis Alegre y yo hemos intentado demostrar en El orden de El Capital es que el capitalismo, básicamente, sigue respondiendo a las mismas leyes que Marx estudió. No hay más que ver lo que está ocurriendo. Hace 10 años casi nadie quería ya hablar de lucha de clases, se decía que el enfoque marxista de la lucha de clases había quedado superado por los tiempos. Pues aquí están los tiempos para demostrarlo: en un año de legislatura del PP hemos perdido derechos laborales y sociales conquistados por décadas y décadas de lucha de clases sin cuartel. Es irónico que fuera el magnate Warren Buffet quien declarara eso de: “Por supuesto que hay luchas de clases: y la mía es la que va ganando”. Por lo visto, mientras la izquierda cazaba moscas posmodernas, los capitalistas se volvían marxistas.

A la luz de la opaca relación actual entre clase política y sociedad, ¿se ha vuelto inaudible la voz del pueblo que clama por la justicia y la igualdad? ¿Es el pueblo el nuevo “carente de palabra”, al igual que lo fueron los esclavos en las sociedades de Atenas y Esparta en la Grecia Clásica?

Ya lo he dicho, sin unos medios de comunicación estatales que sean tan públicos al menos como lo es la sanidad pública o la escuela pública (o como pretenden ser de públicos los tribunales de justicia, frente a las agencias privadas de mediación de conflictos, por ejemplo), no hay ciudadanía que valga. Y si no hay ciudadanía, no hay estado de derecho. Y menos aún si la mayor parte de la población carece de independencia civil, es decir, depende enteramente de la voluntad de otro para subsistir. En otros tiempos, los siervos dependían del señor feudal. Ahora, la población es sierva de lo que decidan los mercados que están mucho más locos y son mucho más masivamente criminales que los señores feudales. Es decir que sí, somos esclavos y carentes de palabra. Tenemos muy pocos medios; y estamos en guerra y la vamos perdiendo.

Las garras de la necesidad son largas y afiladas. Ya lo contaba Homero cuando Níobe, ante la terrible visión de sus hijos muertos, se vio acosada por el hambre. Para que exista la filosofía, ¿deben estar cubiertas las necesidades más perentorias? ¿Es el ocio, en el sentido puramente griego, imprescindible para la reflexión?

 Es preciso la experiencia de lo desinteresado y eso no es posible sin ocio, es decir, sin estar de alguna forma libre de la tiranía del tiempo. Tener tiempo libre es estar libre del tiempo. La mitología griega es muy sabia al respecto: la vida humana depende de que sea posible vencer al Tiempo, depende de que alguien (Zeus) acabe con la dictadura del Tiempo (Cronos). Que el tiempo no tenga la última palabra (que no sea cierto, como suele decirse que, al final, “el tiempo dirá”), es lo que llamamos libertad. Ahora bien, la libertad tiene mucho que hacer en este mundo, es todo lo contrario que un cruzarse de brazos o un encogerse de hombros. Pero la esencia de su tarea, por incansable y agotadora que sea, es la de profundizar en la victoria sobre el tiempo. De alguna forma, es lo mismo que pensaba Marx cuando decía que el fin del capitalismo marcaría el fin de la historia de la necesidad y el inicio de una historia de la libertad. Y en eso tenía razón su yerno Paul Lafargue: el comunismo tiene que ser, ante todo, el derecho a la pereza que tiene la humanidad. El derecho a no ser esclavo de la necesidad de supervivir, a tener tiempo para las obras de la libertad.

En las páginas finales de su último libro asegura que “el capitalismo ha colonizado el mar, la tierra y el aire. Aun así, todavía le quedaba el mundo inteligible por conquistar”. ¿Puede escapar la filosofía del interés económico, de la rentabilidad y, en definitiva, del influjo capitalista?

El capitalismo ha conquistado todos los rincones del planeta y todos los aspectos de la vida humana. Estamos a punto de que no sea posible respirar si eso no produce beneficio para los mercados. Sin embargo, hasta hace poco existía todavía un edificio bastante sólido que vocacionalmente estaba construido con criterios ajenos al ánimo de lucro. La distribución de departamentos, disciplinas, subdisciplinas, etc., en la comunidad científica, si bien es muy cierto que dependía de condiciones económicas históricamente determinadas, también es muy cierto que, por su misma esencia, tendía a depender tan solo de criterios científicos autónomos. Por supuesto que la ciencia depende de su época. Pero lo que en ella hay de científico escapa a su época. En resumen: la comunidad científica puede ser una pocilga, pero es lo único en este mundo que es un poco menos pocilga que el resto el mundo. Eso ya es mucho: sabemos que nos acercamos a la verdad, si sabemos que nos alejamos (aunque sea un poco) del error. Eso decía Aristóteles, ¿no? La ciencia no es la voz de su época. Como decía Husserl, la ciencia trabaja para la eternidad. Para los científicos, si de verdad lo son, su época, todo su entramado de intereses, ideologías y prejuicios, es, ante todo, un lastre. Un lastre que puede pesar mucho, muchísimo, pero que no deja de ser un lastre. Pues bien, Bolonia ha sido el empeño de invertir esa relación. Ahora los científicos tienen que ponerse al servicio de ese lastre. En la terminología de Bachelard: se ha descubierto que los obstáculos epistemológicos son más seguramente rentables (o más rápidamente rentables) que la verdadera ciencia. Y por tanto se ha decretado que los científicos no deben de tener la última palabra, sino las empresas, los agentes sociales, los mercados, la sociedad, en suma. Esto es tanto como permitir al capitalismo asaltar la ciudadela científica para saquearla y esclavizarla. Por eso he dicho que el capitalismo ha conquistado, también, el mundo inteligible. Y no va a dejar ahí piedra sobre piedra. En su lugar va a poner un puticlub de científicos al servicio del cliente.

Usted ha sido una de las cabezas visibles del movimiento en contra del Plan Bolonia y participa así mismo en un partido político. ¿Cuál es el nexo entre filosofía y política? ¿En qué sentido asegura en su libro que la filosofía sirve “para nada y para gobernar”?

Es, precisamente, el tema del libro que comentamos. Fue un encargo, y acepté escribirlo, sobre todo, para que no lo escribieran otros que me sé. Me espantaba que se respondiera eso de que la filosofía sirve para despertar el espíritu crítico y ese tipo de banalidades huecas políticamente tan correctas. La filosofía no sirve para nada y, precisamente, por eso debería servir para gobernar. Si queremos que nos gobiernen los intereses desinteresados de la razón, Platón estaba en lo cierto: el gobierno es cosa de filósofos. Eso no quiere decir que los gobernantes tengan que ser licenciados o doctores en filosofía, sino una cosa enteramente distinta: que nadie tiene derecho a ocupar el lugar de las leyes, que las leyes deben ser producto de la argumentación y la contraargumentación ciudadana, y que todo poder social debe estar sometido a la ley. Exactamente lo contrario de lo que ocurre en este mundo en que vivimos, en el que los poderes económicos son poderes enteramente salvajes, sin civilizar, que actúan al margen de la ley, chantajeando la voz ciudadana.

 Fuente

Olvido García Valdés en el Seminario “Poesía y Filosofía” | Rosa ...
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sábado, 20 de abril de 2013

¿De donde vienen todas las especies de Madagascar?



Octubre 2009
Description: Life of MadagascarDescription: http://evolution.berkeley.edu/evolibrary/images/dot_clear.gif
Description: http://evolution.berkeley.edu/evolibrary/images/dot_clear.gif
En el sentido de las agujas del reloj, desde arriba: un camaleón, un aye aye, una fossa y un baobab. Todos son nativos de Madagascar.Description: http://evolution.berkeley.edu/evolibrary/images/dot_clear.gif
Continuando la celebración del tema de Octubre en el Año de la Ciencia, las ciencias de la tierra y el planeta Tierra, la historia de este mes se centra en cómo la geografía y la geología han moldeado la evolución de la vida en uno de los lugares más singulares de la Tierra. Madagascar, la cuarta isla más grande del mundo, se encuentra en el Océano Índico a varios cientos de kilómetros de la costa sureste de África y constituye el hogar de una notable variedad de especies vegetales y animales, incluido el aye aye, la fossa, el camaleón y el árbol baobab. Madagascar ha aparecido en las noticias últimamente debido a un golpe de estado apoyado por militares que ha amenazado los esfuerzos de conservación. Grupos criminales se han aprovechado de la confusión política para talar ilegalmente árboles raros en los menguantes bosques de Madagascar, y el futuro de los planes del ex presidente de expandir masivamente las áreas de conservación de la isla ahora parece incierto.

¿Donde esta la evolución?
Los conservacionistas están preocupados por Madagascar dada la naturaleza única de su biota, la mayoría de la cual es endémica — es decir, no se encuentra en ningún otro lugar de la Tierra. ¿Porque Madagascar alberga a tantas especies únicas de animales y plantas? Porque la geografía, la geología y el clima de la isla han proporcionada oportunidades para que las especies evolucionar y se diversifiquen en aislamiento. Sus especies son una mezcla de aquellas que han estado viviendo y evolucionando allí por varias decenas de millones de años y de aquellas que llegaron a la isla más recientemente y se diversificaron posteriormente.
Para comprender de donde vienen todas las especies de Madagascar (es decir, su biogeografía) se requiere comprender la propia historia geológica de Madagascar. Ciento setenta millones de años atrás, Madagascar estaba rodeada de tierra en la mitad del supercontinente Gondwana, limitada por tierras que eventualmente se convertirían, por un lado, en América del Sur y África y, por otro lado, por tierras que se convertirían en India, Australia y Antárctica.
Mediante movimientos de la superficial terrestre, Madagascar, junto con India, se separó en principio de África y América del Sur, y luego de Australia y Antártica, y comenzó a dirigirse hacia el norte. India, eventualmente se estrelló con Asia – lo cual formó los Himalayas – pero Madagascar se separó de India y navegó por el Océano Indico. Madagascar ha estado aislada desde hace 88 millones de años.
Algunas de las actuales especies de Madagascar están allí porque se trasladaron sobre los continentes y se quedaron en la isla cuando esta se separó de India. Otras especies llegaron a la isla después de que ésta se separó e inmigraron desde otros lugares. En biogeografía, estos dos escenarios se conocen como vicariancia ydispersión. Para comprender la diferencia, imagina a una especie viviendo en un continente, que luego se divide en dos mediante la acción de placas tectónicas. Cuando el continente se divide, las dos mitades de la poblaciónse separan y, a lo largo de varias generaciones, evolucionan hasta llegar a ser dos especies separadas. La distribución de estas especies es el resultado de un evento de vicariancia. Muchos procesos diferentes pueden causar vicariancia – movimiento de placas tectónicas, el surgimiento de cadenas montañosas, cambios en el curso de un río o simplemente cambios climáticos que causan el desarrollo de un hábitat desfavorable que causa que el rango geográfico de una especie se divida en dos.

Por el contrario, la dispersión ocurre cuando una especie se extiende o inmigra de un área a otra. Si una parte de la población se extiende hacia una nueva área, las dos subpoblaciones pueden eventualmente evolucionar hacia dos especies separadas.
Una línea de evidencia crucial para investigar la biogeografía es la filogenética. Podemos utilizar datos presentes tanto en organismos vivos como en fósiles para reconstruir su filogenia – es decir sus relaciones evolutivas. Estas filogenias en combinación con la comprensión de la historia geológica de una región en particular pueden ayudarnos a descubrir que linajes están allí por vicariancia y cuales están allí por dispersión. Por ejemplo, examina el diagrama de abajo. Una masa de tierra se divide secuencialmente en tres islas separadas, y luego una cadena de montañas se eleva en una de las islas, dividiéndola efectivamente. Si un grupo de organismos estaba ampliamente distribuido en la masa original de tierra y fue secuencialmente dividido conjuntamente con los cambios geológicos, esperaríamos que la secuencia de divisiones en la filogenia refleje la secuencia de divisiones en la geografía (etapas 1-4 en el diagrama). Ahora, imagina que un movimiento adicional de placas genera una nueva división. Luego de esa división, algunos miembros de la especie C se dispersan a la nueva isla y evolucionan hasta convertirse en una nueva especie (etapa 5 en el diagrama). Las relaciones entre las especies A-D reflejan las divisiones geográficas, pero las relaciones con la especie E no. La especie E esta mas cercanamente relacionada a C, pero vive en una isla que se separó de una masa de tierra distante. Este patrón sugiere que E debe haber llegado a su ubicación actual por dispersión.
Entonces, ¿que es lo importante acerca de Madagascar? ¿Que indican las filogenias de las especies nativas de Madagascar y sus parientes cercanos? ¿Fue vicariancia o dispersión lo que ocurrió para determinar la actual distribución de especies? Ciertamente, hay algunos ejemplos de vicariancia. Por ejemplo, el pájaro elefante – un pariente del avestruz de tres metros que se extinguió algunos siglos atrás – era endémico de Madagascar. Evidencias filogenéticas, genéticas y de fósiles sugieren que el pájaro elefante, junto con el avestruz, llegaron a Madagascar y a la India cuando estas masas de tierras estaban aun conectadas con Australia y Antártica a través de un puente de tierra. Cuando la India y Madagascar se separaron, el pájaro elefante termino sobreviviendo en Madagascar, mientras que el avestruz fue hacia el norte con India (y fue eventualmente introducido a Eurasia cuando la India chocó con este continente). La presencia del pájaro elefante en Madagascar puede ser atribuida a vicariancia; ya estaba viviendo en tierras de Madagascar cuando Madagascar se separó de la India.
 
Sin embargo, la mayoría de las especies actuales de Madagascar parecen descender de individuos que se dispersaron hacia allí desde África mucho tiempo después de que Madagascar se había establecido como isla separada. Por ejemplo, evidencias filogenéticas, genéticas y anatómicas sugieren que los lémures se separaron de los otros primates en África cerca de 62 millones de años atrás y que el linaje ancestral de los lémures se dispersó hacia Madagascar cerca de 54 millones de años atrás. Una vez en la isla, el linaje de los lémures se diversificó. Actualmente hay, al menos, 50 especies de lémures, todas endémicas de Madagascar.
Los procesos evolutivos y biogeográficos transitados por los lémures no son usuales. Madagascar es el hogar de numerosos grupos de organismos endémicos con relaciones muy cercanas dentro de cada grupo. La explicación más simple - o más parsimoniosa – para explicar este patrón es que, como los lémures, estos grupos llegaron a la isla en principio por dispersión de un solo linaje y luego rápidamente se diversificaron. Esta diversificación fue probablemente alentada por las singulares características geológicas y climáticas de Madagascar. La costa Este de la isla esta bordeada por una cadena montañosa - y esto resulta en que diferentes partes de la isla reciben una cantidad de precipitaciones drásticamente diferentes. Por lo tanto, la isla posee diferentes tipos de hábitats – desde desiertos hasta selvas lluviosas – que han cambiado y se han desplazado a lo largo de 88 millones de años. Esta particularidad probablemente proporciona muchas oportunidades para que algunas subpoblaciones se aíslen y evolucionen atributos que permitan especializarlas en diferentes nichos; y esto posiblemente favorece que los linajes se diversifiquen.
Hoy, Madagascar es uno de los lugares más diversos de la Tierra. Comprender de donde viene tanta diversidad requiere comprender no solamente el mundo vivo, sino también la historia geológica, geográfica y climática que han moldeado la evolución de los linajes de la isla. Ahora, la historia humana amenaza con deshacer decenas de millones de años de evolución en tan solo unos años de agitación política - a menos que ciertos amparos se puedan implementar para proteger la singular biota de Madagascar de las inestabilidades en las instituciones humanas.

Para leer más sobre este tema
Literatura científica
  • Cooper, A., Lalueza-Fox, C., Anderson, S., Rambaut, A., Austin, J., and Ward, R. (2001). Complete mitochondrial genome sequences of two extinct moas clarify ratite evolution. Nature 409:704-707.
“Secuencias completas del genoma mitocondrial de dos moas extintas esclarece la evolución de las aves no voladoras (ratite)”.

  • Goodman, S. M., and Benstead, J. P. (2005). Updated estimates of biotic diversity and endemism for Madagascar. Oryx 39(1):73-77.
“Estimaciones actualizadas de la diversidad biótica y endemismos de Madagascar”.

  • Vences, M., Wollenberg, K. C., Vieites, D. R., and Lees, D. C. (2009). Madagascar as a model region of species diversification. Trends in Ecology and Evolution 24(8):456-465.
“Madagascar como una región modelo de diversificación de especies”.

  • Yoder, A. D., Cartmill, M., Ruvolo, M., Smith, K., and Vilgalys, R. (1996). Ancient single origin for Malagasy primates. Proceedings of the National Academy of Sciences USA 93(10):5122-5126.
“Único y antiguo origen para primates de Malagasy”. Description: read it

  • Yoder, A. D., and Nowak, M. D. (2006). Has vicariance or dispersal been the predominant biogeographic force in Madagascar? Only time will tell. Annual Review of Ecology, Evolution, and Systematics 37:405-431.
“¿Vicariancia o dispersión han sido las predominantes fuerzas biogeográficas en Madagascar?” Description: read it

Artículos en diarios y revistas
  • Nota en un blog sobre el impacto de la agitación política sobre los esfuerzos de conservación en Madagascar - A blog entry on the impact of political unrest on Madagascar's conservation efforts. from NatGeo Newswatch.
  • Artículo sobre una especie recientemente descubierta y sobre amenazas a la biodiversidad en Madagascar - A news article on recently discovered species and threats to biodiversity in Madagascar from Reuters

Recursos para comprender la evolución (sitio web: “Understanding Evolution”)

Discusión y preguntas relacionadas

  1. ¿Qué significa que un organismo sea endémico de un determinado lugar?
  2. ¿Cuál es la diferencia entre dispersión y vicariancia?
  3. Repase el proceso de especiación ¿Cómo vicariancia y dispersión pueden contribuir a la especiación?
  4. Imagine que una especie de rana esta ampliamente distribuida en un continente. Por medio de la acción de las placas tectónicas, el continente se divide en dos. Luego, cada una de las mitades del continente se divide nuevamente, lo cual resulta en cuatro masas de tierra separadas. Si este proceso causa que el linaje de ranas de origen a cuatro nuevas especies por vicariancia, ¿cómo esperaría que sea la filogenia de las especies de rana? No se preocupe por rotular las ramas del árbol, solamente dibuje la forma de la filogenia.
  5. Imagine que una especie de lagartija vive en una pequeña isla volcánica. Algunos de los individuos de esta población se dispersan a una isla vecina y evoluciona hasta que allí llegan a ser dos especies separadas (especie A y B). Posteriormente, algunos otros individuos de la población original se dispersan hacia otra isla donde evolucionan hasta llegar a ser la especie C. Luego, otro grupo de lagartijas de la población original se dispersa a otra isla, donde evolucionan hasta convertirse en la especie D. las especies de lagartijas que permanecen en la isla original se llaman especie E. Dibuje la filogenia de las especies A-E, agregando el nombre de las especies correspondientes en las puntas de la filogenia.

Lecciones relacionadas y recursos didácticos
  • Enseñe conceptos de biogeografía, filogenética y especiación: En esta lección para grados de 9 a 12 años, los estudiantes “viajan” a las Antillas Mayores para descifrar como pueden haber evolucionado las lagartijas Anolis en las islas.
  • Enseñe conceptos de biogeografía y genética de poblaciones: En este artículo para grados de 9 a 12 años, los estudiantes acompañaran a la Dra. Rosemary Gillespie a Hawaii mientras ella evalúa las hipótesis acerca de la evolución de las coloridas arañas de caras felices.
  • Enseñe conceptos de filogenética: En este módulo basado en internet para grados de 6 a 12 años, a los estudiantes se les presenta el concepto de cladística, que se encarga de organizar a los seres vivientes según su ancestro común y sus relaciones evolutivas.

Descubren nueva especie de dinosaurio carnívoro en Madagascar

 "Dahalokely tokana" 

Científicos descubrieron una nueva especie de dinosaurio de Madagascar en casi una década, lo que llena un vacío importante en el registro fósil de la isla. Se estima que estos dinosaurios carnívoros comunes de los continentes del Sur median entre 2,74 y 4,27 metros de largo y vivieron hace unos 90 millones de años. 


 / FOTO: El Mundo.es 

 Estos dinosaurios "Dahalokely tokana" pertenecen a un grupo llamado Abelisauridae, y hasta este momento, no hay restos de esos animales entre 165 y 70 millones de años atrás que se hayan podido identificar a nivel de especie en Madagascar.
Esto significa una brecha de 95 millones de años en el registro fósil, que ahora se acorta 20 millones de años con la identificación de Dahalokely, según publica El Mundo, mediante un estudio difundido por Plos One.

Los fósiles de Dahalokely fueron descubiertos en una excavación en 2007 y 2010, cerca de la ciudad de Antsiranana (Diego-Suarez), al norte de Madagascar, recuperando huevos que incluyen vértebras y costillas. Debido a que esta zona del esqueleto es muy distinta en algunos dinosaurios, el equipo de investigación pudo identificar definitivamente la muestra como una nueva especie.

Así, se detectaron varias características únicas, como la forma de algunas cavidades en el lado en el que estaban las vértebras, a diferencia de las de cualquier otro dinosaurio.

Otras especificidades de las vértebras identificadas en Dahalokely le encuadran como un dinosaurio "abelisauridae". Cuando este género de dinosaurio extinto, llamado Dahalokely, vivía Madagascar estaba conectado a India y las dos masas de tierra fueron aisladas en medio del océano Índico.

La evidencia geológica indica que India y Madagascar se separaron hace de alrededor de 88 millones de años, justo después de que viviera Dahalokely, por lo que esta especie de dinosuario podría potencialmente haber sido ancestral a los animales que vivieron después en Madagascar e India, pero no hay suficiente información todavía para resolver este problema.

FUENTE

viernes, 19 de abril de 2013

Stephen Hawking: Para sobrevivir habrá que abandonar la Tierra

Él sabe una cosa o dos acerca de cómo funciona el universo.

 Así que cuando el físico de renombre lanza una advertencia de que nuestro tiempo en la Tierra se está acabando, probablemente vale la pena escucharlo.

Hawking dijo recientemente a una audiencia en el hospital Cedars-Sinai Medical Center de Los Ángeles que, si la humanidad quiere seguir existiendo, tenemos que salir de esta roca en la que vivimos – pronto.

Stephen dijo que los seres humanos "no sobrevivirán otros 1.000 años sin escapar de nuestro frágil planeta", y que es necesario continuar la exploración espacial para que podamos salir de este barco que se hunde llamado Tierra.

Más 

Si la humanidad ha de sobrevivir a largo plazo, deberá encontrar una manera de hacerlo fuera del planeta Tierra, y deberá hacerlo rápidamente" dijo lapidariamente el famoso astrofísico Stephen Hawking.

 "Los seres humanos "atrapados" en la Tierra están en riesgo de dos tipos de catástrofes", dijo Hawking.

 "En primer lugar, las que producimos nosotros mismos, como los posibles efectos devastadores del cambio climático, o incidentes nucleares o una guerra biológica.

En segundo lugar se encuentran los fenómenos cósmicos que también podrían significar nuestra muerte. Un asteroide que impacte sobre la Tierra podría matar a grandes franjas de población y hacer el planeta inhabitable, o una explosión de una supernova cerca de nuestro planeta podría ser el fin de la Tierra. Incluso la vida en la Tierra podría verse amenazada por una civilización extraterrestre".

 "De hecho, los seres humanos deberán en los próximos 200 años encontrar la manera de "escapar de nuestro planeta", de lo contrario nuestra especie podría estar en peligro de extinción", dijo Hawking en una reciente entrevista con el sitio de videos Big Think.

 "Va a ser bastante difícil evitar un desastre en los próximos cien años, y mucho menos los próximos mil o un millón", dijo Hawking.

"Nuestra única oportunidad de supervivencia a largo plazo no es permanecer mirando hacia adentro del planeta

Fuente

Tierra, sino mirar hacia el espacio."

jueves, 18 de abril de 2013

Sixto Ramos Solano de 63 años es ejemplo de lucha y perseverancia

Invidente perfeccionó su invento en 40 años
 28 de Abril del 2012
 Ejemplo de vida.
Para Fernando Sixto Ramos Solano (63) nada es imposible y a pesar de la ceguera que padece desde hace 13 años, nunca desistió de seguir adelante con su sueño y logró perfeccionar su invento: 
'el multiplicador de fuerza'.

 Sixto Ramos fue uno de los más ovacionados durante la ceremonia de Indecopi.

Familiares y amigos llegaron para hacerle barra y le lanzaron vivas.
 Este novedoso sistema permite ahorrar energía a través de una fuerza externa, que podría mover un barco sólo con el motor de un auto.

Es más, podría ser utilizado en centrales hidroeléctricas y en la explotación de minas.

Cuatro décadas (40 años) de trabajo y ensayos le tomó a don Sixto perfeccionar su invento, pero fue gracias a su perseverancia que hoy ha sido premiado con la medalla de bronce en la reciente Feria Mundial de Inventos en Ginebra (Suiza). 'Nunca decaigan, nunca pierdan la fe en sí mismos, porque Dios no nos puede dar una carga que no podamos cargar', es el mensaje que envía don Sixto a aquellos que sufren alguna discapacidad para que no abandonen sus sueños.

También agradece a toda su familia y en especial a su hijo Guillermo, quien prácticamente 'fue sus manos y sus ojos' durante la creación de este invento.

Pero además tiene otros 10 hijos y hermanos que siempre lo han apoyado y hasta han formado una empresa familiar de nombre 'Sixto Ramos Granados SAC'. 

Este genio de la ciencia, chalaco de corazón, estudió en la Escuela Nacional de Ingeniería Técnica, allá por los años 60, como parte de un proyecto especial de la Unesco que estaba a cargo de la Escuela, donde se hizo evidente su talento para la ciencia.
 'La necesidad siempre obliga a la creación y el hombre siempre ha sido creativo, a más necesidad más creación', es una de sus frases célebres.

Su esposa Hilda Paz celebra orgullosa el reconocimiento que hoy recibe su esposo, a quien considera 'un hombre fuera de serie' y con quien lleva casada 38 años.
'Para él su discapacidad, era más capacidad', subrayó tras participar de una ceremonia de reconocimiento realizado por el Indecopi.

A este evento también asistió el médico Oscar Patiño, que ganó la medalla de oro con su invento 'Canula de traqueotomía'. Para él su mayor motivación es contribuir con la medicina humana.

 FUENTE 

Médico peruano también participó en mundial de inventos y ganó medalla de oro

Óscar Patiño (72) creó un dispositivo que facilita el proceso de traqueotomía. Fue galardonado junto a proyectos de una central nuclear y de una universidad coreana

RONNY ISLA ISUIZA @Ronny_Isla
 Redacción online

 Tal como informamos en la víspera, no fue uno, sino dos los participantes peruanos en el Mundial de Inventos  celebrado en Ginebra, bajo el auspicio de Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI).
Inventor peruano Sixto Ramos triunfó en mundial de Suiza
El que cobró gran notoriedad fue Sixto Ramos (65), un ingeniero invidente que ganó medalla de bronce en la categoría mecánica, por su “Sistema multiplicador de fuerzas”. 
Pero de quien no se había hablado mucho hasta el momento es del segundo concursante nacional, el médico cirujano Óscar Patiño Melgar, de 72 años, quien obtuvo el derecho a mostrar su invento en Suiza tras ganar el 2011 el concurso nacional de invenciones de Indecopi con un ingenioso dispositivo.
Patiño Melgar, médico del hospital Almenara, desarrolló la “*Cánula de traqueotomía*”, la cual permite realizar el proceso de traqueotomía de una manera segura, menos complicada y sin causar daño a las vías respiratorias.
Luego de participar en los cinco días que duró la exposición en Ginebra, Óscar Patiño fue reconocido con la medalla de oro, en la Clase M, es decir en la categoría medicina.

SATISFECHO

 “Teníamos la esperanza pero no mucho optimismo, sinceramente, porque competíamos con monstruos de universidades asiáticas y europeas”, cuenta el médico peruano a través del hilo telefónico. Y no es para menos porque aquellos “monstruos” presentaron creaciones sumamente valiosas pero tan importantes como la suya. La “Cánula de traqueotomía” fue premiada en su categoría junto a un proyecto de la Central Nuclear de Rusia para detectar enfermedades y otro invento procedente de la Universidad de Corea del Sur que permite detectar precozmente el glaucoma. “Para mí es un honor haber ganado la misma distinción que estas grandes instituciones”, dijo con humildad y orgullo. “En la feria compitieron mil inventos de todas partes del mundo y en la categoría de medicina se presentaron más de 100”, precisó notoriamente emocionado en declaraciones a elcomercio.pe.
“La mayoría de competidores fueron universidades de prestigioso o grupos famosos muy reconocidos”, afirmó. Ante todos ellos, se impuso el invento del cirujano quirúrgico.

SOBRE EL INVENTO 

Patiño, quien ha trabajado durante muchos años como Jefe de Servicio de Cabeza y Cuello del hospital Guillermo Almenara, dijo que su invento nació ante la paradoja de que la traqueotomía salva vidas pero después de un tiempo perjudica su salud. “El paciente no puede deglutir ni hablar con normalidad y le producen heridas anatómicas”, indicó. Esto ocurre –explica- porque la cánula siempre tiene que estar dentro de la tráquea. “Entonces lo que hice fue desarrollar un aparato que ya no va dentro del tubo traqueal sino que se fija en la pared anterior a la tráquea, de manera tal que es imposible que produzca una lesión interna y el paciente puede comer y hablar sin riesgo”, precisó.

EL DATO 

La Dirección de Invenciones y Nuevas Tecnologías del Indecopi otorgó el pasado 6 de marzo la patente de modelo de utilidad para la “Cánula de traqueotomía”, al doctor Óscar Patiño. 

Fuente

viernes, 12 de abril de 2013

INDIVIDUALISMO, ORDEN ESPONTÁNEO Y CIENCIA; un análisis crítico de la articulación entre filosofía política y epistemología social en Fredrich Von Hayek. - Ricardo MARQUISIO




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En una época donde la filosofía de la ciencia (la anglosajona, al menos) estaba orientada –casi- exclusivamente al estudio de cuestiones de “lógica de la ciencia” (tales como el status de la teorías científicas, los criterios de demarcación y el problema de la inducción), la obra de Fredrich Von Hayek tuvo el indudable mérito de anticipar una “epistemología social”[1] al plantear los  vínculos entre una teoría de la racionalidad humana, una propuesta relativa al orden social justificable según los requerimientos del individualismo metodológico (una teoría de la democracia) y una concepción de la ciencia[2].
El objeto del presente trabajo es, en primer lugar, sugerir algunas objeciones a la respuesta que da Hayek –desde su concepción “liberal”, en el sentido “europeo” del término-  a  la problemática planteada y, en segundo lugar, proponer una respuesta diferente.
Cabe señalar que si bien la articulación conceptual entre ciencia y democracia que defiendo se justifica en una filosofía política (el liberalismo igualitario) sustancialmente diferente de la de Hayek, hay entre ambas filosofías una conmensurabilidad fundamental, que refiere a que las dos sostienen los individualismos metodológico[3] y ético[4]. Lo que indudablemente hace legítima la comparación y la crítica recíproca[5].
1. Espontaneidad y orden social.
La defensa de la espontaneidad de la acción humana es el eje articulador de toda la obra de Hayek y resulta el factor explicativo fundamental tanto de su filosofía política como de su concepción de la ciencia. Y, atendiendo a que lo espontáneo es la categoría fundamental en los dos ámbitos de investigación –así como en muchos otros- el problema principal pasa a ser determinar que tipo de orden[6] resulta “natural”, lo que, desde  la perspectiva de Hayek equivale, sin más, a decir (éticamente) “justificable”.
El punto de partida es, entonces, la distinción entre los órdenes espontáneos naturales y aquellos no naturales. Los primeros (“kosmos”) son el resultado de un proceso evolutivo autógeno o endógeno, no resultan el fruto de un plan deliberado y no pueden ser captados por los sentidos sino que sólo cabe deducir intelectualmente su existencia; son, en este peculiar sentido, “abstractos” (las relaciones que unen a sus elementos y que permiten que podamos considerarlos “órdenes” sólo son aprehensibles a partir de un proceso mental o la formulación de algún tipo de teoría. Y solo, como mucho, podemos captar sus razgos generales[7].
Los segundos (“taxis”) son las estructuras u organizaciones, y constituyen el resultado de un designio humano –al servicio de un determinado propósito-, que opera, con relación a sus elementos, como un factor exógeno que les impone una determinada forma. Son, por tanto, además de (en general) relativamente sencillos, “concretos”, pues la (artificial) correlación de sus elementos es conocida “ab initio” desde la formulación del plan estructural del “creador” y su determinación es de aprehensión intuitiva, es decir no requiere un esfuerzo mental de indagación.
Las regularidades en ciertos procesos (conductas de individuos interactuando entre sí) que permiten hablar de la existencia de una sociedad humana están dotadas de tal complejidad que sólo cabe explicar el orden que conforman como espontáneo. De la observación y el análisis racional de dichos procesos podremos concluir algunas características generales del orden social pero nunca, en virtud de restricciones de información por naturaleza insuperables, en detalle sus concretos elementos particulares pues las fuerzas ordenadoras que lo conforman son virtualmente infinitas. Es decir que dicho orden no puede ser conocido nunca plenamente y, por tanto, tampoco “dominado”, es decir “organizado de manera deliberada”[8].
Considerar a la sociedad (un orden espontáneo) como si fuese un “taxis” es, según Hayek, un error corriente y básicamente atribuible a un tipo de pensamiento –que ha llegado a ser predominante desde Descartes- que denomina “racionalismo constructivista”, y que se funda en una confianza ilimitada en el poder de la razón, a la cual se considera competente para desentrañar la realidad en sus aspectos más concretos. Según este punto de vista, las instituciones humanas –al igual que todas los restantes objetos de conocimiento- deben ser objeto de justificación racional y, en caso contrario, no resultan válidas. Lo que da pie a una visión “intencionalista” de procesos que en realidad son evolutivos. La sociedad pasa a ser considerada desde una perspectiva “convencionalista”, que es el eje de la filosofía política desde Hobbes y Rousseau hasta el socialismo. Esa “fatal arrogancia de la razón”, lleva en definitiva a desconfiar de las instituciones que forjó la tradición y a pretender sustituirlas por otras artificialmente creadas de acuerdo a un designio y fines conscientes[9].
En ese “macro” orden que identificamos como la “gran sociedad” existe un innumerable conjunto de instituciones donde los individuos coordinan entre sí sus actividades para el logro de fines concretos. Una de estas instituciones es el gobierno –la “organización”- cuya finalidad esencial es garantizar coactivamente el cumplimiento de las normas, asegurando la supervivencia del orden espontáneo, aunque, eventualmente, puede prestar servicios que el orden espontáneo resulte ser incapaz de ofrecer[10]
Hay, pues, una necesaria tensión entre la sociedad –que no tiene fines específicos o, más bien, es la convergencia de innumerables fines individuales- y la organización –que siempre se halla al servicio de determinados fines o resultados concretos- por cuanto no resulta ni posible ni conveniente reemplazar el orden espontáneo que conforma la primera por la planificación intrínseca a la segunda. Los equilibrios del orden social global–a que se ha arribado a través de un largo proceso de adaptación- se alteran y, aún, desaparecen cuando la organización introduce modificaciones normativas que intentan “mejorar” los resultados a que arriba el orden espontáneo.
Y esto último es naturalmente imposible por las restricciones informativas a las que antes se aludió. En la sociedad global no existe una centralización del conocimiento, que está disperso entre los individuos que en ella actúan y lo utilizan para el logro de sus fines subjetivos en procesos de los que, sin embargo, resultan beneficios generales. Si la organización pretende influir sobre esos procesos lo hará desde su perspectiva necesariamente limitada pero atribuyéndose (erróneamente) las capacidades de un “legislador omnisciente”, destruyendo así los equilibrios y afectando las libertades.
2. Sociedad, mercado y democracia.
La “gran sociedad” es –según Hayek- por naturaleza no sólo un orden espontáneo sino también de hombres libres. Por “libertad” entiende,  “ausencia de coacción”; más concretamente, la condición de los seres humanos en cuya virtud la coacción que algunos ejercen sobre los demás queda reducida en el ámbito social al mínimo, por lo que ningún hombre se encuentra sujeto a coacción derivada de la voluntad arbitraria de otro u otros[11].
Suscribe el autor una concepción “minimalista” de la libertad, asumiendo que el término sólo puede aplicarse de modo coherente a la denominada “libertad negativa” y rechazando otros significados del término que son de uso corriente como el de “libertad política” o “colectiva” (de participación de los hombres en el gobierno de la sociedad que integran), el de “libertad interior” o “subjetiva” (la facultad de una persona de guiar sus acciones por su propia voluntad y su concepción del bien racionalmente formada) y el de “libertad como poder” (poder de satisfacer deseos o preferencias)[12].
La sociedad libre, donde cada individuo persigue espontáneamente sus fines propios es aquella que ha reducido al mínimo la coacción –eliminarla es imposible ya que la coacción sólo se impide con amenazas de coacción- atribuyendo su monopolio al gobierno, al que limita severamente mediante la subordinación a leyes generales[13].
El ámbito natural de realización de la libertad –así entendida- no es la actividad política –aunque ésta puede sólo ser ejercida dentro del ámbito que delimita la ausencia de coacción- sino el mercado.  Más aún, Hayek identifica en la práctica sociedad y mercado. al concebir a éste último como el ámbito autogenerado y espontaneo en que los individuos se abastecen unos a otros de bienes y servicios ejerciendo una libertad fundamental de comprar y vender a cualquier precio; un ámbito de dispersión de poder y conocimiento acorde con la ausencia de fines centralizados de la “gran sociedad” y cuyos resultados, aunque tal vez no sean queridos o previstos, no pueden calificarse de “justos” o “injustos”, pues ello requeriría una perspectiva central “omnisciente” cuyo sólo planteo resulta absurdo[14].
El   “juego del mercado” es, por tanto, constitutivo del orden social, permitiendo, poe un lado, maximizar el aporte de cada individuo a la “gran sociedad” (en cuanto sabe que su valor será asignado por lo que determinen las fuerzas espontáneas del mercado y no por el ejercicio de la coacción gubernamental) produciendo beneficios que de otro modo no existirían, y por otro lado, generando determinados resultados en términos de “distribución” que deben (moralmente) ser respetados [15].
La mal denominada) “justicia social” resulta entonces un “atavismo”; una suerte de rémora moral, propia de una sociedad que el desarrollo espontáneo ha dejado atrás y que consiste en pretender que el gobierno otorgue beneficios por la fuerza a los “perdedores” quitándoselo a quienes en el juego del mercado obtuvieron (justamente) más que ellos[16].  No es posible identificar la utilidad social con ningún principio de justicia[17] –la justicia sólo puede “medirse” en las transacciones o intercambios individuales- y por tanto si en la sociedad prevaleciera una autoridad con la específica tarea de determinar “premios” y “castigos” a los individuos, ubicándolos en situaciones distributivas idealmente concebidas, ello exigiría negarles (al menos a algunos de ellos)  la posibilidad de perseguir sus propios fines libremente elegidos.
El rechazo a la justicia social se funda, además, en otro supuesto que subyace a la cerrada defensa de lo espontáneo que para todos los ámbitos del orden social hace Hayek: el rechazo de la igualdad como categoría de análisis. No se trata, obviamente de que no se acepte “la igualdad ante la ley” o igualdad formal. Por el contrario, ésta se reconoce como la conquista humana fundamental pues sin ella ni mercado ni civilización son siquiera pensables. Se trata, precisamente “de la única clase de igualdad  que conduce a la libertad y que cabe implantar sin destruir a la propia libertad”[18].
Lo que Hayek no considera aceptable es, en cambio, la idea de una igualdad (fundamental) de hecho entre todos los seres humanos, justificante de la imposición de una pauta distributiva igualitaria por las leyes abstractas. La ilimitada variedad de la naturaleza humana, el amplio grado de diferencias en la potencialidad y en la capacidad de los individuos constituyen un “factum” que excluye toda posibilidad de fundar una concepción sustancial de igualdad  (y, por ende, de justicia distributiva)[19].
En una sociedad libre, el gobierno no debe hacer uso de la coacción para igualar a los gobernados en una cierta condición (ingreso, bienes primarios, recursos, capacidades, etc) pues ello significaría imponer un patrón distributivo deliberado (concebido a priori de los resultados a que espontáneamente arriba el mercado) lo que vulnera la libertad de los individuos para desarrollar sus propios fines[20].
Cabe, entonces, la pregunta de  cuál es el papel de la política en el orden social “justificable” en términos de pura espontaneidad. Y la respuesta es, ciertamente, muy clara: se trata de un papel tan limitado que el liberalismo hayekiano ha llegado a ser calificado de “abolicionista” de la política[21]; todo el problema de la teoría política se reduce a limitar el poder de los gobernantes.
Por ello, Hayek se muestra interesado en redefinir la democracia, para encontrar “el verdadero contenido del ideal democrático”. Su reformulación consiste, básicamente, en quitarle al concepto toda carga “social” (en el sentido de constituir un instrumento de realización de fines colectivos y, especialmente, de una idea sustancial de la igualdad), en el entendido de que su uso genuino “hace referencia a un método o procedimiento en virtud del cual cabe lograr la toma de decisiones en materia de gobierno y que el mismo nada tiene que ver con la mayor o menor justificabilidad de alguno de los concretos fines que el gobierno se proponga materializar”[22]. Esta visión puramente procedimental de la democracia, que resulta de tomar a la libertad negativa como el único valor intrínseco que ha de sustentar la política, es un rasgo típico de la tradición liberal que Hayek encarna [23].
3. El papel de la ciencia en una sociedad de hombres libres: la epistemología social de Hayek.
Para Hayek hay una fuerte analogía entre la economía de mercado y la investigación científica, en tanto ambas constituyen procesos en que determinados resultados se producen a partir de la actuación espontánea de los individuos y desde una situación inicial en la cual no conocemos de antemano cuáles han de ser esos resultados y, lo que es fundamental, todo el proceso carecería de sentido si los conociéramos de antemano[24].
La experimentación en la ciencia funciona de modo análogo al de la competencia en la economía de mercado, como un proceso de descubrimiento. Sus resultados no pueden juzgarse nunca a la luz de un esperado efecto sino de acuerdo con las circunstancias en que el experimento se haya desarrollado y,  en especial, según constituyan una vía para “maximizar los resultados mensurables”[25].
A su vez, la ciencia misma es un proceso de competencia que se desenvuelve en un mercado. El científico es un individuo que actúa utilizando una limitada información –nadie puede poseer la totalidad de la información, que en una “sociedad libre” está dispersa en un vasto e indeterminado número de individuos- por la cual accede a un proceso que le permite tomar en consideración un cierto número de hechos conocidos y potencialmente útiles, que constituyen su base experimental.
Cada científico actúa, en concurrencia con otros (científicos y no científicos),  intentando obtener un fin específico, (averiguar determinados “hechos generales” u “órdenes de acontecimientos”), como todos los fines sociales en cada caso individualmente determinado y, al mismo tiempo, y en virtud de un mecanismo de “mano invisible”[26], contribuye a un proceso de facilitación de adquisición y transferencia de información a nivel interpersonal, que tiende a incrementar el bienestar general.
Naturalmente, las limitaciones inherentes a la actividad científica son, en la perspectiva de Hayek, importantes y tienen que ver fundamentalmente con la propia función que éste atribuye a la razón. Contra el error “constructivista”, la razón no está en condiciones de explicarlo todo y, por ende, nuestro conocimiento de la realidad será siempre y de modo inevitable, limitado. No puede entonces atribuirse a la ciencia, la tarea de eliminar –en algún futuro hipotético- la ignorancia a través de la acumulación sucesiva de información sobre hechos particulares.
Por el contrario, la ciencia no tiene como función la obtención de verdades sobre hechos particulares, aunque sí contribuye –y esta es su tarea “civilizadora”- a una más adecuada utilización de los conocimientos dispersos ya existentes[27]. Ningún desarrollo científico, puede en última instancia eliminar el fenómeno de la dispersión de la información que es constitutivo de la sociedad abierta: “Ahora bien, ninguna ciencia o técnica permitirán jamás modificar el hecho de que ninguna mente humana ni, por lo tanto, ninguna actividad deliberadamente dirigida será capaz de tomar en consideración la multitud de hechos particulares que, si bien son conocidos por algunosmiembros de la colectividad en su totalidad nunca se encuentran al alcance de nadie en particular”.[28]
Por tanto, la genuina función de la ciencia consiste en la construcción de modelos teóricos que dan cuenta de órdenes de acontecimientos no sólo “reales” (es decir, “existentes” de acuerdo con la siempre limitada información disponible) sino también hipotéticos o “contrafácticos” (enunciados téoricos que adoptan la forma de “si...entonces” y que indagan lo que sucedería con determinados fenómenos  bajo condiciones que difieren de las “reales” o conocidas), línea de trabajo especialmente fecunda para las ciencias sociales.
En definitiva, lo que conforma la ciencia no son “datos relativos a hechos singulares” sino “hipótesis que sistemáticamente han pasado la prueba de refutación”[29].  La filosofía de la ciencia de Hayek está así claramente alineada con el racionalismo crítico popperiano[30] según el cual las teorías científicas son esencialmente hipotéticas o coyunturales –lo que obliga a una distinción de principio entre teorías contrastables y teorías no contrastables- y nunca se puede tener la seguridad de que, incluso la teoría mejor establecida no será destronada o sustituida por una mejor; el aumento del conocimiento científico consiste básicamente en aprender de errores precedentes y la llamada “objetividad científica” no es otra cosa que el enfoque crítico (es decir, la predisposición del propio científico a refutar las teorías que el mismo sostiene)[31].
El status “provisional” de las teorías científicas no excluye que la ciencia cumpla un papel fundamental en la evolución sociocultural. Al igual que las estructuras sociales, los procesos cognoscitivos –y la propia existencia de la “mente”- son el resultado de un proceso selectivo de adaptación; la adopción de las normas de conducta y de las instituciones que mejor se adaptan a la realidad circundante al ser humano va en paralelo con el predominio de los esquemas de conocimiento que, optimizando el uso de los datos que suministra el entorno, posibilitan predecir y anticipar el futuro: “La realidad externa al hombre ha quedado siempre para él fundamentalmente definida por su toma de posición acerca de la actitud que ante ella resultábale lícito adoptar”. [32]
Inclusive, la propia facultad que denominamos racionalidad  tiene, en su origen, el aprendizaje de determinadas normas “relativas a la clasificación de las diferentes clases de realidades del mundo”, vinculadas esencialmente con la posibilidad de anticipar futuros estados de cosas[33]. Y el progresivo desarrollo de la función racional depende de que de manera ininterrumpida, millones de mentes individuales “se dediquen a desarrollar con relación a ella un proceso de aprehensión y modificación parcial”[34].
A su vez, en tanto función racional, la ciencia es el mejor adaptado de los sistemas, considerando los posibles enfoques alternativos –aunque esta valoración no puede ser comprobada a nivel científico sino que tan sólo tiene el status de una intuición de la experiencia común- y eso es lo que debe tenerse en cuenta para juzgarla como institución (y no la comparación de sus resultados con otros hipotéticos que se habrían producido si los científicos hubieran actuado de modo diferente en los procesos particulares de investigación o experimentación), del mismo modo que el mercado debe ser evaluado porque su orden (cataláctico o “económico” propiamente dicho) es superior a cualquier otro alternativo en sus resultados globales (sin que quepa juzgarlo por los resultados en casos particulares, por ejemplo, por la pauta distributiva que produce en un momento y lugar determinados) [35].
La ciencia es así no sólo instrumento de la evolución sino también condición de progreso –que en Hayek se define por la creciente imposición de la libertad negativa, lo  que  supone dejar atrás el antiguo orden tribal, que es reemplazado paulatinamente por la “sociedad abierta- y como tal no debe ser limitado[36]
La “epistemología social” de Hayek puede, en definitiva, resumirse en las siguientes afirmaciones básicas:
1. La ciencia como actividad (actividad científica) es uno de los tantos fines específicos que persiguen los individuos en ejercicio de su libertad (negativa) fundamental.
2. Su objetivo es la formulación de hipótesis sobre órdenes de acontecimientos (reales y contrafácticos) cuyo status de validación es “provisional”, de acuerdo con la descripción que del proceso de formulación y contrastación/refutación hace la filosofía popperiana de la ciencia.
3. El actuar de los científicos funciona de modo análogo al proceso de competencia y es él mismo un proceso de competencia.
4. Al igual que la “gran sociedad”, la ciencia es un orden espontáneo. La institución “ciencia” es el resultado del libre actuar de un enorme número de científicos individuales y también de individuos no científicos –financistas, por ejemplo- en interacción con ellos en un mercado de intercambio[37].
5. De lo que se infiere que las decisiones acerca de que se debe investigar, quiénes deben investigar y cómo se debe investigar han de quedar libradas a los individuos y organizaciones privadas que integran la institución ciencia.
6. A través de un proceso que puede explicarse en términos de “mano invisible”, la actividad científica beneficia al conjunto de la sociedad por su papel en el proceso de evolución sociocultural (maximización de la información dispersa, óptimo de racionalidad en comparación con alternativas disponibles y en definitiva, mejor adaptación humana a partir de una superior “configuración de la realidad”), que puede ser evaluado en términos de progreso.
7. Cualquier intervención gubernamental en este proceso –estableciendo restricciones a ciertas investigaciones o financiando algunas otras- supone su distorsión con resultados  nocivos –sus efectos son imprevisibles pues el orden espontáneo no puede ser conocido en su globalidad y por ende tampoco puede ser controlado, ni planificados sus cambios- y, además, resulta (moralmente) ilegítima pues significa privilegiar los fines de algunos individuos e imponer trabas a la libre realización de los objetivos específicos de otros[38].
8. Inclusive en el ámbito de la ciencia moderna, cuya estrecha vinculación con la industria ha creado una asociación “fábrica-laboratorio” aparentemente inescindible que ha llevado a  pensar que el progreso científico se debe fundamentalmente a la labor sujeta a planificación y al trabajo en equipo, Hayek afirma que lo que predomina (con mayor énfasis en la “investigación pura” que en la “ciencia aplicada” y la “investigación tecnológica) son los logros fruto del esfuerzo de investigadores aislados, cuya tarea, insiste, no debe ser perturbada con regulaciones basadas en “concepciones unitarias” ni subordinada a la “utilidad social”, puesto que “el individuo que ha evidenciado poseer inteligencia y capacidad es libre para acometer aquellas tareas que, a su juicio, encierran la máxima posibilidad para el logro de ciertas realizaciones”.
En definitiva, los avances serán mayores si no se subordinan las decisiones relevantes en materia de ciencia a una autoridad centralizada y si la financiación corre por cuenta de una multiplicidad de aportaciones particulares tendientes al logro de concretas finalidades. El control privado de los instrumentos de investigación científico y su orientación hacia fines que los individuos fijen a su arbitrio es enteramente deseable como una instancia particular de una regla general, la necesidad (social y ética) de preservar el control privado de los instrumentos de producción y su orientación por parte de los propietarios individuales a los objetivos que, en su opinión, sean de mayor trascendencia e interés[39].
En las secciones siguientes me propongo señalar algunas contradicciones o insuficiencias argumentativas en el planteo de Hayek y defender el punto de vista según el cual, asumiendo la metodología individualista, es posible fundamentar una epistemología social ciertamente muy diferente.
4. Orden espontáneo y justificación moral.
Lo que primariamente puede impugnarse es la identificación, que Hayek da por sentada, entre el éxito adaptativo de un orden espontáneo –como la “gran sociedad” o la ciencia- y el de los individuos que en él actúan.
Puede concederse a Hayek que lo que hoy denominamos “sociedad” no es el fruto de un diseño “constructiva” sino el resultado de un incalculable número de interacciones humanas individuales “espontáneas” (persiguiendo fines individuales y específicos), y que (al menos muchas de) las instituciones sociales más importantes no han surgido de un esfuerzo de planificación deliberado. Y también que su continuidad a lo largo del tiempo puede ser un criterio relevante de éxito adaptativo –en este sentido, de evolución- en cuanto dichas instituciones –entre las cuales se cuenta el mercado- han logrado hacer prevalecer la pauta cultural que posibilita la repetición de las acciones que las sustentan antes que aquéllas que menoscaban su estabilidad.
Pero ello sólo resulta un argumento para la ausencia total de interferencia regulativa en el orden “espontáneo” si, primariamente, se adopta, como punto de vista relevante el del propio orden (sociedad, ciencia o institución), es decir, el de un colectivo, considerándolo una realidad valiosa en si misma y digna de ser sustentada. Es decir, si se abandonan los individualismos metodológico y ético.
Si, en cambio, nos mantenemos apegados a dichos principios teóricos, sólo podemos considerar exitosamente adaptado un cierto orden cuanto cada uno de los individuos que lo integran tiene razones específicas (esto es, diferenciables de la mera continuidad del orden) para tender a realizar las acciones que lo constituyen y lo mantienen. Y sólo podemos considerarlo (moralmente) justificable  cuando cada uno de los individuos que lo integran puede igualmente realizar sus propios fines en mayor medida que en un (hipotético) orden alternativo.
Ninguno de ambos requerimientos es satisfecho por la espontaneidad que postula Hayek por cuanto no resultan adecuadamente fundadas las identificaciones que realiza este autor entre orden “natural” (no “constructivo”), “individualmente explicado” (asumiendo como relevantes exclusivamente los fines de los individuos concretos en cuanto motivaciones para la acción estabilizadora) y “moralmente justificable” (que institucionalmente satisface las exigencias moralmente sustentadas de cada uno de los individuos involucrados, esto es, que resulta “justo” según la perspectiva del individualismo ético). Lo que implica que, aún cuando pueda ser cierto que el mercado es teóricamente explicable como “orden natural”[40], no es en cambio correcto que la pura espontaneidad de su desenvolvimiento asegure la tendencia de los individuos a su mantenimiento y su valor moral como ámbito de realización de los fines de cuantos participan en su “juego” institucional.
Hayek afirma que no debemos evaluar a los resultados que arroja el mercado comparándolos con un nivel hipotético al que no tenemos forma conocida de arribar dentro del mercado, sino con respecto a los resultados que se alcanzarían de seguirse otro procedimiento distinto (por ejemplo, la planificación)[41]. Esto es, asume que para cada uno de los individuos intervinientes el “juego” del mercado sin restricciones, que deja abierta la posibilidad a cualquier combinación de productos, servicios y resultados – lo que queda en gran medida determinado por circunstancias impredecibles y, en cierta forma, por la casualidad[42]- es la mejor alternativa disponible.
Este supuesto es, a mi juicio, evidentemente falso.  En el mundo real donde los seres humanos son profundamente desiguales en los aspectos relevantes que determina su “suerte” en el juego del mercado (capacidades, talentos, recursos, acceso a la información) resulta poco probable que –de acuerdo con lo que exigen los principios del individualismo metodológico y ético- los (casi) seguros perdedores acepten como (única) regla constitutiva la ausencia total de constricciones normativas y la apertura a (tomar como válido) cualquier resultado posible que determine el libre juego de las fuerzas actuantes.
Si se asume que es valioso que las personas puedan promover sus fines, es decir, dispongan de un esquema de libertad lo más amplio posible, esa es una razón para la defensa del mercado –pues éste asegura que las personas tomen opciones de producción, consumo y ocio, de las que serán responsables- pero también para la imposición de restricciones a su “libre juego” para que las arbitrariedades de la “lotería natural” (desigualdades en salud, capacidades, talentos) y del “punto de partida” (desigualdades en riqueza, recursos, poder) que impone a unos circunstancias favorables y a otros desfavorables no perjudique a las personas –determinando su suerte a través de la validación de resultados no susceptibles de corrección- por razones que no tengan que ver con sus elecciones[43].
El  garantizar a cada individuo la más amplia libertad para la consecución de sus fines presupone, entonces, el abandono de la idea de una “libertad natural”[44] cuya única garantía sería el mercado, imponiendo ciertos requisitos al funcionamiento de éste, establecidos a través de un marco de instituciones políticas y legales que ajusten la tendencia a largo plazo de las fuerzas económicas impidiendo las concentraciones excesivas de riqueza y propiedad, especialmente aquellas que conducen a la dominación política[45].
En definitiva, un individualismo –metodológico y ético- consecuente –que asume para cada individuo un valor fundamental que no puede ser sacrificado por ningún orden colectivo –mercado, institución o sociedad-, ni aún uno espontáneamente configurado y sustentado,  desemboca en una concepción igualitarista, de acuerdo con la cual, la necesidad de la imposición institucional de pautas de justicia distributiva no es, ciertamente, una cuestión abierta.
5.       Democracia e investigación científica.
De acuerdo con la argumentación desarrollada precedentemente la oposición de Hayek a toda intervención gubernamental contraria a la espontaneidad del mercado y del orden social resulta injustificada. Pues, al menos, algunas intervenciones en los procesos de mercado, aquellas que tienen por objeto la realización de algún criterio de distribución –tendiente a igualar a los individuos en determinada variable que se considera fundamental y que legitima la existencia de desigualdades en otros ámbitos-, satisfacen las exigencias del individualismo ético y metodológico, resumidas en el principio (que Hayek afirma compartir) de que es valioso que los individuos sean libres de realizar sus propios fines.
Lo que exige, naturalmente, la formulación de un ideal democrático muy diferente del que promueve Hayek; una concepción acorde con la realización social de una concepción de igualdad sustancial que puede resumirse en la aplicación al ámbito político del principio kantiano de autonomía.
Dicho principio, que se expresa necesariamente en una estrategia de justificación procedimental de las decisiones públicas –como el constructivismo rawlsiano o la ética del discurso formulada a partir de la teoría de la acción comunicativa- según anticipa la idea de una “democracia argumentativa”, que en el mundo real solamente puede desarrollarse en el marco de una sociedad constituida democraticamente, que consagre jurídicamente un principio de “autolegislación” de los ciudadanos, expresado en determinadas instituciones que más allá de los fines específicos de cada uno, se rigen por una idea de “bien común”.
Así, se constituyen los desafíos políticos, cuando “las instituciones igualitarias del derecho natural se relacionan con una premisa adicional, a saber, con el supuesto de que los ciudadanos reunidos en una comunidad democrática pueden conformar su medio social y desarrollar la capacidad de acción necesaria para esa intervención”[46].
¿Es posible considerar a la ciencia un “desafío político” sobre el que (en algunos casos y de acuerdo con ciertas pautas) es justificable una intervención regulativa?.
Recordemos que la epistemología social de Hayek se resumía en la necesidad de abstención gubernamental de toda intervención regulativa. En este sentido sus conclusiones son similares a las Feyerabend y su celebre “anything goes” (todo vale), aunque por fundamentos radicalmente distintos.
Éste último se opone al “cambio dirigido” (centralizado a partir de una estrategia de acción gubernamental) que impone una perspectiva racionalista porque considera a la racionalidad una tradición más (cuyo status cognocitivo no es necesariamente mejor que el de la magia o la brujería, entre otras) y, en una sociedad libre, el Estado no puede decidir imponer una determinada tradición. Por tanto, el predominio de la ciencia, impuesto a través de la financiación gubernamental y su enseñanza obligatoria en las instituciones educativas, es una amenaza para la sociedad libre. Feyerabend aplica el principio de igualdad de oportunidades –que el liberalismo igualitarista refiere a individuos- a las distintas tradiciones e ideologías. La ciencia “vale” como una ideología más y, por tanto, debe estar completamente separada del Estado, tal como lo está, por ejemplo, la religión[47].
Hayek, en cambio, afirma que la ciencia es especialmente valiosa para la sociedad pues optimiza el uso de la información dispersa en innumerables individuos y organizaciones y resulta la expresión más desarrollada (evolutivamente) de la racionalidad (a la que que Hayek también atribuye un alto valor en el desarrollo humano siempre y cuando se reconozcan sus limitaciones, tal como lo hace el “racionalismo crítico, superando la ingenuidad pretendidamente omnipotente  del “racionalismo constructivista”).
La intervención gubernamental no se justifica, entonces, porque resulta dañina para la institución ciencia –como suma de acciones de descubrimiento espontáneas- y con ello al progreso social; asimismo, el privilegiar (a través de la financiación estatal) o restringir (a través de prohibiciones legales u otros medios “centralistas”) determinadas investigaciones resulta contrario a la libertad de los sujetos para promover sus propios fines[48].
Sin embargo, esta visión “libertarista” de la investigación aparece como cuestionable si se examina a las instituciones cuyo objeto específico es la búsqueda sistemática del conocimiento (lo que incluye todas las disciplinas “académicas”) en un contexto más amplio, es decir, formando parte de la “estructura básica”[49] de la sociedad global.
Existen diversas formas en que la institución “ciencia” influye de modo decisivo sobre distintos aspectos de la vida social.
En primer lugar, es la propia ciencia, o sea los científicos como actores sociales individualmente considerados[50], quien impone sus modelos o standars a partir de los cuales todas las actividades académicas (y aún ciertas prácticas no académicas son evaluadas). De otro modo, son los propios científicos quienes nos dicen (normativamente) que es “ciencia”. Y ello se hace a través de procedimientos marcadamente informales, donde unos pocos asumen el papel representativo de la institución. No hay un “parlamento de científicos” ni mecanismos electivos que aseguren la representatividad del portavoz. Algunos científicos tienen, de ese modo, el poder de “asumir la representación de toda la humanidad de un modo que trasciende las diferencias nacionales así como otras barreras económicas y culturales”. La ciencia es así un vehículo de gobierno global, que se promociona a sí misma como un modelo de funcionamiento democrático (sustentado en la autocrítica permanente), aunque, paradójicamente, su autoridad no ha sido formalmente constituida y parece descansar en un principio de “ignorancia” (el público entiende poco de ciencia) [51].
La condición de “ignorancia legitimadora” se aplica también a los propios científicos, que fuera de su área específica de investigación (en un contexto de especialización creciente que hace que los científicos conozcan “more and more about less and less”) integran una opinión pública que comparte un desconocimiento fundamental sobre la mayoría de las investigaciones que se desarrollan en el marco de la institución[52]
En este contexto, parece una mera profesión de fe (es decir una creencia irracionalmente fundada) pensar que está garantizado que los científicos cumplirán con las expectativas hayekianas –que suponen asumir su tarea como la realización del standard más alto de racionalidad-  a menos que la propia institución a la que pertenecen pueda incorporar mecanismos de control democrático en articulación con las instituciones de la sociedad global. Y esto evidentemente no puede asegurarlo el simple desarrollo espontáneo de los procesos de descubrimiento.
Abordando este problema, Fuller ha propuesto tres estrategias de acción con la finalidad de “democratizar la ciencia”, que convergen en la búsqueda de mecanismos procedimentales de “especificación social” de los fundamentos sobre los cuales debe elegirse entre propuestas competitivas de investigación que (necesariamente) deben realizarse en un medio de recursos escasos. Las estrategias buscan incorporar al gobierno de la ciencia los mismos principios que los científicos (afirman) aplican para dirigir sus investigaciones, extendiendo una actitud (genuinamente) crítica hacia la ciencia a la esfera más amplia posible de la vida social.
La primera estrategia a que refiere se denomina “finalización” (“finalization”) y evoca la idea de que una ciencia “madura” tiende a descansar por inercia en sus propias tendencias hasta que explícitamente se le da “finalización”. Una política de “finalización” implica que una agencia estatal se encarga de monitorear el crecimiento de los diversos campos científicos; cuando un campo se ha desarrollado hasta el punto en que su base teórica se ha consolidado y la mayoría de sus investigadores se dedica a resolver “puzzles técnicos”, la agencia les ofrece incentivos financieros para que dejen de trabajar en tales puzzles improductivos y orientarlos a nuevos emprendimientos (preferentemente interdisciplinarios) de mayor urgencia social[53].
La segunda estrategia consiste en la implementación de un simple principio: cuanto más costosa es la investigación propuesta, mayores son las repercusiones que cabe exigirle más allá del estrecho campo  que delimita la tarea del investigador. Este principio tiene fundamentación en varios niveles.  Resulta una aplicación a la política científica del principio económico del “costo de oportunidad”: invertir una cierta cantidad de recursos en una línea de investigación científica supone, al mismo tiempo, cerrar otras oportunidades de investigación. Por otra parte, ninguna revolución científica (Newton, Darwin o Einstein) necesitó jamás las cuantiosas inversiones (recursos sociales) que hoy en día requieren muchos proyectos “glamorosos” pero de resultados y repercusiones sociales muy inciertos[54].
La tercera estrategia, que promete ser la más democratizadora en cuanto a las demandas de cambio que impone en las agencias científicas, es denominada por Fuller “fungibilidad epistémica”, y supone el diseño de una suerte de “foro global” (similar a una legislatura) en el que los científicos de diferentes campos deberían defender sus propuestas, cada uno ante los demás. Ello daría a los científicos –que deberían estar en condiciones de explicar sus propuestas a sus colegas de otros campos, esto es, de hacerse entender por ellos y a su vez, estar en condiciones de entenderlos- incentivos para la elaboración de un lenguaje fuertemente interdisciplinario y comprensible para la opinión pública en mucha mayor medida que la diversidad actual de (especializadísimos) lenguajes.
El principio de fungibilidad relativiza la importancia de la existencia de campos de investigación separados y bien definidos. En vez de ello, presume que cada potencial sitio de investigación es un espacio problematizable definido primariamente en términos de recursos disponibles y potencialmente sujeto a una “variedad de jurisdicciones”, cada una de ellas correspondiente con la agenda de una disciplina particular (o, desde una perspectiva que comprende al conjunto de las instituciones sociales, de un grupo de interés existente en la sociedad global)[55].
En definitiva, la propuesta de Fuller –sintetizada en las propuestas reseñadas que en conjunto conforman un “ideal republicano” de relación entre ciencia y sociedad- implica reconocer que el libre desarrollo de las tendencias espontáneas en la ciencia no garantiza que ésta aproveche de modo óptimo recursos que son escasos y para los cuales deben por tanto aplicarse criterios de distribución que subyacen a  toda decisión acerca de “qué investigar”.
De donde surge que una epistemología social no puede reducirse, como estimaba Hayek, a un principio de no-intervención, sino que debe abordar la cuestión del gobierno de la ciencia como un problema de representación; empero, no se trata sólo del modo en que la ciencia representa sus propios intereses –única cuestión sobre la que la espontaneidad hayekiana está en condiciones de competir como valor relevante- sino también como representa –o puede representar- los intereses epistémicos de la opinión pública[56].
En una línea de fundamentación similar, Kitcher, inspirado en la teoría de la justicia rawlsiana[57], introduce la idea de “ciencia bien ordenada”, como opuesta al modelo de decisión colectiva que denomina “democracia vulgar”. Este último constituiría un procedimiento que intentaría reproducir, en las decisiones relevantes sobre el gobierno de la ciencia, los resultados de una (hipotética) votación en donde cada ciudadano expresaría sus preferencias individuales. Ello es inaceptable por cuanto las preferencias reales de las personas  surgen frecuentemente del egoísmo, el impulso o la ignorancia. Se pasaría así de una “ciencia sustentada en la ignorancia” (de la opinión pública) -estado actual según la descripción de Fuller- a una “ciencia esclavizada por la ignorancia”, donde  proyectos científicos de significación serían a menudo desechados en base a cálculos de costo-beneficio individual y sin ninguna perspectiva de “bien común”[58].
Una ciencia bien ordenada en cambio es aquella en donde los ciudadanos participan activamente en la organización de la investigación científica, asumida como un bien público, lo que exige la adopción una perspectiva común (cooperativa) y no la mera agregación de preferencias individuales.
La participación ciudadana ha de expresarse en las tres fases de decisión en que idealmente puede dividirse una investigación y que involucran directamente a la sociedad global: ¿Qué cantidad de recursos ha de asignarse inicialmente a un proyecto?; ¿Cuáles son los límites morales de la investigación?, ¿Cómo van a aplicarse en la práctica los resultados del proyecto?  [59].
Así, para que podamos hablar de “ciencia bien ordenada” se requiere la existencia de instituciones “gubernativas” que adopten las decisiones relevantes en los temas de involucramiento social y que coincidan (contrafácticamente) con el juicio de representantes ideales que reflejarían los distintos puntos de vista existentes en la sociedad [60]. De modo análogo al que en la teoría de la justicia de Rawls, representantes ideales de los ciudadanos en condiciones óptimas de racionalidad y distanciamiento de sus propios intereses, eligen principios de justicia destinados a regir la estructura básica de la sociedad [61].
6. Conclusiones.
Hayek asume una visión francamente irreal de la sociedad, suponiendo (artificiosamente) que cada individuo actúa en ella aisladamente y que puede cumplir sus fines considerado como un átomo disperso. El mercado es para él, por tanto, un ámbito de intercambios individuales con beneficios exclusivamente individuales sobre los que no caben pretensiones de la sociedad en su conjunto. Y, la ciencia, la suma de investigaciones aisladas, en las que sólo está comprometido el esfuerzo y la inteligencia del científico (para hacer libre uso de su limitada información), sobre las que no hay un interés externo (de la sociedad global) a interferir ni es, por tanto, justificable la adopción de mecanismos regulativos centralizados.
Su falla argumental consiste, a mi juicio, ignorar que la sociedad, aún cuando pueda ser considerada un agregado de individuos cuyos fines son irreductibles, es inevitablemente un esquema de cooperación donde, en un sentido moralmente relevante, las ventajas son comunes (no existen beneficios ni es posible la realización de fines de relevancia para ningún individuo sin algún tipo de colaboración de otros) y hay, al mismo tiempo, identidad y conflicto de intereses. Hay identidad pues la cooperación hace para todos posible una vida mejor que la que podría tener cada uno si viviera exclusivamente de sus propios esfuerzos. Y hay conflicto, dado que las personas no son indiferentes respecto a cómo han de distribuirse los mayores beneficios producidos por su colaboración ya que para perseguir sus fines individuales cada una de ellas prefiere una participación mayor a una menor[62]. Y sobre este punto son inevitables criterios regulativos; el propuesto por Hayek –maximizar la libertad negativa considerando improponible como fin social a la realización de una pauta igualitaria- es uno entre muchos posibles y, resulta, ciertamente, de imposible justificación pues es inaceptable para los miembros más débiles (en recursos y capacidades) del sistema social, cuya probabilidad de alcanzar los niveles más altos de beneficio, y de realizar sus propios fines libremente elegidos, se ve gravemente comprometida desde el punto de partida.
En el contexto de la sociedad considerada como empresa cooperativa, la ciencia no es –predominantemente- la labor espontánea de átomos aislados, sino, cada vez más el resultado del trabajo de equipos (a menudo interdisciplinarios) que desarrollan su actividad en estructuras institucionales (universidades, organizaciones militares y, cada vez en mayor medida en la sociedad contemporánea, grandes corporaciones)[63] que ponen a su disposición los recursos necesarios que exige hoy en día cualquier descubrimiento significativo. Tales estructuras institucionales son parte de la estructura básica de la sociedad –tienen efectos de gran importancia sobre las vidas de los individuos- y su regulación, según principios de justicia, que alcanzan también a la actividad científica, está por ende, justificada.
Y tampoco puede ser considerada la ciencia, exclusivamente, un vehículo para la realización de los fines individuales de sus protagonistas directos, los científicos, sino que también debe ser evaluada por su utilización de recursos escasos de una sociedad ante la que, por tanto debe responder a través de mecanismos regulativos donde pueda expresarse la opinión pública, de acuerdo con el ideal de una democracia sustentada en una concepción (mínima[64]) del bien común (que surge de considerar a la sociedad como un esquema cooperativo que opera como un marco necesario para la realización de los fines individuales).
Por ende, no pueden librarse todas las decisiones relevantes sobre las investigaciones a desarrollar, a la pura espontaneidad de los científicos sino que, en muchos aspectos, es justificable una intervención de la sociedad a la que -entre otros asuntos- le corresponde decidir cuáles líneas de investigación satisfacen en mayor medida sus fines comunes –democráticamente decididos a través de una estructura procedimental donde sea posible la expresión de todos los puntos de vista existentes-, a las que habrá de conceder prioritariamente recursos según criterios de costos de oportunidad, teniendo derecho a establecer sus límites morales –en aplicación de los principios que conforman una ética pública- y a consagrar exigencias sobre aplicabilidad práctica y retorno social de los programas de investigación promovidos.
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[1] De acuerdo con Fuller, la epistemología social refiere a el modo en que la búsqueda del conocimiento debe ser organizada, teniendo en cuenta que, bajo circunstancias normales, ese proceso es llevado a cabo por muchos seres humanos que trabajan en un ámbito más o menos definido y dotados de un cierto nivel de recursos, donde cada uno cuenta con capacidades cognitivas imperfectas y diferentes grados de acceso a los trabajos de los otros (Fuller, 1988, pág. 3).
[2] Hay que recordar que la obra fundamental de Hayek, The constitution of liberty (Los fundamentos de la libertad), editada originalmente en 1959 ya aborda esta temática.
[3] El individualismo metodológico es la tesis que asume que toda teoría genuina explicativa de los fenómenos sociales es reductible a una teoría de la acción humana, más aquellas condiciones límite que especifiquen cuales son las condiciones de actuación personal. Se trata de un enfoque reduccionista (aunque opuesto a otros reduccionismos, por ejemplo la pretensión de reducir la ciencia social a la física, obviando lo peculiar de la acción humana) que niega la pertinencia ontológica de las entidades colectivas y su papel –como tales- en la explicación de los procesos sociales. (Cf. Nozick, 1997, pág. 154).
[4] Según afirma Elster, se trata del principio según el cual, desde el punto de vista de la justicia, no importan los grupos; a la justicia le interesan exclusivamente los individuos actuales y futuros. El individualismo ético implica rechazar –entre las razones de justicia- los valores supra-individuales y, en general, todos aquellos no individuales y supone, por tanto, una restricción a las teorías de justicia admisibles, vedando aquellas que incluyan tales valores entre sus fundamentos (Cf., Elster, pág. 89).
[5] La prioridad de las acciones individuales para explicar fenómenos colectivos (cuestión “ontológica”) es un rasgo metodológico unificador del “liberalismo”, en todas sus variantes (más allá de la innegable polisemia del término),  aunque no el único; entre otros factores que constituyen el “minimo denominador común” pueden mencionarse la postulación de la individualidad como valor (cuestión “de promoción”) y la defensa del mercado, aunque con justificaciones y funciones atribuidas radicalmente diferentes, que van desde la afirmación de la necesidad de un mercado “real” que opere (prácticamente) sin constricciones (Hayek, Nozick,) a la postulación de un mercado valioso principalmente como instrumento analítico (contrafáctico) que garantiza la igualdad de las personas estableciendo condiciones ideales de elección (Dworkin), pasando por la defensa de un mercado “real” pero fuertemente restringido por  los requerimientos de la justicia distributiva (Rawls).
[6] Un orden es definido por dicho autor como un “...estado de cosas en el cual una multitud de elementos de diversa especie se relacionan entre sí de tal modo que el conocimiento de una parte espacial o temporal del conjunto permite formular, acerca del resto, expectativas adecuadas o que, por lo menos, gocen de una elevada probabilidad de resultar ciertas” (Hayek, 1994, pág. 70).
[7] Ibi., pág. 77.
[8] Ibid, pág. 79.
[9] Ibid. Cap. 1
[10] “Sociedad” (espontaneidad) y “gobierno” (organización) son las dos únicas categorías fundamentales que necesita la filosofía política para Hayek, quien prefiere no utilizar el término “Estado” por su carga metafísica (Ibid, pág. 89).
[11] Cf. Hayek, 1978.
[12] Ibid, págs. 35/39.
[13] Ibid, pág. 45.
[14] Hayek, 1981, pág. 52.
[15] Ibid, pág. 55.
[16] Ibid, pág. 59.
[17] Hayek, 1982, pág. 295.
[18] Hayek, 1978, pág. 122.
[19] Ibid, pág. 124.
[20] Hayek acepta que puede ser atractiva una sociedad con escasos contrastes entre ricos y pobres e inclusive la deseabilidad de que el incremento de riqueza lime progresivamente las diferencias. Sin embargo, la deseabilidad de un fin particular no es suficiente justificación para su imposición coactiva (ibid, pág. 125).
[21] Véase, Rico, pág. 108.
[22] Hayek, 1982, pág. 22.
[23] Véase, Popper, 1995, pags. 176 y ss; Von Misses, págs. 56/57;  y  Shumpeter, págs. 321/324 y 343/344.
[24] Hayek, 1978, pág. 156.
[25] Hayek, 1982, pág. 127.
[26] Una explicación de mano invisible supone que determinada estructura institucional –en este caso la ciencia y su optimización de la información  sobre “hechos generales”- que en apariencia surge de un diseño consciente –“constructivo”, en la jerga de Hayek- puede, en cambio, originarse o mantenerse a través de las acciones combinadas de una serie de agentes que no tengan in mente un diseño global de ese tipo.  (Cf. Nozick, 1997, 2, pág. 263). El intercambio económico y la propia existencia del mercado son, desde Adan Smith y, con mayor énfasis y profundidad desde el fundador de la escuela austríaca, Carl Menger objetos típicamente explicados por la idea de una mano invisible (ibid, págs. 267/268).
[27] Hayek, 1994, pág. 39.
[28] Ibid, págs. 39/40.
[29] Ibid, pág. 41.
[30] Al que además adhiere expresamente al marcar sus diferencias entre su propio racionalismo y el constructivista, al que denomina también “realismo ingenuo”. (Ibid, pág. 60).  Con Popper Hayek comparte el supuesto de que no puede afirmarse que los hombres son total o principalmente racionales, lo que no quita que puedan hacer el mejor uso posible de la razón a efectos de “comprender el mundo y aprender en la discusión con otros”. (Véase Popper, 1985, pág. 46).
[31] Sigo a los efectos de resumir en que consiste el racionalismo crítico la exposición contenida en Popper, 1997, págs. 90/98.
[32] Hayek, 1982, pág. 268
[33] Ibid, pág. 269
[34] Ibid, pág. 270.
[35] Véase, Hayek, 1981, págs. 156/157.
[36] Hayek, 1982, pág. 296.
[37] Cabe recordar el peculiar tratamiento que los individualistas metodológicos dan a las instituciones. Estas no son realidades en sí mismas sino sumas de acciones realizadas (y no realizadas) que se postulan como ambientadas en el “interior” de un determinado ámbito institucional. Según la perspectiva  individualista una institución como la ciencia se sustenta  a través de la imposición de una pauta cultural, que logra hacer predominar las acciones que la mantienen sobre aquéllas que pretenden alterarla (Véase, Nozick, 1997, 2, pág. 159).
[38] (Hayek, 1978, págs. 509/510).
[39] Ibid, págs. 511/512.
[40] En la realidad ningún mercado es una “catalaxia” pura pues los mercados reales están afectados por numerosas restricciones gubernamentales  y privadas a la libertad de los individuos que en ellos realizan sus interacciones e intercambios y a este fenómeno alude Hayek cuando refiere a la “victoria hasta ahora imperfecta de la regla abstracta de conducta individual sobre el objetivo común particular como método de coordinación social”, lo que hace que sólo en un sentido más o menos aproximado se pueda hablar en nuestro mundo contemporáneo de “sociedad abierta” y de “libertad individual” (V.Hayek, 1981, págs. 59/60). .
[41] Ibid., pág. 160.
[42] Ibid, pág. 161.
[43] Este supuesto implica una concepción de libertad más amplia que la que utiliza Hayek incorporando lo que Berlin denomina “libertad en sentido positivo” y que supone la posibilidad del ser humano de actuar, no sólo sin intromisiones (como sostienen los defensores de la libertad como pura ausencia de coacción) sino, además, bajo circunstancias que le aseguren la posibilidad de seguir sus propias determinaciones o promover sus propios fines  (Véase Berlin, págs. 118 y ss.)
[44] Esta es una de las diferencias cruciales entre el liberalismo igualitario y el liberalismo “clásico” –alineado en la discusión contemporánea sobre la justicia con el libertarismo de, entre otros, Nozick-  que encarna Hayek (Cf. Rawls, 2002, págs. 74/75).
[45] El autogobierno político implica determinadas condiciones que el mercado espontáneamente no está en condiciones de satisfacer. Se requiere de individuos animados por ciertas cualidades de carácter (disposición a comprometerse en los asuntos públicos asumiéndolos como “propios” en sentido relevante) que en condiciones económicas no igualitarias tienden a ser socabadas, por lo que, si se entiende justificado el principio  de “un hombre un voto” en el campo político –como exige una perspectiva individualista de la competencia por el gobierno- parece haber razones para restringir institucionalmente el peso específico de ciertos individuos o grupos (grandes inversionistas o lobbies empresariales) que en un mercado enteramente libre pueden hacer valer sus decisiones por encima de las de millones de individuos (Cf. Gargarella, págs. 267/270).
[46] Habermas, pág. 83.
[47] Feyerabend, págs. 110/113.
[48] “El progreso moral exige la posibilidad de experimentación del individuo; especialmente que dentro de  una estructura limitada de reglas abstractas obligatorias el individuo sea  libre para utilizar su propio conocimiento para sus propios fines. El crecimiento de lo que denominamos civilización se debe a este principio de responsabilidad de una persona de sus propias acciones y sus consecuencias  y la libertad para perseguir sus propios fines sin tener que obedecer al jefe del grupo al que pertenece” (Hayek, 1982, págs. 262/263).
[49] El término ha sido introducido a la filosofía política por Rawls y refiere al modo en que las principales instituciones políticas y sociales encajan en un sistema de cooperación social, y el modo en que asignan derechos y deberes básicos y regulan la división de las ventajas que surgen de la cooperación social a lo largo del tiempo  (Cf. Rawls, 2002 pág. 33).
[50] Que son sólo unos pocos miembros de la sociedad dado que en una sociedad compleja (de división del trabajo no todos pueden dedicarse a la investigación científica en todo momento).
[51] Fuller, 2000, pág. 8.
[52] Ibid, pág. 135.
[53] Ibid, pág. 136/137.
[54] Ibid, págs. 138/141.
[55] (Ibid, págs. 141/146). Por ejemplo, un foro como el propuesto debería resolver sobre pretensiones contrapuestas atribuyendo “peso relativo”, con incidencia en la asignación de recursos, teniendo en cuenta criterios de costo de oportunidad, a una propuesta de investigación (supongamos) formulada por físicos, respecto de otra interdisciplinaria promovida por investigadores en ciencias naturales y científicos sociales.
[56] Ibid, pág. 155.
[57] Para Rawls una sociedad bien ordenada se constituye a partir de una concepción de justicia cuando: 1) los ciudadanos aceptan y reconocen mutuamente los mismos principios de justicia; 2) es públicamente sabido o creído por buenas razones que las principales instituciones políticas y sociales (la estructura básica de la sociedad) satisfacen esos principios; 3) los ciudadanos, más allá de sus fines particulares, tienen un sentido de justicia que les permite obrar (mayoritariamente) de acuerdo con los principios públicamente aceptados, esto es, comparten un fin político básico y altamente prioritario (Rawls, 2002, 263/264).
[58] Kitcher, 2001, pág. 117.
[59] Ibid, págs. 118.
[60] Ibid, págs. 122/123.
[61] Cf. Rawls, 2002, págs. 38/43.
[62] Rawls, 1997, pág. 18.
[63] Véase el análisis sobre el desplazamiento de las estructuras institucionales –y de financiación- en que se desenvuelve el trabajo de los científicos –y como el cambio impacta en dicho trabajo- contenido en Mirowski,  págs. 25  y ss.
[64] Una concepción “máxima” del bien común supondría considerar a la sociedad como una “comunidad” entendida como un grupo de personas unidas por ciertos fines específicos que prevalecen sobre los de cada uno de sus miembros (Véase Rawls, 2002, págs. 25/26). Ello no es justificable a la luz de la perspectiva individualista que se da por válida a los efectos de este trabajo.
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