viernes, 5 de diciembre de 2014

La verdadera esencia de la ciencia y la filosofía

La verdadera esencia de la ciencia y la filosofía

Nadie puede ser libre si no se le concede, se le reconoce y se le alimenta la capacidad de fantasía, que es, con seguridad, la capacidad misma de independencia y condición de la crítica.

La forma en que existen hoy en día la ciencia y la filosofía es como investigación. Quien no investigue, en el mundo de nuestros días, es un curioso, alguien con intereses intelectuales, en fin, incluso un amante de la lectura y las buenas discusiones. No más. Lo cual, desde luego, no es poco.
Ahora bien, la ciencia y la filosofía no se hacen sin buenas bibliotecas y hemerotecas; no sin laboratorios idóneamente dotados y experticia técnica; no sin el conocimiento de por lo menos un idioma extranjero y la participación en los circuitos correspondientes de conferencias en los que se habla y discute generalmente acerca de los más recientes desarrollos en cada campo; no sin computadores y oficinas decorosas, y ciertamente no sin asistentes de investigación, que muchas veces dispensan especialmente de las tareas mecánicas o administrativas.
Y, sin embargo, nada de ello define a un científico o filósofo por excelencia. Por el contrario, y muy radicalmente, nadie puede ser un filósofo o científico sin una estupenda capacidad de imaginación, fantasía, juegos ideatorios, con toda la libertad, sin constricciones de ningún tipo, y como juegos y experimentos llevados hasta el extremo. Frente al poder y la capacidad de la imaginación y la fantasía, todo lo demás es mecánica, técnica y destrezas. Incluso, lo cual es encomiable, puede ser mucho esfuerzo y trabajo, todo lo cual, fundamentales como son, resultan al cabo insuficientes.
El concepto de experimento mental aparece, sin embargo, apenas hacia 1812, cuando H. Ch. Oersted lo emplea en su sentido actual, y se convierte en una heurística de la investigación, con seguridad la más importante de todas las heurísticas. El concepto originario aparece en alemán y es unGedankenexperiment. En lo sucesivo el término se emplea en prácticamente todos los idiomas mayores de occidente, incluido, desde luego, el español.
De hecho, los más importantes experimentos en la historia de la filosofía y la ciencia no son experimentos empíricos, físicos y positivos. Por el contrario, son, literalmente, experimentos mentales. Muy recientemente, por ejemplo, es conocido como el propio Einstein expresó que los más importantes de sus experimentos fueron justamente ideatorios, actos y procesos de la fantasía, gracias a los cuales pudo desarrollar su teoría.
Uno de los más famosos experimentos mentales de todos los tiempos es el gato de Schrödinger, un juego ideado por el físico austriaco como una forma de distanciarse del debate entre Bohr y Einstein. (La personalidad misma de Schrödinger se corresponde con los juegos de fantasía, siendo él un hombre de sentido de mundo, extraordinario buen humor y conocedor del savoir vivre).
Es sabido que Galileo jamás se subió hasta el extremo superior de la Torre (inclinada) de Pisa y que sus estudios sobre caída libre y fricción fueron el resultado de experimentos mentales. Para no mencionar que, siendo un joven avezado, se aburría cuando sus profesores, todos jesuitas, llevaban a los cursos a la iglesia a orar. El joven Galileo prefería imaginar lo que sucedería si ese invento reciente, el reloj de péndulo, tuviera el péndulo más corto, o más largo. Esta clase de experimentos le permitirían a Galileo sentar las bases de la mecánica clásica, cuyo epítome sería la obra de I. Newton.
En filosofía, quizás el más famoso de todos los experimentos mentales es la paradoja de Zenón, o el burro de Buridano. Heurísticas maravillosas que alcanzaron una impronta fundamental en la cultura humana en general, y en ciencia y filosofía en particular.
Son numerosos los usos que se le encuentran y se le pueden hallar a los experimentos mentales. Lo importante, con todo, radica en el reconocimiento expreso de que los programas de educación, en general, y en particular los programas de educación en ciencia y filosofía, casi jamás enseñan a realizar experimentos mentales —todos, hoy por hoy, preocupados por desarrollar competencias interpretativas y otra clase nimiedades—. Todas las cuales se encargan de arrojar sombras sobre la libertad de la fantasía y la imaginación.
Los experimentos mentales han sido igualmente reconocidos y trabajados como "pompas de intuición". Esa capacidad que es anterior y sobrepasa con mucho al análisis. La intuición, una capacidad innata en todos los seres humanos, pero que es deformada y atrofiada por el peso de una cultura eminentemente racionalista y analítica.
Sería interesante montar un curso ilustrando la historia de la filosofía desde la Grecia antigua hasta nuestros días, o también de la ciencia moderna y contemporánea consistente en experimentos mentales. La máquina de Feymann, la paradoja EPR (Einstein–Podolsky–Rosen), la habitación china (en filosofía de la mente y ciencias cognitivas), el demonio de Maxwell, y tantos otros.
La capacidad de soñar, de imaginar, de fantasear. Sin saber incluso qué resultará de ello, y ciertamente no a priori. La fantasía y la imaginación, tanto como la intuición, tienen eso de particular: que se oponen a cualquier mecanismo de control y de administración, en cualquier acepción de la palabra.
Formar en ciencia y filosofía consiste, ciertamente, en formar gente libre. Pero de todas las libertades, con seguridad la primera y más radical consiste en soñar, imaginar, fantasear. Por ejemplo, soñar mundos posibles, imaginar alternativas a hechos reales. La lógica de contrafácticos, por ejemplo, es conspicua al respecto. Una lógica que es de gran ayuda en campos como los estudios políticos, las relaciones internacionales y los análisis de sistemas administrativos, por ejemplo.
Nadie puede ser libre si no se le concede, se le reconoce y se le alimenta la capacidad de fantasía, que es, con seguridad, la capacidad misma de independencia y condición de la crítica. Al fin y al cabo, la verdadera esencia de la ciencia y la filosofía estriba —como es de hecho ya el caso en las artes, la literatura y la poesía— en soñar posibilidades, imaginar espacios, tiempos, estructuras y dinámicas posibles. Todo ello en un mundo que se olvidó de soñar y que no le otorga espacios a la fantasía. Soñar lo posible, e incluso lo imposible mismo.

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