EL PENSAMIENTO DE GADAMER EN EL CONTEXTO DE LA HISTORIA DE LA
HERMENÉUTICA PEDRO KARCZMARCZYK
1. La hermenéutica entre explicación y comprensión. Tal vez la
mejor manera de introducirnos en el pensamiento de Gadamer sea tomar en cuenta las
repercusiones que el pensamiento de este autor ha tenido. Las repercusiones más
virulentas, aquellas con las que el nombre del autor se asocia aún para quien
no posee sino un conocimiento muy vago del mismo, están relacionadas con la
problemática de la objetividad de la interpretación y el problema del
relativismo y, vinculadas con estas, el uso polémico que nuestro autor hace de
las nociones de autoridad, prejuicio, y tradición. Para ello intentaremos
ubicar su pensamiento en la historia de la hermenéutica, de modo que pueda
apreciarse la afección histórica del pensamiento gadameriano. Internarse en un
relato de la historia de la disciplina conocida como hermenéutica equivale a
apreciar las diferentes funciones que dicha disciplina desempeñó a lo largo de
los siglos.
Hemos dicho la última frase con toda intención, puesto que
cuando uno se asoma “en la historia de la disciplina conocida como hermenéutica”,
difícilmente deje de preguntarse si lo que actualmente se conoce como
hermenéutica en el pensamiento contemporáneo es el único heredero legítimo de
lo que antiguamente se conoció como hermenéutica.1 (1 Aquí hacemos una referencia deliberada a
Wittgenstein quien se preguntaba si lo que actualmente conocemos como filosofía
es el único heredero legítimo de lo que acostumbró a llamarse filosofía. Ver
Cuadernos azul y marrón, p. 96)
En la historia de la hermenéutica no faltan los desarrollos
debidos a motivos internos, como la especialización en las funciones, o la
ampliación del ámbito de objetos cubiertos; pero en dicha historia encontramos
también discontinuidades, como por ejemplo la pérdida de algunos rasgos que en
su momento hubieran sido considerados, por los practicantes de la disciplina, como
rasgos definitorios de la misma. Sea como sea, un breve repaso
histórico nos permitirá relevar los diferentes significados que el término fue
adquiriendo, y que hoy, en primer o segundo plano, permanecen ligados al campo
semántico que rodea al término hermenéutica. Este repaso nos permitirá también
señalar las tensiones que el en siglo XIX definieron la problemática de la que
se nutre, con la que discute y que intenta resolver o disolver la hermenéutica
gadameriana. Veamos primero la etimología del término ‘hermenéutica’.
‘Hermenéutica’ proviene del griego ‘hermeneuein’ que significa expresar,
explicar, traducir, aclarar o interpretar, hermeneia significa interpretación,
y los otros sustantivos derivados de los significados de ‘hermeneuein’. La
palabra ‘hermenéutica’, con el significado “arte de la interpretación”, parece
haber aparecido por primera vez en 1654 en la obra de J.C. Dannhauer
Hermeneutica sacra sive methodus exponendarum sacrarum litterarum.2 La “prehistoria” de la hermenéutica o,
digamos mejor, la hermenéutica temprana, se desarrolla como una disciplina que,
al amparo de la filología, entendía que su objetivo primordial consistía en la
reconstrucción del texto original. La hermenéutica se practicó de acuerdo a
esta concepción hasta el siglo XVI. Esta tarea se desarrollaba bajo la
comprensión general de que la reposición del texto auténtico contaba
simultáneamente como el establecimiento de su verdadero significado. La
reconstrucción del texto original, de manera “casi artesana” en palabras de
Gadamer,3 era considerada, por derecho propio, como el establecimiento del
significado auténtico de un texto. Esto suena bastante extraño en nuestros
días, marcados por el hecho de que desde diferentes posiciones teóricas, entre
ellas la hermenéutica de Gadamer, se ha señalado el carácter polisémico,
abierto a la interpretación, como un rasgo inherente a todo texto. Pero un
mínimo trabajo de contextualización puede ayudarnos a comprender la naturalidad
de este supuesto de la antigua hermeneútica. Lo que hay que señalar es que el
fenómeno conocido hoy como “recepción” de los textos es un fenómeno que ha sido
objeto de un reconocimiento tardío y sujeto a condiciones determinantes de
diferente tipo. Varios estudiosos coinciden en señalar que el fenómeno de la
recepción no resultó visible mientras la producción de un texto y la
interpretación del mismo se desarrollaron dentro de tradiciones hermenéuticas
semejantes, o bien cuando producción y recepción se desarrollaron dentro de
tradiciones diferentes, la distancia, geográfica o temporal, impidieron que la
divergencia fuera percibida.4
Por otra parte, este supuesto estaba apoyado, en buena medida,
en un hecho vinculado con el desarrollo tecnológico, dado que la técnica de la
trascripción manual de los textos daba lugar, incesantemente, a múltiples
versiones de los mismos, generando no sólo la necesidad de recomponer el texto
auténtico, sino también avalando indirectamente la convicción de que
reestablecer el texto original era reestablecer el significado auténtico, ya
que la divergencia entre los textos constituía un motivo obvio a la hora de
explicar divergencias y malentendidos.
En el siglo XVI el debate entre católicos y protestantes sobre el texto
de la Biblia le dio a la hermenéutica un relieve e importancia que hasta
entonces no había tenido. También entonces la hermenéutica registró el impacto
de la aparición de la imprenta, que implicaba la desaparición de una de las
razones de ser de la hermenéutica que hemos mencionado en el párrafo anterior.
Sin embargo, esto no cambió sustancialmente la función de ésta. A lo sumo
“intelectualizó” un poco la función, que sigue ligada al establecimiento del
texto original, sólo que ahora el hermeneuta, desligándose de la recomposición
de textos debido a distorsiones en la transmisión de los mismos, se dedica a
establecer la autenticidad o inautenticidad de los textos. En virtud de ello la hermenéutica era
estimada también como una disciplina auxiliar de la historiografía para
establecer la legitimidad de los documentos.
Es en el siglo XVIII cuando se producen los cambios decisivos en la
concepción de la tarea y el alcance de la hermenéutica. El cambio decisivo
puede resumirse, en las palabras de Zygmunt Bauman, como el paso que va de la
filología a la psicología.5 El agente de esta transformación fue el movimiento
romántico. Poco tiempo antes el “giro copernicano” kantiano había descubierto
el papel del sujeto en el proceso de conocimiento. El romanticismo, por su
parte, realizó un giro semejante,
descubriendo al artista detrás de la obra de arte. La concepción romántica de
la obra de arte rompió con la tradición inveterada de la mímesis, en la que la
obra de arte se entendía como el reflejo de algo fuera de la obra, y pasó a
entender la obra de arte como una “expresión” de las emociones y pensamientos
del autor. Esta concepción implicó, ahora sí, la revisión de un supuesto
fundamental de la hermenéutica anterior, ya que implicaba que el significado de
la obra debía buscarse más allá del texto. Con el romanticismo, la hermenéutica
va “más allá del texto” también en otro sentido. El modelo con que la
hermenéutica romántica se proponía abordar la interpretación de textos,
-encontrar los pensamientos, ideas o emociones que están por debajo del mismo-,
lleva a entender como objetos susceptibles de interpretación a prácticamente
toda producción humana -símbolos pictóricos, huellas, inscripciones en
cerámicas, monumentos, esculturas, leyes, costumbres, etc.
Friedrich Schleiermacher (1768-1834) imbuido de estas ideas
románticas intentó desarrollar una hermenéutica general, entendida
como un arte general de la comprensión. La idea central de la
hermenéutica de Schleiermacher es que el hallazgo del significado genuino debía
trascender el análisis inmanente de los textos, de manera que la comprensión
debía realizar el reverso del acto de la composición o creación de un texto. Para
este autor, comprender un texto implica reproducir el proceso creativo -la
experiencia mental- de su autor.
Si bien tenemos que aproximarnos a la singularidad del autor
analizando su vocabulario para intentar llegar al significado preciso con que
el autor usaba las palabras o a través de un estudio minucioso de su estilo
(interpretación gramatical), para dilucidar realmente el sentido de sus textos,
este estudio debe complementarse con uno del contexto histórico y biográfico en
el cual el autor escribió su obra, el que debe culminar en un acto adivinatorio
o genial, un acto de empatía, que nos pone en contacto con la mente del autor y
nos permite así reproducir su experiencia mental (interpretación psicológica).
Resulta, entonces, que la intención del autor es el criterio último para
determinar la corrección de la interpretación.
Como consecuencia de la concepción romántica, la relación de la
hermenéutica con la filología y con la historia se transforma profundamente. De
disciplina auxiliar a las mismas, la hermenéutica ha pasado a valerse de la
filología y de la historia como disciplinas auxiliares para sus propios
propósitos. La hermenéutica ha definido así un ámbito de estudio independiente,
la interpretación del significado, el cual se entiende como un ámbito de una
naturaleza completamente diferente a los textos –u otros soportes- en los que
éste se plasma. Probablemente debamos contar como un hecho afortunado en la
historia de las ideas que en Alemania se desarrollara la hermenéutica, y que en
virtud de algunos de sus logros adquiriera cierto prestigio que le iba a
permitir resistir a la tendencia intelectual dominante en el siglo XIX, apoyada
por los rotundos éxitos en ciencias como la física y la química, acerca de que
los estudios de los asuntos humanos debían emular los métodos y procedimientos
de las ciencias naturales, idea de la que Comte, en Francia, y Mill, en
Inglaterra, se hacían eco sin problematizarla mayormente. Si, como lo explicaba Comte, el desarrollo de
las ciencias naturales consiste en el tránsito desde el estadio ‘teológico’ o
‘metafísico’ al estadio ‘positivo’ de la humanidad, -es decir, en la reducción
de la comprensión a la explicación- para los hermeneutas abrazar este ideal de
unidad metodológica implicaba el abandono de su práctica. El desarrollo de la
hermenéutica había ocurrido con una dirección contraria a la del desarrollo de
las ciencias naturales. La ciencia natural se constituyó como ciencia dejando
de lado el estudio de las causas finales aristotélicas en el ámbito de la
naturaleza para concentrarse en el estudio de las causas eficientes. Ya sea a
través de su fundamentación en la metafísica dualista cartesiana, que permitía
pensar a la res extensa como un dominio en el que sólo operaba la causalidad
eficiente aristotélica, o en la epistemología empirista de Hume a través del
rechazo a la idea de que podamos comprender la conexión regular entre
fenómenos, de algún modo “desde adentro”,6 como una conexión lógica o metafísicamente
necesaria, la nueva ciencia se constituyó construyendo un ámbito de estudio
despejado de la injerencia de cualquier propósito o finalidad.7 Evidentemente,
la nueva ciencia imponía una pregunta: ¿no dependerá la construcción de una
ciencia en los asuntos humanos del abandono de la idea de propósito, intención,
etc.? Como señalamos, el desarrollo de
la hermenéutica como disciplina científica, por el contrario, estuvo vinculado
a la idea de propósitos, de comprensión “desde adentro”, es decir, al estudio
de los propósitos en el mundo humano. En este sentido la hermenéutica se ubica
como continuadora de la tradición aristotélica.8 El hermeneuta puede aceptar
que en el mundo natural no hay propósitos, pero la existencia de propósitos y
la necesidad de comprensión en el mundo humano le parecen evidentes. Ahora
bien, de acuerdo a la concepción romántica, la comprensión de un acto humano
debe ser buscada en la intención que le confiere sentido y, más
específicamente, debe ser realizada a través de la identificación simpatética
con otro ser humano.
………
1 Aquí hacemos una referencia deliberada a Wittgenstein quien se
preguntaba si lo que actualmente conocemos como filosofía es el único heredero
legítimo de lo que acostumbró a llamarse filosofía. Ver Cuadernos azul y
marrón, p. 96
2 Véase Inwood, Michael “Hermeneutics”
3 Ver Verdad y método p. 226 Warheit und Methode, p. 178. De
aquí en más VyM y WuM.
4 Como señala Umberto Eco, el problema de la recepción
permaneció invisible mientras la producción y la recepción de la obra eran
realizados dentro de las mismas tradiciones hermenéuticas, un presupuesto que
se ha ido corroyendo históricamente hasta el punto de que las condiciones de
circulación propias de los mass media hacen imposible que el autor pueda
anticipar en modoalguno las descodificaciones de las que será objeto su obra.
Ver su “El problema de la recepción”. Encontramos precisiones sobre etapas
previas de este proceso en Hans Robert Jauss en “Rezeption, Rezeptionsästhetik”
en Historisches Wörterbuch der Philosophie, hrsg. V. Joachim Ritter u.
Karlfried Gründer. Tomo 8, pp. 996-1004, Darmstadt, Wissenschaftliche
Buchgesellschaft, quien señala a la invención de la imprenta y el establecimiento
de bibliotecas privadas como la condición de la liberación de la lectura
respecto a determinadas instituciones, como la iglesia, que la tutelaban. Por
su parte Pierre Bourdieu en “Campo intelectual y proyecto creador” en AAVV
Problemas del estructuralismo, México siglo XXI, 1967, señala el surgimiento
del público- mercado moderno como la condición de la ruptura con la institución
del mecenazgo, la que garantiza en buena medida la coincidencia mencionada por
Eco y la posibilidad de prever la decodificación de la propia obra. La ruptura
con la institución del mecenazgo es, por otra parte, la condición de
posibilidad de la aparición del “intelectual autónomo”, es decir, el
intelectual que no reconoce más restricciones sobre su obra que las que impone
su proyecto creador, que produce, en consecuencia, constantes rupturas en los
códigos, en las expectativas del público, etc., teniendo por consecuencia que
el sentido de sus producciones sea, por regla general, cuando menos,
problemático. 5 Bauman, Z. La Hermenéutica
y las ciencias sociales, p. 8
6 En el sentido de que, si el vínculo causal pudiera ser objeto de conocimiento, ello
implicaría poder leer el futuro en un evento presente.
7 Véase Karl Otto
Apel Understanding and explanation, Parte I, cap. 2.
8 Véase la contraposición entre dos tradiciones científicas,
“galileana” y “aristotélica”, en von Wright, Explicación y comprensión.
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