sábado, 18 de febrero de 2012

Edgar Morin, una mente lúcida

Edgar Morin, una mente lúcida
Preparando un proyecto, he tenido la oportunidad de revisitar “Los Siete Saberes” un ensayo especialmente inspirador que Edgar Morin escribió bajo el patrocinio de la UNESCO relacionado con el futuro de la educación a mediados de los años noventa. Para los que no lo sepan, este anciano próximo a cumplir 90 años, es un filósofo francés, entre otras cosas ex militar y ex comunista, brigadista internacional en la Guerra Civil española, voz lúcida de los sucesos de Mayo del 68 y una de las voces más determinantes de lo que desde hace unos años viene conociéndose como neurociencia, lo que demuestra según su teoría, actualmente muy aceptada, que los enfoques multidisciplinares enriquecen.

Edgar Morin es el creador del Pensamiento Complejo que sostiene que la realidad se comprende y se explica simultáneamente desde todas las perspectivas posibles. Se entiende que un fenómeno específico puede ser analizado por medio de las más diversas áreas del conocimiento, mediante el "entendimiento multidisciplinar", evitando la habitual reducción del problema a una cuestión exclusiva de la ciencia que se profesa. Dicho de otra forma, que sólo desde la comprensión del todo se puede profundizar en las partes, lo que supone un canto a la interacción disciplinar en la que siempre he creído. Algo parecido a lo que sucedió en el Renacimiento. Y ya sabéis que siempre he mantenido que estamos a las puertas de un nuevo renacimiento.

En este ensayo que transita entre lo racional (que no racionalista) y lo emocional (que no simplón) de la naturaleza humana, he seleccionado algunos párrafos que me han parecido especialmente interesantes y que he marcado entre comillas.

La primera reseña tiene que ver con la crítica a la compartimentación del conocimiento a través de la híper especialización y dice: “Las realidades globales, complejas, se han quebrantado; lo humano se ha dislocado; su dimensión biológica, incluyendo el cerebro, está encerrada en los departamentos biológicos; sus dimensiones psíquica, social, religiosa, económica están relegadas y separadas las unas de las otras en los departamentos de ciencias humanas; sus caracteres subjetivos, existenciales y poéticos se encuentran acantonados en los departamentos de literatura y poesía. La filosofía que es, por naturaleza, una reflexión sobre todos los problemas humanos se volvió a su vez un campo encerrado en sí mismo”.

Morin considera que el conocimiento es indisociable de lo que él llama la inteligencia general entendiendo como tal aquella que trata de comprender el contexto y la globalidad en los que opera el conocimiento. Y pone algunos ejemplos. “La economía, que es la ciencia social matemáticamente más avanzada, es la ciencia social y humanamente más atrasada puesto que se ha abstraído de las condiciones sociales, históricas, políticas, psicológicas, ecológicas inseparables de las actividades económicas. Por eso sus expertos son cada vez más incapaces de interpretar las causas y consecuencias de las perturbaciones monetarias y bursátiles, de prever y predecir el curso económico incluso a corto plazo. El error económico se convierte, entonces, en la primera consecuencia de la ciencia económica”.

Como precursor involuntario del Coaching ontológico, el que trata sobre el ser y el siendo, analiza la potencia de las emociones y del cuerpo que se expresa a través de los actos lingüísticos señalando que “Es interesante que los humanos seamos gemelos por el lenguaje y separados por las lenguas” a lo que añade “El tesoro de la humanidad está en su diversidad creadora, pero la fuente de su creatividad está en su unidad generadora”. Es decir, los humanos somos seres esencialmente iguales con independencia de nuestra raza, religión o cultura porque todos compartimos unas formas de manifestación idénticas basadas en las emociones y sobre todo, en la expresión de éstas.

Para él, el paradigma determinante en términos de educación está relacionado con el fin de la capacidad de predicción del futuro que, en su opinión, terminó con el estallido de la primera guerra mundial, dando paso a la noción de incertidumbre en la que estamos instalados desde entonces pero a la que todavía no nos hemos acostumbrado. “Una gran conquista de la inteligencia sería poder, al fin, deshacerse de la ilusión de predecir el destino humano. El porvenir queda abierto e impredecible. El conocimiento es una aventura incierta que conlleva en sí misma y permanentemente el riesgo de ilusión y de error. Es navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas”.

Probablamente no nos quede Edgar Morin por mucho tiempo, pero releyendo este ensayo que escribió en plena guerra de los Balcanes, es decir, hace más de quince años, uno no deja de entristecerse porque personas mucho más jóvenes que él tengan visiones tan reduccionistas de las cosas.

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