Según informa el sitio Times Higher Education, de las 60 universidades japonesas con estudios de humanidades y ciencias sociales 26 van a clausurar o reducir de forma inminente sus cursos en estas materias. La medida se toma ahora promovida por un plan integral de austeridad propuesta por el Gobierno nipón debido, según palabras del primer ministro Shinzo Abe, a que el Estado debería apoyar "una vocación educativa más práctica que anticipe las necesidades de la sociedad".
Y aunque algunas universidades como la de Tokio y la de Kioto se han negado a cumplir con esta petición del Ministerio de Educación (y que una ola de protestas ha paralizado momentáneamente la implementación de esta intención ejecutiva) no nos cuesta imaginar que la medida llegue a cumplirse del todo. Como si de una vuelta al sistema educativo propio de la posguerra de la IIGM se tratara, los chicos y chicas lo que tienen que hacer es estudiar cosas técnico-científicas, y los que quieran meterse a carreras de letras deberán planteárselo profundamente, pues en el futuro habrá menos plazas para este tipo de estudios.
Las razones japonesas vs la realidad Google
El problema, por supuesto, no es la empleabilidad
Pero la cosa va más allá. ”Las ciencias tienen mejores salidas, hazte una ingeniería o estudia informática”, nos decían en las escuelas y en casa, tanto en España como en otros países de Occidente, donde el mito de la mala empleabilidad de los estudios en letras está muy extendido. Pero parece que todo esto no es más que de un estigma que no se corresponde del todo con la realidad. Al menos así afirman estudios estadounidenses, que han descubierto que los trabajadores STEM (acrónimo de Science, Technology, Engineering & Mathematics), según datos de 2012, tienen un porcentaje similar de desempleo (una diferencia del 1%) con aquellos graduados en carreras tildadas frecuentemente como “inútiles”.¿Y en España?
El mismo discurso sobre lo inútil de las carreras de letras sale de la misma forma desde nuestras instituciones que como lo hace desde países como Japón, Gran Bretaña o Estados Unidos. Pero si vamos a los análisis, como lo que vemos este infográfico de El País elaborado a partir de los resultados del INE, se demuestra que los médicos, los ópticos o los ingenieros en electrónica sí encuentran trabajo al terminar sus estudios sin problemas. Pero no así los técnicos navales, los licenciados en Ciencias Ambientales o los arquitectos. Además, en los primeros puestos están también los licenciados en ADE o estadística, y nada tiene de mala la tasa de empleo que logran los que se gradúan en formación y educación.El problema está, entonces, en que estas atractivas cifras de éxito a la hora de estudiar una carrera tienen mucho que ver también con otros factores, como si estudiaste en una universidad privada, cuál es tu comunidad autónoma y cuál es tu mismo género. En España, es estadísticamente más probable que encuentres empleo al terminar la carrera si eres un hombre que ha estudiado Filología en la San Pablo CEU en Madrid que si eres una mujer licenciada en Física en Canarias.
Instituciones como el Centro Europeo para el Desarrollo de la Vocación Profesional también han hablado sobre esa mayor demanda de profesionales STEM en el mercado laboral, y hablan de una variación en el 14% de incremento hasta el final de la década, mientras que el aumento de la demanda para el resto de titulados alcanza, de media, el 3%.
Además, a estos datos hay que añadir el factor de nuestra situación particular, ya que puede que estemos sobredimensionando los trabajos que necesitan de una especialización en ciencias de nuestro mercado. No sabemos cuál será la cifra de estos puestos en España, pero en Estados Unidos suponen sólo el 5.5% de su tejido laboral.
Porque estudiar letras sí vale para algo: para enseñarte a pensar de otra forma
Allí se dio cuenta de que en su entorno habitual carecía de estímulos que le ayudasen a comprender de fondo en qué consistía lo que estaba desarrollando. Una carrera más enfocada al planteamiento de las preguntas que a la consecución de respuestas es lo que, según él defiende, "fue la mejor decisión de su vida", le sirvió para mejorar sus capacidades de visión estratégica y solución creativa de problemas y también para desarrollar Aardvark, el programa que culminó sus estudios científicos. Ahora trabaja como Director de Ingeniería y Filosofía en Google.
¿Un hecho aislado? Nada más lejos. Por un lado, porque sólo un tercio de los directores y directoras de las grandes empresas tecnológicas de EE.UU. tienen un diploma en ingenierías o computación (los demás cavilan entre estudios relacionados con el mundo empresarial, ciencias de la salud y también estudios en humanidades).
Y por el otro, porque son muchos los jefes de este mismo ámbito empresarial los que han encontrado, tardíamente, lo necesario de estas para el ámbito del desarrollo tecnológico. Hay aquí al menos cinco CEOs de la Bahía de San Francisco que han declarado públicamente su preferencia por los estudiantes de letras que por los de ciencias a la hora de embarcarse en proyectos tecnológicos, pero estas declaraciones no son más que la punta de lanza.
Como ya sabemos, el mismísimo Steve Jobs tuvo unos estudios, cuanto menos, eclécticos en diversas materias. A él se le daba bien el diseño y la visión innovadora, no programar. "Es la tecnología que se fusiona con las artes, la que se casa con las humanidades la que produce los resultados que en Apple realmente nos entusiasman", dijo en su famosa presentación del iPad. Y es esta forma de ver el pensamiento crítico de las humanidades como parte sustancial de la creación de cualquier proyecto lo que nos encontramos en gran parte de las declaraciones de los desarrolladores más reconocidos de la capital mundial de la tecnología. Y no están equivocados. Las cifras también validan su teoría.
Porque también los de letras pueden (y deben) adaptarse
Es decir, que el nuevo perfil de humanista tiene menos que ver con alguien impartiendo imbricadas lecciones orales para explicar el concepto de “mundo” en Heidegger y más que ver con saber mostrar esa información de forma que todo el mundo pueda verla de forma clara y precisa, en un gráfico o en un mapa visual. En este nuevo entorno es esencial aprender a colaborar y a experimentar con herramientas digitales, y eso es lo que le toca aprender a los de letras. “A mis estudiantes, en vez de pedirles un ensayo les digo que armen una base de datos o que hagan un trabajo multimedia”, dice Suárez.
Este esencial libro describe la evolución que se viene produciendo desde mediados de los años 90 (bueno, vale, el IRIS Intermedia de la Universidad de Brown puede ser el ejemplo pionero) en ciertas universidades norteamericanas, como la UCLA, donde desde hace unos años se vienen impartiendo materias llamadas Humanidades Digitales o Informática Humanística.
En las HD combinan las metodologías propias de las disciplinas humanísticas tradicionales con el uso de herramientas informáticas permitiendo la modularización y recombinación de las disciplinas, es decir, yendo más allá que a la mera captación de nuevos datos y patrones. La cultura se conecta, ahora, de una forma más profunda, una que deja claro que las ciencias y las letras nunca han dejado de ser lo mismo: la base de todo el conocimiento humano.
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