martes, 1 de agosto de 2017

EL PENSAMIENTO DE GADAMER EN EL CONTEXTO DE LA HISTORIA DE LA HERMENÉUTICA PEDRO KARCZMARCZYK


EL PENSAMIENTO DE GADAMER EN EL CONTEXTO DE LA HISTORIA DE LA HERMENÉUTICA PEDRO KARCZMARCZYK


1. La hermenéutica entre explicación y comprensión. Tal vez la mejor manera de introducirnos en el pensamiento de Gadamer sea tomar en cuenta las repercusiones que el pensamiento de este autor ha tenido. Las repercusiones más virulentas, aquellas con las que el nombre del autor se asocia aún para quien no posee sino un conocimiento muy vago del mismo, están relacionadas con la problemática de la objetividad de la interpretación y el problema del relativismo y, vinculadas con estas, el uso polémico que nuestro autor hace de las nociones de autoridad, prejuicio, y tradición. Para ello intentaremos ubicar su pensamiento en la historia de la hermenéutica, de modo que pueda apreciarse la afección histórica del pensamiento gadameriano. Internarse en un relato de la historia de la disciplina conocida como hermenéutica equivale a apreciar las diferentes funciones que dicha disciplina desempeñó a lo largo de los siglos.

Hemos dicho la última frase con toda intención, puesto que cuando uno se asoma “en la historia de la disciplina conocida como hermenéutica”, difícilmente deje de preguntarse si lo que actualmente se conoce como hermenéutica en el pensamiento contemporáneo es el único heredero legítimo de lo que antiguamente se conoció como hermenéutica.1  (1 Aquí hacemos una referencia deliberada a Wittgenstein quien se preguntaba si lo que actualmente conocemos como filosofía es el único heredero legítimo de lo que acostumbró a llamarse filosofía. Ver Cuadernos azul y marrón, p. 96)

En la historia de la hermenéutica no faltan los desarrollos debidos a motivos internos, como la especialización en las funciones, o la ampliación del ámbito de objetos cubiertos; pero en dicha historia encontramos también discontinuidades, como por ejemplo la pérdida de algunos rasgos que en su momento hubieran sido considerados, por los practicantes de la disciplina, como rasgos definitorios de la misma. Sea como sea, un breve repaso histórico nos permitirá relevar los diferentes significados que el término fue adquiriendo, y que hoy, en primer o segundo plano, permanecen ligados al campo semántico que rodea al término hermenéutica. Este repaso nos permitirá también señalar las tensiones que el en siglo XIX definieron la problemática de la que se nutre, con la que discute y que intenta resolver o disolver la hermenéutica gadameriana. Veamos primero la etimología del término ‘hermenéutica’. ‘Hermenéutica’ proviene del griego ‘hermeneuein’ que significa expresar, explicar, traducir, aclarar o interpretar, hermeneia significa interpretación, y los otros sustantivos derivados de los significados de ‘hermeneuein’. La palabra ‘hermenéutica’, con el significado “arte de la interpretación”, parece haber aparecido por primera vez en 1654 en la obra de J.C. Dannhauer Hermeneutica sacra sive methodus exponendarum sacrarum litterarum.2  La “prehistoria” de la hermenéutica o, digamos mejor, la hermenéutica temprana, se desarrolla como una disciplina que, al amparo de la filología, entendía que su objetivo primordial consistía en la reconstrucción del texto original. La hermenéutica se practicó de acuerdo a esta concepción hasta el siglo XVI. Esta tarea se desarrollaba bajo la comprensión general de que la reposición del texto auténtico contaba simultáneamente como el establecimiento de su verdadero significado. La reconstrucción del texto original, de manera “casi artesana” en palabras de Gadamer,3 era considerada, por derecho propio, como el establecimiento del significado auténtico de un texto. Esto suena bastante extraño en nuestros días, marcados por el hecho de que desde diferentes posiciones teóricas, entre ellas la hermenéutica de Gadamer, se ha señalado el carácter polisémico, abierto a la interpretación, como un rasgo inherente a todo texto. Pero un mínimo trabajo de contextualización puede ayudarnos a comprender la naturalidad de este supuesto de la antigua hermeneútica. Lo que hay que señalar es que el fenómeno conocido hoy como “recepción” de los textos es un fenómeno que ha sido objeto de un reconocimiento tardío y sujeto a condiciones determinantes de diferente tipo. Varios estudiosos coinciden en señalar que el fenómeno de la recepción no resultó visible mientras la producción de un texto y la interpretación del mismo se desarrollaron dentro de tradiciones hermenéuticas semejantes, o bien cuando producción y recepción se desarrollaron dentro de tradiciones diferentes, la distancia, geográfica o temporal, impidieron que la divergencia fuera percibida.4

Por otra parte, este supuesto estaba apoyado, en buena medida, en un hecho vinculado con el desarrollo tecnológico, dado que la técnica de la trascripción manual de los textos daba lugar, incesantemente, a múltiples versiones de los mismos, generando no sólo la necesidad de recomponer el texto auténtico, sino también avalando indirectamente la convicción de que reestablecer el texto original era reestablecer el significado auténtico, ya que la divergencia entre los textos constituía un motivo obvio a la hora de explicar divergencias y malentendidos.  En el siglo XVI el debate entre católicos y protestantes sobre el texto de la Biblia le dio a la hermenéutica un relieve e importancia que hasta entonces no había tenido. También entonces la hermenéutica registró el impacto de la aparición de la imprenta, que implicaba la desaparición de una de las razones de ser de la hermenéutica que hemos mencionado en el párrafo anterior. Sin embargo, esto no cambió sustancialmente la función de ésta. A lo sumo “intelectualizó” un poco la función, que sigue ligada al establecimiento del texto original, sólo que ahora el hermeneuta, desligándose de la recomposición de textos debido a distorsiones en la transmisión de los mismos, se dedica a establecer la autenticidad o inautenticidad de los textos.  En virtud de ello la hermenéutica era estimada también como una disciplina auxiliar de la historiografía para establecer la legitimidad de los documentos.  Es en el siglo XVIII cuando se producen los cambios decisivos en la concepción de la tarea y el alcance de la hermenéutica. El cambio decisivo puede resumirse, en las palabras de Zygmunt Bauman, como el paso que va de la filología a la psicología.5 El agente de esta transformación fue el movimiento romántico. Poco tiempo antes el “giro copernicano” kantiano había descubierto el papel del sujeto en el proceso de conocimiento. El romanticismo, por su parte, realizó un giro   semejante, descubriendo al artista detrás de la obra de arte. La concepción romántica de la obra de arte rompió con la tradición inveterada de la mímesis, en la que la obra de arte se entendía como el reflejo de algo fuera de la obra, y pasó a entender la obra de arte como una “expresión” de las emociones y pensamientos del autor. Esta concepción implicó, ahora sí, la revisión de un supuesto fundamental de la hermenéutica anterior, ya que implicaba que el significado de la obra debía buscarse más allá del texto. Con el romanticismo, la hermenéutica va “más allá del texto” también en otro sentido. El modelo con que la hermenéutica romántica se proponía abordar la interpretación de textos, -encontrar los pensamientos, ideas o emociones que están por debajo del mismo-, lleva a entender como objetos susceptibles de interpretación a prácticamente toda producción humana -símbolos pictóricos, huellas, inscripciones en cerámicas, monumentos, esculturas, leyes, costumbres, etc.



Friedrich Schleiermacher (1768-1834) imbuido de estas ideas románticas intentó desarrollar una hermenéutica general, entendida como un arte general de la comprensión. La idea central de la hermenéutica de Schleiermacher es que el hallazgo del significado genuino debía trascender el análisis inmanente de los textos, de manera que la comprensión debía realizar el reverso del acto de la composición o creación de un texto. Para este autor, comprender un texto implica reproducir el proceso creativo -la experiencia mental- de su autor.

Si bien tenemos que aproximarnos a la singularidad del autor analizando su vocabulario para intentar llegar al significado preciso con que el autor usaba las palabras o a través de un estudio minucioso de su estilo (interpretación gramatical), para dilucidar realmente el sentido de sus textos, este estudio debe complementarse con uno del contexto histórico y biográfico en el cual el autor escribió su obra, el que debe culminar en un acto adivinatorio o genial, un acto de empatía, que nos pone en contacto con la mente del autor y nos permite así reproducir su experiencia mental (interpretación psicológica). Resulta, entonces, que la intención del autor es el criterio último para determinar la corrección de la interpretación.  Como consecuencia de la concepción romántica, la relación de la hermenéutica con la filología y con la historia se transforma profundamente. De disciplina auxiliar a las mismas, la hermenéutica ha pasado a valerse de la filología y de la historia como disciplinas auxiliares para sus propios propósitos. La hermenéutica ha definido así un ámbito de estudio independiente, la interpretación del significado, el cual se entiende como un ámbito de una naturaleza completamente diferente a los textos –u otros soportes- en los que éste se plasma. Probablemente debamos contar como un hecho afortunado en la historia de las ideas que en Alemania se desarrollara la hermenéutica, y que en virtud de algunos de sus logros adquiriera cierto prestigio que le iba a permitir resistir a la tendencia intelectual dominante en el siglo XIX, apoyada por los rotundos éxitos en ciencias como la física y la química, acerca de que los estudios de los asuntos humanos debían emular los métodos y procedimientos de las ciencias naturales, idea de la que Comte, en Francia, y Mill, en Inglaterra, se hacían eco sin problematizarla mayormente.  Si, como lo explicaba Comte, el desarrollo de las ciencias naturales consiste en el tránsito desde el estadio ‘teológico’ o ‘metafísico’ al estadio ‘positivo’ de la humanidad, -es decir, en la reducción de la comprensión a la explicación- para los hermeneutas abrazar este ideal de unidad metodológica implicaba el abandono de su práctica. El desarrollo de la hermenéutica había ocurrido con una dirección contraria a la del desarrollo de las ciencias naturales. La ciencia natural se constituyó como ciencia dejando de lado el estudio de las causas finales aristotélicas en el ámbito de la naturaleza para concentrarse en el estudio de las causas eficientes. Ya sea a través de su fundamentación en la metafísica dualista cartesiana, que permitía pensar a la res extensa como un dominio en el que sólo operaba la causalidad eficiente aristotélica, o en la epistemología empirista de Hume a través del rechazo a la idea de que podamos comprender la conexión regular entre fenómenos, de algún modo “desde adentro”,6 como una conexión lógica o metafísicamente necesaria, la nueva ciencia se constituyó construyendo un ámbito de estudio despejado de la injerencia de cualquier propósito o finalidad.7 Evidentemente, la nueva ciencia imponía una pregunta: ¿no dependerá la construcción de una ciencia en los asuntos humanos del abandono de la idea de propósito, intención, etc.?  Como señalamos, el desarrollo de la hermenéutica como disciplina científica, por el contrario, estuvo vinculado a la idea de propósitos, de comprensión “desde adentro”, es decir, al estudio de los propósitos en el mundo humano. En este sentido la hermenéutica se ubica como continuadora de la tradición aristotélica.8 El hermeneuta puede aceptar que en el mundo natural no hay propósitos, pero la existencia de propósitos y la necesidad de comprensión en el mundo humano le parecen evidentes. Ahora bien, de acuerdo a la concepción romántica, la comprensión de un acto humano debe ser buscada en la intención que le confiere sentido y, más específicamente, debe ser realizada a través de la identificación simpatética con otro ser humano. 

………

1 Aquí hacemos una referencia deliberada a Wittgenstein quien se preguntaba si lo que actualmente conocemos como filosofía es el único heredero legítimo de lo que acostumbró a llamarse filosofía. Ver Cuadernos azul y marrón, p. 96

2 Véase Inwood, Michael “Hermeneutics” 

3 Ver Verdad y método p. 226 Warheit und Methode, p. 178. De aquí en más VyM y WuM. 

4 Como señala Umberto Eco, el problema de la recepción permaneció invisible mientras la producción y la recepción de la obra eran realizados dentro de las mismas tradiciones hermenéuticas, un presupuesto que se ha ido corroyendo históricamente hasta el punto de que las condiciones de circulación propias de los mass media hacen imposible que el autor pueda anticipar en modoalguno las descodificaciones de las que será objeto su obra. Ver su “El problema de la recepción”. Encontramos precisiones sobre etapas previas de este proceso en Hans Robert Jauss en “Rezeption, Rezeptionsästhetik” en Historisches Wörterbuch der Philosophie, hrsg. V. Joachim Ritter u. Karlfried Gründer. Tomo 8, pp. 996-1004, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, quien señala a la invención de la imprenta y el establecimiento de bibliotecas privadas como la condición de la liberación de la lectura respecto a determinadas instituciones, como la iglesia, que la tutelaban. Por su parte Pierre Bourdieu en “Campo intelectual y proyecto creador” en AAVV Problemas del estructuralismo, México siglo XXI, 1967, señala el surgimiento del público- mercado moderno como la condición de la ruptura con la institución del mecenazgo, la que garantiza en buena medida la coincidencia mencionada por Eco y la posibilidad de prever la decodificación de la propia obra. La ruptura con la institución del mecenazgo es, por otra parte, la condición de posibilidad de la aparición del “intelectual autónomo”, es decir, el intelectual que no reconoce más restricciones sobre su obra que las que impone su proyecto creador, que produce, en consecuencia, constantes rupturas en los códigos, en las expectativas del público, etc., teniendo por consecuencia que el sentido de sus producciones sea, por regla general, cuando menos, problemático.  5 Bauman, Z. La Hermenéutica y las ciencias sociales, p. 8

6 En el sentido de que, si el vínculo causal pudiera ser objeto de conocimiento, ello implicaría poder leer el futuro en un evento presente. 

7 Véase Karl Otto Apel Understanding and explanation, Parte I, cap. 2. 

8 Véase la contraposición entre dos tradiciones científicas, “galileana” y “aristotélica”, en von Wright, Explicación y comprensión.



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