"La vida, dijo (Pitágoras), se parece a una asamblea de gente en los Juegos; así como unos acuden a ellos para competir, otros para comerciar y los mejores (vienen) en calidad de espectadores, de la misma manera, en la vida, los esclavos andan a la caza de reputación y ganancia, los filósofos, en cambio, de la verdad." Diógenes Laercio, Vidas de filósofos ilustres, VIII
martes, 12 de junio de 2012
«Somos una sociedad con muy poca educación»
«Tengo miedo a hablar de crisis de valores, porque no es una expresión que se esté empleando bien»
«En un contexto negativo, los afectos disminuyen, y ahora lo normal es que el amor decaiga»
Dice Javier Sádaba (Portugalete, Vizcaya, 1940), catedrático de Ética y Filosofía de la Religión en la Universidad Autónoma de Madrid, que echa en falta que la gente discuta, que razone, que tenga argumentos y que escuche. Está convencido de que la responsable de esta carencia no es otra que la falta de «valores estéticos» en los que las nuevas generaciones -asegura- son deficitarias. Pero no es lo único que extraña el filósofo. Hoy visita Murcia para participar en el ciclo organizado por la Fundación Cajamar 'La mirada del hombre', donde hablará de amor, de sus virtudes y defectos, y de lo que define, parafraseando a Platón, como «uno de los mayores bienes del ser humano». Un amor que en tiempos de crisis también escasea porque, a su juicio, este contexto negativo hace que prevalezca el instinto de «supervivencia» de cada individuo frente a cualquier afecto, aunque no siempre sea así.
-¿Por qué habla de amor?
-Al mundo lo que le interesa es querer y que le quieran, y el gremio filosófico ha sido bastante cobarde a la hora de abordar este tema, por eso escribo sobre este sentimiento. La conferencia que presento en Murcia es un extracto de un libro mío titulado 'El amor y sus formas', en el que me fijo en la pasión como la fuente original del amor.
-¿Es difícil hablar de amor en tiempos de crisis?
-No son tiempos de amor. Siempre un contexto negativo hace que los afectos disminuyan y en la situación actual, el amor, como una emoción más, lo normal es que vaya decayendo. Las relaciones se rompen porque la gente antepone su supervivencia a sus propios sentimientos, y ahí aparece, si no egoísmo, sí una forma de egocentrismo. No obstante, en las épocas difíciles también se suscitan las posturas más románticas y más solidarias.
-¿Cómo va a afectar en el ánimo de los ciudadanos el rescate económico a España?
-En ese aspecto, hay mucha letra pequeña y muchísimo engaño. En este momento lo más prudente es creerse muy poco de lo que nos están diciendo y estar preparados para lo peor, porque cuando se nos vende como un gran éxito lo que no deja de ser el resultado de un gran fracaso es para echarse a temblar. Por otro lado, estamos pagando, especialmente algunos, no los culpables, el ladrillo, una pésima gestión en todos los sentidos, y que los ricos hayan cobrado mucho mientras se ha estrujado a los pobres y a los menos pudientes.
-¿Qué debemos hacer entonces?
-Si no miedo, porque miedo no hay que tener nunca, hay que tener mucha precaución. Vendan como vendan lo que están diciendo en este momento, aquí lo que ha ocurrido es que se ha pedido mucho dinero y hay que pagarlo, y eso vamos a hacerlo los ciudadanos.
-A la económica, ¿se puede sumar otras crisis como la de valores, la política o de credibilidad?
-Tengo mucho miedo a hablar de crisis de valores, porque ésta es una expresión que se está utilizando mucho últimamente y no se emplea bien. Valores hay que distinguir por lo menos tres.
- ¿Cuáles?
-Uno es el de habilidades técnicas, otro el estético y otro el valor moral. En cuanto a habilidades técnicas, que son las relacionadas con el conocimiento científico, en este momento sí que hay, aunque solo sea para unos pocos. En estéticos, sin embargo, cada día estamos peor. Somos una sociedad con muy poca educación. En ese sentido las nuevas generaciones son enormemente deficientes. Y finalmente los valores morales, que son los de solidaridad, los de ponerse en la piel del otro y compartir las cosas; y ahí estamos realmente mal. No soy nadie para poner una nota a esta sociedad pero hay tal desigualdad entre lo poco que tienen unos y lo mucho que tienen otros que lo que es justicia hay más bien poca.
-Precisamente, la crisis ha sacado a la luz la cara más solidaria de muchos ciudadanos.
-Cuando hay bastante caridad es que falta la justicia. Instituciones y organizaciones como Cruz Roja, y Cáritas están haciendo una labor que compete al Estado. No está nada mal que la gente sea solidaria pero no hace más que manifestar que la cosa en su núcleo está mal y las grandes enfermedades no se curan con aspirinas. Para eso habría que cambiar de arriba a abajo el tipo de sociedad y política en que vivimos. Hasta que eso no cambie las cosas no van a ir bien.
-¿Cabe esperar que se puedan producir episodios violentos como los que han ocurrido en otros países como Grecia?
-Puede haber brotes de violencia y no me extrañaría que los hubiera, pero yo tengo un gramo de optimismo. Es cierto que hay miedo y que la gente está harta de todo pero también es verdad que hay movimientos como, por ejemplo, el 15M, que demuestran que se pueden hacer las cosas pacíficamente. No creo que lleguemos a una gran convulsión pero sí que vayan a haber explosiones de libertad y movimientos alternativos como el 15M. Es más, creo que debería haberlos, porque es la única forma de cambiar radicalmente la democracia.
-No obstante, hay quien piensa que este tipo de movimientos sociales se han ido debilitando.
-Que se debilite tampoco es extraño. Estos movimientos tienen sus picos y sus momentos bajos, pero poco a poco se van extendiendo y eso es lo importante. Sin embargo, el debilitamiento del 15M es menor de lo que se dice; se ha instalado en muchos barrios y sectores de la sociedad donde funciona bastante bien. El problema es que no se percibe porque no sale en los grandes medios. Tampoco hay que ser impacientes porque las cosas necesitan su tiempo, lo que hay que hacer es trabajar en la sociedad y hacer que la gente se sienta el sujeto de los derechos. Es ahí donde está la solución, no creo que esté en la política ni la tenga algún partido político.
-Dice que hace falta un cambio, ¿por dónde hay que empezar?
-Estamos ante una crisis económica, una crisis de educación y una crisis moral que probablemente es la que más se resiente y que además sería la única que nos podría hacer salir de una situación como ésta. Si todo el mundo realmente tuviera una especie de revolución moral, las cosas serían muy distintas. Pero no tengo la respuesta para abordar el cambio, ni yo, ni nadie. Me parece muy bien que uno se pregunte estas cosas pero la receta para solucionar esto no la tiene nadie. Lo único que se puede hacer es reconocer que hay tendencias. La sociedad es muy compleja, tiene mucha historia y es imposible encontrar el punto que determine su cambio. Uno no tiene una varita mágica pero sí hay una serie de apuntes e indicadores que pueden ponernos en el camino del cambio. Yo confío en iniciativas como la vuelta a un cierto anarquismo en el que haya una crítica del poder constante y en una apuesta por las asociaciones sociales. Parece una tontería pero el 15M, por ejemplo, ha reforzado mucho a las asociaciones de vecinos. Todo eso son indicios, indicadores y tendencias que pueden marcar el futuro, más no creo que se pueda hacer.
-¿Cómo afectarán los recortes en educación a la sociedad del futuro?
-La educación la han maltratado desde hace mucho tiempo. Primero, nunca ha habido una financiación suficiente, especialmente en el campo de la Universidad y la investigación, y ahora los recortes lo que van a hacer es machacarla. Si va a haber menos profesores, menos capacidad para reciclar a los alumnos, lo lógico es que si antes estábamos mal en los informes Pisa, ahora estemos peor, y que se produzca un trasvase a la privada que diferencie entre alumnos de primera y de segunda, aunque también habría que desconfiar de esto porque en ocasiones tanto la educación como la sanidad privada son mucho peor que la pública.
FUENTE
Publicado por
JOSÉ DAVID
en
15:42
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