martes, 17 de diciembre de 2019

LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO EN KANT María Luján Ferrari y Silvia Solas

 LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO EN KANT María Luján Ferrari y Silvia Solas

Consideraciones generales

El pensamiento de Inmanuel Kant, filósofo prusiano, que vivió entre abril de 1724 y febrero de 1804 en la ciudad de Königsberg, constituye una posición que ha sido conocida como “Idealismo Trascendental”. El origen de su propuesta puede situarse en su afán de dar solución a los problemas irresueltos de las dos corrientes filosóficas dominantes en la época: el racionalismo y el empirismo.  Su formación filosófica, y por tanto, la dirección de su pensamiento en sus primeros estudios, se dan en el marco de la posición racionalista. Sin embargo, las lecturas de los textos de Hume, como él mismo reconocerá, lo ponen frente a un dilema que lo llevará, finalmente, a dar el “giro copernicano” que inaugura la línea criticista, un hito en la historia de la filosofía ya que marcará de manera irreversible todo el desarrollo de la filosofía posterior. El entorno del pensamiento kantiano es la Ilustración, movimiento intelectual y cultural que se extiende a lo largo de todo el siglo XVIII, especialmente en Inglaterra y Francia, y cuyo principal objetivo es acabar con las “oscuridades” irracionales (que los ilustrados refirieron fundamentalmente al período medieval) a través de las “luces” de la razón. Kant mismo lo define del siguiente modo en su texto Respuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración?, de 1784:

La Ilustración significa el movimiento del hombre al salir de una puerilidad mental de la que él mismo es culpable. Puerilidad es la incapacidad de usar la propia razón sin la guía de otra persona. Esta puerilidad es culpable cuando su causa no es la falta de inteligencia, sino la falta de decisión o de valor para pensar sin ayuda ajena. Sapere aude es, por consiguiente, el lema de la Ilustración. (Kant, 2010)  
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En ese contexto, al que se suma la consolidación científica con el sistema físico matemático sustentado por Newton, lo que pone de manifiesto como un hecho irrefutable las posibilidades de la ciencia, Kant se pregunta por las posibilidades de la Metafísica: 

Mi intención es convencer a todos los que encuentran de algún valor ocuparse en el estudio de la Metafísica, de que es absolutamente necesario, antes de emprender su trabajo, que consideren como no sucedido todo lo que ha pasado hasta aquí, y, ante todo, se formulen esta pregunta: ¿es posible algo semejante a la Metafísica? Si es una ciencia, ¿por qué no puede ser objeto, como las otras ciencias, de una aprobación permanente? Si no es ciencia, ¿por qué hace incesantes alardes de tal y detiene al entendimiento humano con esperanzas, si nunca extintas, jamás satisfechas? (…). Parece casi digno de risa que, mientras todas las ciencias progresan incesantemente, la que se tiene por la sabiduría misma, cuyo oráculo todos los hombres consultan, dé vueltas siempre en la misma dirección, sin poder avanzar un paso. (…) [Prolegómenos…, 1999: 21]
Y, en tanto Hume desde su posición empirista había puesto en duda los fundamentos de las categorías metafísicas sostenidas por el racionalismo, Kant le reconoce el haber contribuido a preguntarse por los fundamentos de una disciplina que se tenía por indiscutible, pero que no lograba a lo largo de su historia consolidarse a la manera de las ciencias física y matemática: 

(…) desde el nacimiento de la Metafísica, hasta donde llega su historia, no ha sucedido ningún acontecimiento que, en relación a la suerte de esta ciencia, haya podido ser más decisivo que el ataque que le dirigió David Hume. (…) Confieso con franqueza que, la indicación de David Hume, fue sencillamente la que, muchos años antes, interrumpió mi adormecimiento dogmático y dio a mis investigaciones en el campo de l a filosofía especulativa una dirección completamente distinta. (…) Yo inquirí, pues, primeramente, si la objeción de Hume no puede presentarse en general, y pronto encontré: que la noción del enlace de causa y efecto, no es, ni con mucho, la única por medio de la cual el entendimiento concibe a priori los enlaces de las cosas, sino que la Metafísica toda consiste en eso. (…) llegué a la deducción de que, estas nociones, de las cuales estaba yo ahora seguro, no se derivaban de la experiencia, como Hume había recelado, sino que brotan de la razón pura. (Kant, 1999: 22-24)

El “giro copernicano” producido por Kant consiste, como su mismo autor lo relata, en el cambio de los supuestos sobre los que tanto el racionalismo como el empirismo, pese a sus diferencias, fundamentaban la posibilidad del conocimiento; con ello intentaría superar las desviaciones en las que los mismos habían desembocado: el dogmatismo y el escepticismo respectivamente.  Efectivamente, piensa Kant, así como Copérnico sólo pudo dar solución a los problemas insolubles que presentaban las cuestiones astronómicas cuando hubo invertido el punto de partida de toda explicación, esto es, el principio geocéntrico por el heliocéntrico (pasando de considerar que la Tierra es el centro del Universo a que l o es el Sol), en el ámbito de l a gnoseología debemos cambiar el punto de partida: de considerar un sujeto pasivo que recibe reflejamente las condiciones del objeto, es decir, un sujeto determinado por el objeto, habría que partir de un sujeto que, inversamente, ponga él las condiciones, es decir, construya o determine activamente al objeto.   La Critica de la Razón Pura, una de sus principales obras, es la primera de las tres “Críticas kantianas” (las otras dos son la Crítica de la Razón Práctica –de 1788- y la Crítica de la Facultad de Juzgar –de 1790-) y fue publicada por primera vez en 1781; tuvo una segunda edición, corregida por el mismo Kant en 1787. Su objetivo principal es intentar responder la pregunta con que iniciamos este artículo sobre las posibilidades de la metafísica, en tanto el saber científico, habida cuenta de la existencia del sistema newtoniano, es un hecho (factum) y por tanto solo requiere que pueda j ustificarse cómo es posible. Dado que todo saber es expresado mediante juicios (es decir, enunciados) un abordaje del problema del conocimiento podría darse a partir de un a nálisis sobre los mismos. En tanto los juicios son estructuras que enlazan un sujeto y un predicado, Kant determina que existen dos posibilidades: o bien lo que enuncia el predicado no agrega ningún saber que ya estuviera contenido en el concepto del sujeto –en cuyo caso se trata de juicios analíticos-, o bien el predicado agrega información a la que el sujeto ofrece –y en tal caso se trata de juicios sintéticos-. Kant lo dice del siguiente modo:  

(…) Entre los juicios, cualquiera sea su origen o la forma lógica que adopten, hay, sin embargo, una dif erencia según su contenido, gracias al cual, o s on simplemente explicativos y con respecto al contenido nada añaden, o son amplificativos y aumentan el conocimiento dado; los primeros podrán llamarse juicios analíticos, los segundos juicios sintéticos. Los juicios analíticos no dicen en el predicado otra cosa que lo que en la noción del sujeto era ya verdaderamente pensado, aunque no tan claro y con igual conciencia. Si yo digo: todos los cuerpos son extensos, no he ampliado absolutamente nada mi concepto de cuerpo, sino que lo he resuelto, porque la extensión estaba ya realmente pensada antes del juicio en aquel concepto, aunque no declarada expresamente; el juicio es, pues analítico. Por el contrario, la frase: algunos cuerpos son pesados, contiene algo en el predicado que no estaba realmente pensado en concepto general de cuerpo; aumenta, pues, mi conocimiento, porque añade algo a mi concepto y debe llamarse, por esto, juicio sintético. (…) (Kant, 1999: 29-30)

Ahora bien, los juicios analíticos son a priori, independientes de la experiencia, pues están regidos por el principio de no contradicción; mientras que los sintéticos, en la medida en que la información que ofrece el predicado supera a la información que ya teníamos en el sujeto no podemos decir, sin más, que sean a priori, condición indispensable para el conocimiento científico. Kant plantea, de manera novedosa, que los juicios sintéticos pueden ser o bien a priori, o bien a posteriori.  Si los analíticos a priori son juicios universales y necesarios pero no brindan información nueva, y los sintéticos a posteriori brindan nueva información pero no son universales y necesarios, no es posible que ninguno de estos dos tipos de juicios sean los específicamente científicos, es decir, los que han permitido a la ciencia, consolidarse y avanzar. Por ello Kant propone un tipo de juicio sintético (que brinde información) y a priori (que sea universal y necesario):

Todos los juicios analíticos se basan completamente en el principio de contradicción, y son, por naturaleza, conocimiento a priori, sean o no empíricos los conceptos que le sirven de materia. (…) Hay juicios sintéticos a posteriori, cuyo origen es empírico; pero los hay también que son ciertamente a priori y que brotan del puro entendimiento y de la razón. Pero ambos coinciden en e sto: que de ninguna manera pueden br otar del principio del análisis, a saber, del principio de contradicción; exigen, pues, un principio completamente distinto, (…) [Kant, 1999: 30]


El objetivo de la Crítica de l a Razón Pura puede ahora reformularse con relación al juicio científico propuesto por Kant. Se trata de indagar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la física y en la matemática y de si son posibles en la metafísica:

(…) podemos decir con seguridad que existen verdaderamente, ciertos puros conocimientos sintéticos a priori, a saber: la pura Matemática y la pura Ciencia Natural; pues ambas contienen proposiciones las cuales, en parte son de certeza apodíctica por la mera razón, en parte por la unanimidad de la experiencia y, sin embargo, son generalmente reconocidas como independientes de la experiencia. Tenemos, pues, por lo menos, algunos indiscutibles conocimientos sintéticos a priori y no debem os preguntar si son posibles (puesto que son reales), sino solamente cómo son posibles, para poder deducir también, del principio de la posibilidad de los conocimientos dados la posibilidad de todos los demás. [Kant, 1999: 36]

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Introducción a la filosofía, Argumentación filosófica, Lectura académica  

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