viernes, 18 de julio de 2014

LA TEORÍA BIG BANG

The Big Bang Theory

En 1949 y durante una intervención en la BBC, el astrofísico inglés Fred Hoyle, aquí a la izquierda, bautizó sin querer la teoría del Big Bang o Gran Explosión como supuesto origen del universo. Paradójicamente, el propio Hoyle no era partidario de esa hipótesis (de hecho, la llamó así por primera vez para burlarse de ella), sino de la teoría del estado estacionario, desarrollada por él mismo en compañía de Hermann Bondi y Thomas Gold, y según la cual la disminución de la densidad en el universo a medida que se expande se compensa con una creación continua de materia. Durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX esta idea tuvo bastantes adeptos entre los interesados en las abstrusas materias cosmológicas, pero a finales de los años sesenta surgieron nuevas informaciones (por ejemplo, se observaron quásares sólo a grandes distancias y no en las más cercanas galaxias donde, según su modelo, deberían estar también; y no sólo eso, sino que se descubrió la llamada radiación de fondo de microondas, incompatible con el modelo) que arrinconaron las ideas de Hoyle y sus colegas.


Poco a poco, la teoría del Big Bangfue ocupando espacio en la mente de los expertos y en sus cuadernos de observaciones (trabajos de Friedman, Lemaître, Hubble y otros) y de ahí pasó a las revistas científicas y, de ellas, almainstream del pensamiento general de la sociedad, hasta el punto de que hoy casi todo el mundo da por sentado no sólo que es la correcta, sino la definitiva y la inmensa mayoría de experimentos y trabajos que se elaboran hoy sobre cosmología se centran en ampliar o reforzar aspectos concretos sobre la misma. Según ella, el origen del universo hay que buscarlo en una singularidad espaciotemporal creada en un momento concreto a partir del cual comenzó su expansión, si bien los expertos reconocen que en realidad no se puede decir que hubiera una explosión propiamente dicha ni que fuera muy grande. Simplemente, en un momento equis, esa "singularidad" infinitamente pequeña comenzó a expandirse en una mínima fracción de segundo a través del espacio y, con la materia, nacieron las leyes físicas para regirla. Nadie sabe muy bien por qué... Pero la idea es que dependiendo de la cantidad real de materia que hubiera en un primer momento en el universo, éste se expandirá indefinidamente o, en cierto momento, llegará al límite de su elasticidad y, como un chicle, se contraerá de nuevo hasta que todo termine como empezó, con un Big Crunch o Gran Colapso. Si yo hubiera sido el dios creador de este universo concreto también le hubiera puesto ese nombre a mi hamburguesa cósmica favorita...
Las observaciones realizadas en los últimos años con los más modernos telescopios y tecnología en general no sólo avalaban esta teoría (básicamente, confirmando la expansión a través de la Ley de Hubble, apreciable en el corrimiento hacia el rojo de las galaxias, la abundancia de elementos ligeros y la existencia del fondo cósmico de microondas) sino que se atrevían a fechar el momento exacto del Big Bang hace 13.700 millones de años (parece que alguien encontró un diario de aquella época con el titular de portada: "Hoy comienza el universo" y en el sumario del periódico: "Lea nuestra entrevista con el señor dios: 'Estoy muy satisfecho de cómo me ha quedado todo..., ahora mis colegas tendrán que aceptar que no soy un chapucero'"). Sin embargo, planteaban varias dudas. Por ejemplo, el hecho de que más o menos el 70 por ciento de nuestro universo esté formado por un misteriosísimo tipo de substancia conocida como energía oscura que nadie tiene ni idea de qué es lo que es, aunque se sabe que afecta a la expansión del espacio-tiempo (mmmh..., parece que los partidarios de Darth Vader siguen siendo mayoría entre los que manejan la Fuerza...).


Bien, pues esta misma semana el aparatoso andamiaje de esta hipótesisha sufrido un profundo estremecimiento que ha llevado a más de un experto a agarrarse donde ha podido para no caerse desde las alturas, después de que uno de los físicos contemporáneos más importantes del mundo,Roger Penrose de la Universidad de Oxford (tiene un aire a Artur Mas, el pobre), anunciara al mundo que ha encontrado "atisbos" de la existencia de un universo previo al Big Bang. Penrose ha revelado esta demoledora conclusión tras estudiar junto a su colega armenio Vahe Gurzadyan ciertos datos aportados por el satélite WMAP según los cuales, ni el espacio ni el tiempo comenzaron a existir con la famosa explosión-que-no-es-una-explosión sino que nuestro actual universo no es otra cosa que uno de los muchos que ha habido hasta ahora en un ciclo aún no se sabe si eterno pero desde luego mucho más extenso de lo que podemos imaginar con nuestra pobre mente humana.Penrose denomina eones a cada uno de los universos orebotes de universos que se han desarrollado a través de ese ciclo que parece no tener fin y que se repetiría de Big Bang en Big Bang eternamente..., o casi.

Irónicamente, Penrose asegura que las pruebas que demuestran lo que dice se encuentran precisamente en las características del antes citado fondo cósmico de microondas que, se suponía, demostraba justamente la teoría tal cual estaba antes. En ese fondo (de armario cósmico), afirma haber encontrado una serie de círculos concéntricos con diferencias notables en la temperatura de la radiación que apoyan sus revelaciones, puesto que los interpreta como las huellas dejadas en nuestro actual universo por las ondas gravitatorias que se generaron cuando los agujeros negros del universo anterior colisionaron en él.
Todo esto es muy interesante, porque obliga a cambiar muchas más cosas de lo que parece. Por ejemplo, en el aspecto religioso, que tantos quebraderos de cabeza sigue dando en el mundo actual. Y es que, aunque elBig Bang es una hipótesis científica, ha sido manipulada por diversas creencias para ajustarla a su interpretación del mundo. Por ejemplo, por los creacionistas que defienden a capa y espada la existencia de un diosecillo envejecido de barba blanca y túnica simple que un día se levantó y se le ocurrió crearlo todo en siete días. O por la propia Iglesia Católica que acabó por aceptar esta teoría cosmológica considerándola compatible con la doctrina de Tomás de Aquino porque también cuadraba con su imagen de la divinidad (y eso, a pesar de que no coincide en absoluto con el que se supone es el libro más importante del mundo, la Biblia, que comienza, recuerdo, con las palabras: "En el principio era el Caos..." ¡Por definición, el caos implica un orden anterior, pero todos los filósofos romanos han mirado siempre para otro lado a la hora de enfrentar este dato!). Otras religiones, como el Judaísmo, el Islam, el Deísmo y hasta el Budismo también encuentran textos para referirse a todo esto y aceptarlo.

Sin embargo, a mí este descubrimiento de Penrose me recuerda a la Respiración de Brahma: ese concepto hinduísta según el cual la vida es producto del constante inspirar y expirar del gran dios creador supremo de su tradición. Cuando Brahma expira, su aliento (equivalente a una oleada de vida) se extiende por el cosmos y durante ese tiempo nacen las galaxias, los soles, los planetas y toda la vida dentro de ellos. Cuando Brahma inspira, recupera su aliento y por tanto reabsorbe en sí mismo todo aquello que de él nació en su momento (y la vida desaparece). Durante un largo instante cósmico, ni expira ni inspira, y entonces nada sucede en la existencia. Entonces vuelve a espirar, y vuelve a crearse otro universo, otro eón como diría Penrose...
Lo más grande de todo es que puede que este físico de Oxford haya dado sin querer con la prueba definitiva de nuestra inmortalidad pues la misma ciencia reconoce y postula lo mismo que en su día se revelaba en las verdaderas Escuelas de Misterios: que "nada se crea ni se destruye, sólo se transforma"y, si esto es así, universo tras universo, quién sabe desde cuándo estamos dando tumbos entre las estrellas.
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TECNOCIENTILOSOFÍA: The Big Bang Theory

TECNOCIENTILOSOFÍA: The Big Bang Theory: En 1949 y durante una intervención en la BBC, el astrofísico inglés Fred Hoyle, aquí a la izquierda, bautizó sin querer la teoría del Big Ba...

LA ADQUISICIÓN DE LA TEMPORALIDAD EN EL HOMBRE

LA ADQUISICIÓN DE LA TEMPORALIDAD EN EL HOMBRE

El hombre es a sí mismo el objeto más maravilloso de la naturaleza; pues no puede concebir qué es el cuerpo, menos aún qué es la mente, y menos que todo cómo estará unido el cuerpo a la mente. 
BLAS PASCAL

Si a nosotros nos mostraran el ser una sola vez, quedaríamos aniquilados, anulados, muertos. En cambio el tiempo es la dádiva de la eternidad. La eternidad nos permite todas esas experiencias de un modo sucesivo. 
J.L. BORGES

El tiempo madura todas las cosas. Ningún hombre nace sabio. 
MIGUEL DE CERVANTES

Nosotros no recordamos días, sino momentos. 
CESARE PAVESE
EL HOMBRE del mundo occidental siente que su vida transcurre en lo que podemos llamar tiempo del sentido común, que fluye, según lo cree, de manera lineal del pasado al presente y de ahí al futuro; en esa idea están implicadas las nociones de irreversibilidad, duración y periodicidad. Sin embargo, el niño no posee al nacer este esquema temporal, sino que lo va adquiriendo durante los primeros años de su vida a través de su crianza, de las costumbres de su ambiente y del lenguaje, y a medida que es sometido a las normas, leyes y convenciones de la cultura. En el presente capítulo discutiremos de qué modo el niño es ubicado en una cultura que incluye la concepción de un tiempo que fluye. Por ello, nuestra exposición se referirá, en primer lugar, a los modelos psicoanalíticos que tratan de explicar los vestigios más primitivos del tiempo en el sujeto y, posteriormente, a las contribuciones de Jean Piaget sobre la adquisición de la temporalidad en el niño.
No tenemos indicios de que el feto capte alguna forma de temporalidad. Suponemos que vive en una especie de estado estacionario en que el tiempo no tiene una dirección preferencial, y en el que los acontecimientos biológicos oscilan simétricamente alrededor de un optimo homeostático regulado por su madre (Blanck-Cereijido, 1983). Por supuesto, el feto sufre desequilibrios que lo impulsan a lo largo de todas las etapas de gestación, pero estos se desarrollan en periodos demasiado largos compara sospechar que puedan dar origen a un sentido temporal. cuando el niño nace, las condiciones cambian: el estado de causiequilibrio fisiológico de la vida fetal se rompe, y el traumatismo del parto causa una situación de angustia tan severa que se ha llegado a pensar que toda angustia posterior, incluso la de la vida adulta, la vuelve a evocar de alguna manera. Esa angustia del nacimiento duraría desde que se rompe la relación intrauterina con la madre hasta que el recién nacido tiene por fin la primera inspiración. Ese lapso, esa experiencia traumática, posee características de temporalidad por dos razones: dura y tiene dirección. Por ello, Liberman (1955) opinó que el sentido del tiempo comienza a estructurarse en el canal uterino.
Así y todo, la noción temporal es casi inexistente en el recién nacido. Aunque el niño ya depende de una fuente de suministros externa, la unión que mantiene con la madre tiene carácter simbiótico, lo cual le permite sentirse como si fuera uno con esa madre que cuida de él, y en consecuencia, engendrar una fantasía de omnipotencia.
Pero, en cambio, las demandas de alimento del niño y las demoras que le son impuestas en la satisfacción son generadoras de su sentido temporal, porque son necesidades periódicas que se incrementan a medida que es mayor el tiempo que lleva calmarlas. En consecuencia, el ciclo hambre-alimento-satisfacción-hambre-alimento.etc., es fundamental para generar la noción temporal: los momentos de demora en la satisfacción son una brecha en la omnipotencia atemporal del bebé y lo van poniendo en contacto con la realidad. Por otro lado, toda situación que proporcione sensaciones cinestésicas (ritmo respiratorio, actividad cardiaca, etcétera) y cualquier otra fuente de señales periódicas que el niño pueda percibir, aun de modo inconsciente, contribuyen a la diferenciación de intervalos y son también precursoras del sentido del tiempo (Colaruso, 1979).
Cuando el bebé logra saciar su hambre y sentirse confortado por la cercanía del pecho materno, va configurando lo que se dio en llamar "la experiencia de satisfacción" (Freud, 1900). De acuerdo al mismo modelo, la demanda del niño evocará más tarde esa satisfacción de un modo alucinatorio, es decir que creará en su mente la imagen del pecho materno. Esto sucede en los momentos tempranos de la vida, periodo en el cual las operaciones psíquicas estarían gobernadas por el principio del placer, y cuando aún no hay conciencia de un decurso temporal. Pero la satisfacción alucinatoria termina por agotarse, y al tratar entonces de reemplazarla por una satisfacción más duradera, el niño pone en movimiento la atención, la memoria y el pensamiento, funciones que, aunque recién adquiridas, le permiten producir ciertas modificaciones en el mundo externo, tales como hallar el modo de llamar a la madre y de conseguir su ayuda. Cuando esto ya sucede, decimos que el aparato psíquico comienza a funcionar bajo el principio de realidad. En este momento ya existe la mediatez, la espera, la demora, la temporalidad.
Pero la demora y la falta de satisfacción tienen otra consecuencia: dan origen primero a la alucinación y después al pensamiento. Como el pensamiento opera con palabras, es necesario hacer alguna referencia, aunque somera, a la génesis del lenguaje. Lacan (1957) sostiene que el ser humano se construye como sujeto a través de las palabras que le llegan desde otra persona. Estas palabras aparecen cuando hay una ausencia y tienden a suplirla; dicho de otro modo, cuando algo falta en la realidad vienen las palabras que lo nombran. Cabe preguntar, entonces, por qué existen tales faltas y tales ausencias o, mejor dicho, que quieren decir. Como lo mencionamos en el capítulo anterior, en nuestras culturas hay por lo menos una ley que estructura las relaciones familiares y prohíbe que el deseo de la madre sea colmado por su hijo, lo cual condiciona la relación entre ambos. Esta ley, que en un sentido genérico es una función restrictiva paterna, vincula así la paternidad tanto con la restricción como con el límite impuesto a la satisfacción. A su vez, el límite en la satisfacción dará origen al deseo inconsciente, responsable de la constante búsqueda del objeto perdido, y también de que el sujeto abandone el principio del placer. En el momento en que deja de regirse por el principio del placer (bajo cuya primacía alucina lo que desea) y comienza a regirse por el principio de realidad, el niño se sitúa en otro plano para obtener satisfacción y trata de modificar la realidad externa. De este modo, la restricción desempeña un papel fundamental en la estructuración de la mente del niño, tal como lo había desempeñado en la estructuración de todos los niveles jerárquicos inferiores a que nos referimos en el capítulo I.
En la tercera semana de vida los ritmos horarios del bebé indican cierto reconocimiento del día y la noche; la madre trata en ese momento de adaptarlo a los horarios diurnos. Así, lo que era biológico se transforma en psicológico y está muy coloreado por la relación con la madre. Los precursores biológicos del sentido del tiempo (ritmo cardiaco, respiratorio, ciclos de peristaltismo intestinal, etcétera) ya no se viven de un modo objetivo, sino que forman parte del intercambio afectivo del niño con su madre.
Al inicio, el tiempo del bebé es infinito y está compuesto de instantes separados y discontinuos. A los pocos meses, el desarrollo neurológico y social del niño hacen que comience una etapa de gran progreso cognitivo y motor, que le irá cambiando su sentido del tiempo. Entre el año y medio y los tres años, el foco de interés del bebé se traslada a los esfínteres y a la posibilidad de controlarlos. A esa edad, sus condiciones de maduración y el interés de la madre en que el niño se adapte lo ponen en posibilidad de adquirir hábitos de limpieza. Ahora, el tiempo está conectado con sensaciones y afectos, asociados a su vez a un colon o a una vejiga llenos. Por fin, el niño adquiere un control consciente de los esfínteres, ya puede manipular los intervalos de tiempo, lo que da lugar a las nociones de control sobre el cuerpo, pero también sobre el medio que lo rodea y sobre el tiempo. No obstante, cuando comienza el aprendizaje del control esfinteriano el niño debe entregar su recién adquirido dominio del tiempo, resignándose a perder sus contenidos bajo las órdenes de la madre, quien establece cuándo y por cuánto tiempo debe usar el baño, cómo distribuye sus actividades motrices, cuándo duerme y cuándo come. Si, como suele suceder, el niño se identifica con la madre en sus funciones de control, podrá concebir que el manejo del tiempo le concede la posibilidad de manejar el medio familiar. En resumen, tal podría ser el origen de las fantasías de control del tiempo, de la vida y de la muerte que se encuentran más tarde en el adulto.
Entre los cuatro y los doce meses, el niño comienza a usar objetos transicionales. Esta expresión fue creada por Winnicott (1957) para designar objetos queridos por el niño, juguete o mantita al que recurre cuando se siente solo, triste o separado: es una especie de intermediario entre él y su madre, pero que el niño puede manipular. Jugar con este objeto le da una oportunidad de elaborar su experiencia con el espacio, con el tiempo, con las apariciones y ausencias de la madre, lo que le permite a su vez crear una memoria de experiencias vividas que se proyectan en el espacio cuando juega con su osito o su mantita. Estas representaciones, que tienen un carácter intermedio entre lo interno y lo externo, le ayudan a formar otras representaciones psíquicas más estables, que funcionan como puentes durante las ausencias del objeto amado. Las experiencias del niño son ahora menos fragmentarias, puesto que puede establecer conexiones entre el pasado y el presente. Volveremos sobre este punto en el capítulo VII, al referirnos a las observaciones de Freud sobre el juego del Fort-da.
La diferenciación entre su yo y el mundo externo, el comienzo de la simbolización y del lenguaje y la aparición de la memoria, darán mayor estabilidad a sus representaciones psíquicas y afianzarán por fin su propia identidad. A esta altura, el niño puede conservar de modo más regular la representación mental de su objeto querido: ya no se desespera durante sus ausencias, porque puede evocarlo. Ello le permite percibir duraciones y continuidades, el tiempo se le convierte en un flujo de sensaciones que tienen un sentido unitario que trasciende las diferencias de contenido de cada instante.1
El desarrollo de la temporalidad en el individuo fue estudiado por Jean Piaget desde una óptica diferente. Para empezar, considera la noción de tiempo como un elemento de lo real en el niño, pero también sostiene que en psicología el apriorismo kantiano, que postula la existencia de la intuición temporal, carece de validez, pues las nociones que son aparentemente primarias para los adultos aparecen en un niño después de un largo trabajo de construcción. En La construcción de lo real en el niño, Piaget (1976) afirma que motricidad y cognición se complementan, puesto que el sujeto conoce al mundo y a sí mismo a través de la acción. "La inteligencia —dirá más adelante— surge en el contacto con las cosas, organiza al mundo organizándose a sí misma." Correlativamente, las nociones de objeto, causalidad, espacio y tiempo se elaboran de manera simultánea e interdependiente. Las relaciones causales implican un orden en el tiempo: causa antes, efecto después; las dos cosas —casualidad y tiempo—, por lo tanto, tienen un origen común.
Para Piaget, el pensamiento es un proceso refinado y flexible de prueba y error, que no depende de actitudes automáticas aprendidas ni reflejas. Existen, según él, cuatro etapas en el desarrollo cognitivo. La primera, sensorio-motriz, cubre los dos primeros años de vida y está caracterizada por una inteligencia empírica y no verbal; el niño experimenta con objetos y conecta las nuevas adquisiciones con las anteriores, aprendiendo así de su propia experiencia. En la segunda etapa, preoperacional, de los dos a los siete años, los objetos de la percepción son representados por palabras, el niño manipula experimentalmente en su mente las palabras de la misma manera en que antes manipulaba los objetos. En la tercera etapa, de los siete a los doce años, comienza a realizar operaciones lógicas y clasifica objetos por sus similitudes o diferencias. En laúltima etapa, de los doce años hasta la adultez, el individuo comienza a utilizar operaciones lógicas formales y el pensamiento se transforma en una especie de experimentación más flexible.
Tanto el espacio como el tiempo están presentes en toda percepción, que es extensa y tiene duración, aunque en el niño la duración está lejos aún de la temporalidad adulta. Al principio, el tiempo para el niño es igual a la duración psicológica de sus actos; después va a establecer una relación de esta duración con los hechos del mundo externo y, por último, incluirá sus actos en la serie de sucesos rememorados, formando la historia de su medio, convirtiendo al tiempo en la red que ensambla la estructura objetiva del Universo.
Como Piaget asocia el desarrollo de la temporalidad a los estadios del desarrollo de la inteligencia sensoriomotriz, convendría revisar ahora, muy brevemente, en qué consiste la noción de tiempo en cada uno de ellos.
En los primeros estadios, que abarcan los 4 a 5 primeros meses, se adquieren algunos hábitos simples. Si bien existe una noción de espacio, es fragmentaria y no hay diferencia entre el mundo externo de la realidad y el mundo interno experiencial. Existen impresiones de deseo, de espera, de éxito o de fracaso: existe una conciencia de sucesión de desarrollo de las etapas de un acto, pero cada acto forma un todo aislado de los otros. A su vez, cada sucesión consiste en un deslizamiento desde la fase de deseo hacia la fase terminal de éxito o de fracaso, que es sentida sólo como presente. De esta manera, la duración es exclusivamente psicológica: no hay sucesión de hechos afuera delyo, ya que no hay límite entre la propia actividad y las cosas. A partir de sus primeros hábitos el lactante es capaz de realizar dos operaciones que interesan a la elaboración de las series temporales: coordina sus movimientos en el tiempo y efectúa algunos actos antes que otros en su orden regular; por ejemplo, abre la boca antes de succionar. Por otra parte, a partir del segundo estadio puede coordinar sus percepciones en el tiempo, como volver la cabeza al oír un sonido y tratar de ver la fuente que lo emitió.
Piaget afirma que es importante separar el punto de vista del observador de aquel, del sujeto. Para el primero, los actos del niño se ordenan en el tiempo, pero no existe evidencia de que la sucesión sea percibida como tal por el niño. El niño puede llegar a ordenar sus actos en el tiempo sin percibir ninguna sucesión que ordene los acontecimientos.
Piaget considera que en los dos primeros estadios de maduración lo que el niño siente es una duración de las acciones que realiza. Esta duración se confunde con el desarrollo mismo del acto, pero no implica un antes ni un después, ni una medida de intervalos.
A partir del tercer estadio (5-9 meses) el niño comienza a actuar sobre las cosas y a utilizar las relaciones que ellas tienen entre sí. Así como durante los dos primeros estadios el niño es indiferente a los objetos que desaparecen de su campo perceptivo (si deja de ver una cuchara, ésta deja de existir), durante el tercer estadio comienza a atribuirles una permanencia, y se muestra capaz de buscarlos. También comienza a aplicar la causalidad a las cosas: a esta edad, el niño entiende que su propia acción es la única causa de cualquier efecto que aparezca, aunque éste no tenga en realidad contacto alguno con él. También el espacio que percibe ahora depende de la acción que él ejerce sobre las cosas. Percibe una sucesión de acontecimientos cuando él los motiva. El niño del tercer estadio todavía no es capaz de reconstruir la historia de los fenómenos exteriores, ni de evaluar los intervalos, sino sólo de percibir la sucesión elemental de las acciones ya organizadas.
En la cuarta etapa (9-11 meses), los objetos pasan a ser permanentes, a existir aunque el niño no los vea. Esto lo llevará a realizar acciones para verlos, con lo que se establecerá un nexo entre sus actos y los sucesos externos. El tiempo, que al principio era sólo inherente a las propias acciones, se empieza a aplicar ahora a los acontecimientos independientes del yo. Pero esta objetivación es limitada: el "antes" y el "después" todavía no son sistemáticos ni continuos. El tiempo aún no es un medio común que abarque tanto a la propia acción como al conjunto de acontecimientos, sino algo que prolonga la duración subjetiva de las acciones del niño. A esta altura, su memoria le permite reconstruir series breves de sucesos independientes del yo, pero aún no puede reconstruir la secuencia de los fenómenos del mundo externo.
La mayor parte de las conductas del quinto estadio aparecen alrededor del año. El tiempo ya no se aplica sólo a las acciones que vinculan al niño con los objetos, sino que llega a ser el medio más general. Las cosas ya no son espectáculos a disposición del niño, sino que se organizan en un universo permanente. A esta altura del desarrollo, la causalidad trasciende la subjetividad, el niño es menos egocéntrico.
Si bien el tiempo se hace general y se extiende a todo el campo de la percepción, el niño no puede todavía evocar el pasado. Los momentos que no han dejado huella perceptiva no pueden ser recordados.
Finalmente, en el sexto estadio de construcción de la realidad (18-24 meses), el niño puede evocar recuerdos, y los puede ubicar en un tiempo que comprende también su historia. De ahora en adelante, su propia duración se sitúa en referencia a la duración de las cosas, lo cual posibilita el ordenamiento de los momentos del tiempo y su medida con respecto a puntos de vista externos.
Piaget (1961) afirma que el lenguaje y la socialización contribuyen a crear las nociones de duración y sucesión, y a transformar al tiempo en continuo y universal. Aparece la noción de flujo temporal continuo, la conceptualización temporal como una función cognitiva que madura con la experiencia y con el crecimiento, y que llevará a concebir la duración como el sentido subjetivo del paso del tiempo. También considera que el niño adquiere la posibilidad de captar la experiencia física de la duración, que aparece representada por su propia edad, o la edad de los que lo rodean.
En resumen: la temporalidad del adulto no es espontánea, sino que se adquiere a partir de las experiencias de pérdida, y está ligada a la posibilidad de hablar, pensar y hacer. Sin embargo, la temporalidad del adulto no ha sido la misma para el cazador de la Edad de Bronce que para el filósofo griego o para el hombre del siglo XX. Los tiempos del hombre han ido evolucionando a lo largo de la historia. En el próximo capítulo veremos, por lo tanto, cómo fue evolucionando la noción del tiempo que tenemos en nuestros días.
NOTAS

1 J.Lacan, en El tiempo lógico (1966) describe tres tiempos: El instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir. Sus comentarios acerca del tiempo se vinculan al problema de la identificación y la constitución del sujeto. Podemos advertir sin embargo, que más que "tres tiempos", se trata en realidad de tres aspectos de la subjetivación y de la intersubjetividad.

jueves, 17 de julio de 2014

Latinoamericanos en Europa aportan a cultura y filosofía académico

educacion635x300.jpgImagen: Archivo.
La comunidad latinoamericana tiene una fuerte presencia en varios países de Europa, donde ha conquistado espacios manteniendo sus orígenes e identidad, consideró hoy el académico de la Universidad Arcis de Chile, Aliwen Antileo.
El experto, quien a principios de julio visitó Suiza, donde permaneció en exilio en los años de la dictadura de Augusto Pinochet, destacó que esas comunidades han logrado tener influencias en esas latitudes, ?"obre todo en el ámbito cultural".
Ellos participan en carnavales, en muestras de cultura, su presencia es bastante fuerte con dinamismo y vitalidad, subrayó el profesor de origen mapuche y catedrático del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Arcis de la capital chilena.
Los latinoamericanos "aparecen en distintos debates y foros, exponen conceptos como descolonización, refundación de Estados, una nueva relación con la madre tierra, que son traídos de América Latina, con sus particularidades, sus colores, con sus matices", resaltó.
"Realmente América Latina está siendo considerada una referencia, de manera diferente que en la década de los años 80, cuando era más bien un terreno en donde había que hacer solidaridad producto de las graves violaciones a los derechos humanos que se sucedían", recordó Antileo.
El catedrático chileno opinó que "hoy es distinto. En las comunidades de latinoamericanos en Europa, que han aumentado debido a la migración, hoy día se habla de proyectos de sociedad, de refundación de sociedad, de paradigmas universales", dijo.
Algunos de ellos fueron gestados en una matriz indígena, "pero también popular, de relación con el medio ambiente, con la naturaleza, pero también de mayores grados de participación y de democracia de la sociedad en general", señaló.
"Hay experiencias en América Latina que son insoslayables como la de Bolivia, Ecuador y Venezuela que han creado, por así decirlo, quiéranlo o no, una referencia, un liderazgo internacional", destacó.
Eso es un tema en Europa, donde hay una crisis de paradigma y les "parece apropiado considerar algunas de las cosas que se están modificando en América Latina, producto de procesos de movilización de millones y millones de seres humanos", agregó.
Antileo señaló que en esto han hecho un aporte los latinoamericanos en general, en particular los chilenos, "y por cierto dentro de eso nuestros hermanos mapuche".
"Llama la atención el conocimiento que tienen distintos pueblos de la causa del pueblo mapuche y eso, por cierto, habla bien de la comunidad latinoamericana que se encuentra en Europa", dijo.
No es sólo un tema práctico, el recuerdo o la mantención de la identidad, "hay una elaboración ideológica, política, filosófica, distinta, que por cierto se ha construido con el tejido social que quedó del exilio, esa fue la matriz", subrayó Antileo.
"Se ha resignificado algunos conceptos, se han plasmado nuevos y se ha recogido lo mejor en un esfuerzo de síntesis, habida cuenta de que hay además un proceso migratorio ascendente, lo que trae un componente cualitativo distinto", indicó.
"Por lo tanto hay un hervidero de ideas, de conceptos que hace que sea bastante más interesante estar ahí, de lo que en algún momento lo fue. Sólo en Ginebra se están hablando 17 idiomas", apuntó.


Leer más:  Latinoamericanos en Europa aportan a cultura y filosofía: académico - eleconomistaamerica.cl  http://www.eleconomistaamerica.cl/actualidad-eAm-chile/noticias/5946481/07/14/Latinoamericanos-en-Europa-aportan-a-cultura-y-filosofia-academico.html#Kku8SmxfM2nOIPCP

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miércoles, 16 de julio de 2014

Principios de reconstrucción social

Principios de reconstrucción social

¿Qué podemos hacer en bien del mundo mientras vivimos?

 Muchos hombres y mujeres desearían servir a la Humanidad, pero están perplejos y su poder parece infinitesimal. La desesperación se apodera de ellos; los que tienen las pasiones más fuertes sufren más por el sentido de su impotencia y están más propensos a la ruina espiritual por falta de esperanza. 

 En tanto que creamos solamente en el inmediato futuro, no es mucho lo que podemos hacer. Es probablemente imposible para nosotros terminar con la guerra. No podemos destruir el excesivo poder del Estado o de la propiedad privada. No podemos, en estos momentos y entre nosotros, llevar una nueva vida a la educación. En estas materias, aunque podemos ver el mal, no podemos curarle por entero por medio de ninguno de los métodos políticos ordinarios. Debemos reconocer que el mundo está gobernado con un espíritu erróneo y que un cambio de espíritu no puede venir de un día a otro. Debemos poner nuestras esperanzas en el mañana, tiempo en que lo que se piensa hoy por unos pocos sea el pensamiento común de muchos. Si tenemos valor y paciencia podemos pensar los pensamientos y sentir las esperanzas por que, más pronto o más tarde, serán inspirados los hombres, y la debilidad y el desaliento se convertirán en energía y ardor. Por esta razón, lo primero que debemos hacer es ser claros en nuestras propias mentes en cuanto a la clase de vida que creemos buena y a la clase del cambio que deseamos en el mundo.

 El último Poder de aqueIlos cuyo pensamiento es vital resulta mucho mayor de lo que parece a los hombres que sufren de la irracionalidad de la política contemporánea. La tolerancia religiosa fue en un tiempo la especulación solitaria de unos pocos filósofos intrépidos. La democracia, como teoría, llevó una gran cantidad de hombres al ejército de Cromwell, quienes después de la restauración, la llevaron a América, donde dio sus frutos en la guerra de la independencia. Desde América, Lafayette y otros franceses que estuvieron combatiendo al lado de Washington i trajeron la teoría de la democracia a Francia, donde se unió a las enseñanzas de Rousseau e inspiró la revolución. El socialismo, sea lo que sea lo que pensemos de sus méritos, es un Poder grande y creciente que está transformando la vida política y económica, y el socialismo debe su origen a un número muy pequeño de teorizantes aislados. El movimiento contra la sujeción de la mujer, que se ha hecho irresistible y no está lejos de un completo triunfo, empezó por el mismo camino, con unos pocos idealistas impracticables - Mary Wollstonecraft, Shelley, John Stuart Mill. El Poder del pensamiento en el largo transcurso es mayor que ningún otro Poder humano. Los que tienen la facultad de pensar y la imaginación para pensar de acuerdo con las necesidades de los hombres realizarán quizá, más pronto o más tarde, el bien a que aspiran, aunque no probablemente mientras vivan todavía. 

 Pero los que quieren ganar el mundo por el pensamiento deben resignarse a perderle como sostén en el presente. La mayor parte de los hombres van a través de -la vida sin inquirir mucho, aceptando las creencias y las prácticas corrientes que encuentran, sintiendo que el mundo será su aliado si no se ponen en oposición con él. Un nuevo pensamiento sobre el mundo es incompatible con esta confortable aquiescencia; requiere cierto destacamento intelectual, cierta energía solitaria, un Poder de dominar interiormente el mundo y los modos de apreciar que el mundo engendra. Sin una voluntad para estar solitario no se puede realizar un nuevo pensamiento. Y no se realizara para ningún propósito si la soledad va acompañada del alejamiento o si el destacamento intelectual lleva al desprecio. Es a causa de que el estado mental requerido es sutil y difícil, porque es duro estar destacado intelectualmente y no alejado, por lo que el pensamiento sobre las cosas humanas no es común y los más de los teorizantes son o convencionales o estériles. La clase recta de pensamiento es rara y difícil, pero no es impotente. No es el temor a la impotencia lo que nos puede apartar del pensamiento, si tenemos el deseo de traer al mundo una nueva esperanza.

Buscando una teoría política que haya de ser útil en un momento dado, lo que se necesita no es: la invención de una Utopía, sino el descubrimiento de la mejor dirección del movimiento. La dirección que es buena en un tiempo es superficialmente muy diferente de la que es buena en otro tiempo. El pensamiento útil es el que indica la dirección recta para el tiempo presente. Mas para juzgar lo es la dirección recta hay dos principios generales que son aplicables siempre:

 1. El progreso y vitalidad de los individuos y las colectividades han de ser promovidos en toda la extensión posible. 

 2. El progreso de un individuo o de una colectividad ha de ser lo menos possible a expensas de otro individuo u otra colectividad.

 El segundo de estos principios, aplicado por un individuo en sus relaciones con los demás, es el principio de reverencia, por el que la vida de otro tiene la misma importancia que sentimos que tiene nuestra propia vida. Aplicado impersonalmente en la política, es el principio de libertad, o más bien comprende, como una parte de él, el principio de libertad. La libertad en sí misma es un principio negativo; nos dice que nos interpongamos, pero no nos da una base para la reconstrucción. Demuestra que muchas instituciones políticas y sociales son malas y que deben ser barridas, pero no nos muestra las que deben ser puestas en su lugar. Por esta razón se requiere un principio más avanzado para que nuestra teoría política no sea puramente destructiva.

 La combinación de nuestros dos principios no es una materia fácil en la práctica. Muchas de las energías vitales del mundo van por canales opresivos. Los alemanes se han mostrado extraordinariamente llenos de energía vital, pero desgraciadamente, en una forma que parece incompatible con la vitalidad de sus vecinos. Europa, en general, tiene más energía vital que África, pero ha empleado su energía en agotar en África, por medio del industrialismo, la poca vida que los negros poseían. La vitalidad de la Europa sudoriental está siendo agotada por el suministro de trabajo barato para las empresas de los millonarios americanos. La vitalidad de los hombres ha sido en el pasado un obstáculo para el desarrollo de las mujeres, y es posible que en un futuro próximo las mujeres se conviertan en un obstáculo similar para los hombres. Por estas razones, el principio de reverencia, aunque no suficiente en sí mismo es de una importancia muy grande y es apto para indicar muchos de los cambios políticos que requiere el mundo.

En orden a que ambos principios puedan ser satisfechos, lo que se necesita es una unificación o integración, primero, de nuestras vidas individuales, después, de la vida de la colectividad y del mundo, sin sacrificio de la individualidad. La vida de un individuo, la vida de una colectividad, y aun la vida de la Humanidad, deben ser no una cantidad de fragmentos separados, sino un todo en cierto sentido. Cuando esto sucede el progreso del individuo es alentado y no es incompatible con el progreso de los otros individuos. Por este camino se llega a la armonía de los dos principios. 
 
Lo que integra una vida individual es un propósito creativo consistente o una dirección inconsciente. El instinto solitario no bastará para dar unidad a la vida de un hombre o de una mujer civilizados; debe haber algún objetivo dominante: una ambición, un deseo de una creación científica o artística, un principio religioso o afectos fuertes y duraderos. La unidad de vida es muy difícil para el hombre o la mujer que han sufrido descalabros de cierto género, esto es, por haber sido refrenado o abortado el impulso dominante. La mayor parte de las profesiones infligen, al fin, este género de derrota a un hombre. Si un hombre se hace periodista, probablemente tendrá que escribir para un periódico cuya política le disgusta; esto mata en él el orgullo de su trabajo y el sentido de la independencia. La mayor parte de los médicos encuentran verdaderamente penoso la obtención del éxito sin la charlatanería, por lo que queda destruida cualquier conciencia científica que pudieran haber tenido. Los políticos están obligados no solamente a tragarse el programa del partido, sino a pretender ser santos, en orden a estar a bien con las personas religiosas que los apoyan; difícilmente podrá entrar un hombre en el Parlamento sin hipocresía. En ninguna profesión hay respeto alguno para el orgullo nativo, sin el cual ningún hombre puede permanecer entero; en el mundo se le aplasta cruelmente, porque implica independencia, y los hombres, mas que ser libres ellos mismos, desean esclavizar a los otros. La libertad interna es infinitamente preciosa y una sociedad que la preserve es imnensamente deseable. 

No se aplasta necesariamente el principio de progreso en un hombre para evitar que haga alguna cosa definida, sino que se aplasta en él, frecuentemente, para persuadirle a que haga alguna otra. Las cosas que aplastan el progreso son las que producen un sentido de impotencia en las direcciones en que los impulsos vitales desean ser efectivos. Las cosas peores son aquellas a que la voluntad da su asentimiento. Con frecuencia, principalmente después del fracaso del propio conocimiento, la voluntad del hombre está a un nivel más bajo que su impulso; su impulso va hacia algún género de creación, mientras que su voluntad va hacia un estadio convencional donde tenga una renta suficiente y el respeto de sus conciudadanos. El ejemplo estereotipado es el artista que produce un trabajo pedestre por complacer al público. Pero algunos de los impulsos definidos del artista existen en muchos hombres que no son artistas. Por ser el impulso profundo y mudo, por estar frecuentemente contra él lo que se llama sentido común, porque un joven únicamente puede seguirle si pone sus propios sentimientos oscuros por encima y en contra de las sabias y prudentes máximas de los más viejos y de los amigos, ocurre en el 99 por 100 de los casos que un impulso creativo sobre el cual pudo haber nacido una vida libre y vigorosa es estorbado y torcido en su iniciación primera; el joven consiente en hacerse un instrumento, no un trabajador independiente; un simple medio para el cumplimiento de los demás, no el artífice de lo que su propia naturaleza siente que es bueno. En el momento en que ejecuta este acto de consentimiento algo muere dentro de él. Nunca volverá a ser de nuevo un hombre total, nunca volverá a tener de nuevo ileso el respeto a sí mismo, el orgullo erguido, que pudo haberle mantenido feliz en su alma, a despecho de todas las perturbaciones y dificultades exteriores, excepto naturalmente, si se convierte y hace un cambio fundamental en el camino de su vida.

(...)

 La integración de una vida individual requiere la incorporación de cualquier impulso creativo que el hombre pueda poseer, y que su educación haya sido encaminada a deducir y fortalecer ese impulso. La integración de una comunidad requiere que los diferentes impulsos creativos de los diferentes hombres y mujeres obren conjuntamente hacia una vida común, hacia un propósito común, no consciente de modo necesario, y que todos los miembros de la colectividad encuentren una ayuda para su realización individual. Las más de las actividades que brotan de los impulsos vitales consisten en dos partes: una creativa, que va más allá de la propia vida de uno y de los demás, con el mismo género de impulso o de circunstancias; y otra posesiva, que impide la vida de algún grupo con diferente género de impulso o circunstancias. 

(...)

La guerra ha puesto en claro que es imposible producir una integración segura de la vida de una colectividad particular mientras las relaciones entre los países civilizados estén gobernadas por la agresividad y la suspicacia. A causa de esto, cualquier movimiento realmente poderoso de reforma tendrá que ser internacional. Un movimiento simplemente nacional fracasará seguramente ante el temor y el peligro del exterior. Los que desean un mundo mejor, o aunque sólo sea un mejoramiento radical del propio país, tendrán que cooperar con quienes tienen deseos similares en otros países, y consagrar gran parte de su energía a sobreponerse a la hostilidad ciega que la guerra ha intensificado. No es en las integraciones parciales, como las que produce el patriotismo solitario, en lo que se ha de buscar la última esperanza. El problema está tanto en las cuestiones nacionales e internacionales como en la vida individual, en mantener lo que es creativo en los impulsos vitales, y al mismo tiempo hacer que vaya por otros canales la parte que al presente es destructivo. Los impulsos y deseos de los hombres se pueden dividir en creativos y posesivos. Algunas de nuestras actividades van dirigidas a crear lo que no existiría de otro modo; otras van dirigidas hacia la adquisición o la retención de lo que existe ya. El impulso creativo típico es el del artista; el impulso posesivo típico es el del propietario. La vida mejor es la que hace el papel mayor de los impulsos creativos y el menor de los posesivos. Las instituciones mejores serán las que produzcan la creatividad más grande posible y la posesividad menor, 

(... )

 El Estado y la Propiedad son las grandes incorporaciones de la posesividad; por esta razón es por lo que van contra la vida y hacen la guerra. La posesión significa tomar o conservar alguna cosa buena de cuyo disfrute se prive a otro; la creación significa poner en el mundo alguna cosa buena que de otro modo no pudiera disfrutar nadie. (...) El principio supremo en política y en la vida privada debe ser promover todo lo que sea creativo, y disminuir así los impulsos y deseos que se concentran alrededor de la posesión.

(...)

 La educación, el matrimonio y la religión son esencialmente creativos, si bien han sido viciados por la intromisión de motores posesivos. La educación está tratada usualmente como un medio de prolongar el statu quo destilando prejuicios, más bien que de crear un pensamiento libre y una noble apreciación de las cosas por el ejemplo de sentimientos generosos y el estímulo de la aventura mental. En el matrimonio, el amor que es creativo, está encadenado por los celos, que son posesivos. La religión, que establecería libremente la visión creativa del espíritu, se atiene, generalmente, más a la represión de la vida del instinto y a combatir las sublevaciones del pensamiento. Por todos estos lados, el miedo que crece sobre la posesión precaria ha reemplazado a la esperanza inspirada por la fuerza creativa. 

(...)

Pero aunque la diversión y la aventura deban tener su parte, es imposible crear una vida buena si son las que principalmente se desean. El subjetivismo, el hábito de dirigir el pensamiento y el deseo hacia nuestros propios estados mentales más bien que hacia algo objetivo, hace la vida inevitablemente fragmentaria y no progresiva. El hombre para quien la diversión es el fin de la vida tiende a desinteresarse gradualmente de las cosas fuera de las cuales está acostumbrado a obtener diversión, desde el momento en que no da valor a aquellas cosas por su propia aliento, sino a cuenta de los sentimientos que producen en él. Cuando ya no son divertidas el aburrimiento le arrastra a buscar estímulos nuevos, que decaen a su vez. La diversión consiste en una serie de momentos sin una continuidad esencial; un propósito que unifica la vida es de los que requieren una actividad prolongada, y es como construir un monumento y no un infantil castillo de arena.

El subjetivismo tiene otras formas además de la mera persecución de la diversión. Muchos hombres cuando están enamorados se interesan más en su propia emoción que en el objeto de su amor; este amor no lleva a ninguna unión esencial, sino que deja entera una separación fundamental. Tan pronto como la emoción se desarrolla con menos vida, la experiencia ha cumplido ya su propósito y no busca ya un motivo para prolongarla. En otro camino, el mismo mal del subjetivismo fue alentado por la religión y la moralidad protestantes por dirigir la atención hacia el pecado y el estado del alma más bien que al mundo exterior y a nuestras relaciones con él. ninguna de esas formas de subjetivismo puede evitar que la vida de un hombre sea fragmentaria y aislada. Solamente una vida que brota de los impulsos dominantes, dirigidos a fines objetivos, puede ser un todo satisfactorio o estar íntimamente unida a las vidas de los demás.

(...)

 El mundo civilizado tiene necesidad de cambios fundamentales si ha de ser salvado de la decadencia; cambios en su estructura económica y en su filosofía de la vida. Aquellos de nosotros que sienten la necesidad del cambio no deben caer todavía en una desesperación estúpida: si los seleccionamos podemos tener una profunda influencia en el futuro. Podemos descubrir y predicar la clase de cambio que se requiere, la clase de cambio que preserve lo que es positivo en las creencias vitales de nuestro tiempo y por la eliminación de lo que es negativo y no esencial produzca una síntesis a la que pueda rendir homenaje todo lo que no es puramente reaccionario. Tan pronto como se haya puesto en claro la clase de cambio que se requiere, será posible trabajar sobre sus condiciones con más detalle. Pero hasta que la guerra haya terminado no hay por qué estudiar los detalles, desde el momento que no sabemos qué clase de mundo va a dejar la guerra. Lo único que parece indudable es que se requerirá mucho pensamiento nuevo en el mundo nuevo producido por la guerra. Los criterios tradicionales prestarán poca ayuda. Es claro que las acciones más importantes de los hombres no van guiadas por la especie de motivos que se alientan en las filosofías políticas tradicionales. Los impulsos merced a los cuales la guerra se ha producido y se ha sostenido vienen de una región más profunda que la mayoría de argumentos políticos.

(...)

Las filosofías de vida, cuando son ampliamente creídas, tienen también una influencia muy grande en la vitalidad de una colectividad. La filosofía de vida más ampliamente aceptada al presente es que lo que importa más para la felicidad de un hombre es su renta. Esta filosofía, aparte de otros deméritos, es dañosa porque conduce a los hombres a aspirar a un resultado más bien que a una actividad, a un disfrute de bienes materiales en el que no se diferencian los hombres más bien que a un impulso creativo que incorpore la individualidad de cada hombre. Las filosofías más refinadas, tal como la alta educación las instila, inducen a fijar la atención en el pasado más bien que en el futuro, y sobre el proceder correcto más bien que sobre la acción efectiva. No es en filosofías tales donde los hombres pueden encontrar la energía para llevar alegremente el peso de la tradición y los conocimientos siempre acumulados.

 El mundo tiene necesidad de una filosofía o de una religión que promuevan la vida. Pero en orden a promover la vida es necesario dar valor a algo más que a la vida solamente. La vida consagrada solamente a la vida es animal, sin ningún real valor humano, incapaz de preservar a los hombres permanentemente del fastidio y del sentimiento de que todo es vanidad. Si la vida ha de ser plenamente humana debe servir a algún fin que parezca en cierto sentido fuera de la vida humana, algún fin que sea impersonal y esté sobre el género humano, tal como Dios, o la Verdad, o la Belleza. Los que mejor promueven la vida no tienen vida para su propósito. Aspiran más bien a lo que parece como una encarnación gradual, una introducción en nuestra existencia humana de algo eterno, algo que se aparece a la imaginación como viviendo en un ciclo remoto de las luchas y los fracasos y las devoradoras jaurías del Tiempo. El contacto con este mundo eterno, aunque sea solamente un mundo de nuestra imaginación, trae una fuerza y una paz fundamental que no pueden ser totalmente destruidas por los combates y aparentes derrotas de nuestra vida temporal. Esta feliz contemplación de lo eterno es lo que Spinoza llama el amor intelectual de Dios. Para aquellos que le han conocido una vez es la llave de la sabiduría. 

Lo que debernos hacer, prácticamente es diferente en cada uno de nosotros, según nuestras capacidades y nuestras oportunidades. Pero si tenemos la vida del espíritu dentro de nosotros, lo que debemos hacer y lo que debemos evitar se nos hará visible.

 Por el contacto con lo eterno, por la consagración de nuestra vida a traer algo de lo divino a este mundo perturbado, podemos hacer que nuestras propias vidas sean creativas aún hoy, incluso en medio de la crueldad y de la lucha y el odio que nos rodean por todas partes. Hacer creativa la vida individual es más duro en una comunidad basada en la posesión que lo sería en una colectividad como la que el esfuerzo humano podrá construir en el futuro. Los que han de empezar la regeneración del mundo deben hacer frente a la indiferencia, a la oposición, a la pobreza, a la murmuración. Deben poder vivir por la verdad y el amor con una racional esperanza inconquistable; deben ser honrados y sabios e ir guiados por un propósito consistente. Una corporación de hombres y mujeres inspirados así, conquistará primero las perplejidades y dificultades de sus vidas individuales; después, con el tiempo, quizá aun dentro de mucho tiempo solamente, al mundo exterior. Sabiduría y esperanza es lo que necesita el mundo; y aunque combate contra ellas, les concede su respeto al fin.
 ------------- Cuando los bárbaros saquearon Roma, San Agustín escribía La ciudad de Dios, poniendo una esperanza espiritual en lugar de la realidad material que habla sido destruida. A través de los siglos que siguieron, la esperanza de San Agustín vivió y daba vida, mientras Roma descendía a ser una aldea de chozas. También nos es necesario a nosotros crear una nueva esperanza, construir en nuestro pensamiento un mundo mejor que el que se está impeliendo a la ruina. Por ser los tiempos malos se requiere más de nosotros de lo que se requeriría en tiempos normales. Solamente un supremo fuego de pensamiento y de espíritu puede salvar a las generaciones futuras de la muerte que ha sobrevenido sobre las generaciones que conocemos y amamos. He tenido la buena fortuna de estar en contacto, como maestro, con jóvenes de muchas naciones diferentes, jóvenes en quienes estaba viva la esperanza, en los que existía la energía creativa que hubiera realizado en el mundo alguna parte al menos de la belleza imaginada por que vivían. Han ido a la guerra, unos de una parte, otros de otra. Algunos están todavía combatiendo, otros están mutilados para siempre, otros han muerto; de los que sobreviven, puede temerse que muchos hayan perdido la vida del espíritu, habrá muerto la esperanza, se habrá gastado la energía, y los años por venir serán para ellos solamente una jornada fatigante hacia la tumba. De esta tragedia, ni unos pocos de los que enseño parecen tener el sentimiento: con lógica crueldad prueban que aquellos jóvenes han sido sacrificados inevitablemente por algún fin fríamente abstracto; imperturbables, se deslizan apresuradamente en el placer tras un momentáneo asalto del sentimiento. En hombres así la vida del espíritu está muerta. Si estuviera viva subirían a unirse en espíritu con aquellos jóvenes con un amor tan penetrante como el amor del padre o de la madre. Si no hicieran aprecio de sus propios destinos, la tragedia de aquéllos hubiera sido su propia tragedia. Alguna vez gritarían: «No, esto no está bien hecho esto no es bueno; no es una causa sagrada ésta, en la que la flor de la juventud está siendo destruida y enturbiada. Nosotros los viejos somos los que hemos pecado; hemos enviado a los jóvenes a los campos de batalla por nuestras malas pasiones, nuestra muerte espiritual, nuestro fracaso de vivir generosamente sobre el ardor del espíritu y sobre la visión viva del espíritu. Dejadnos salir de nuestra muerte, porque nosotros somos los que hemos muerto, no los jóvenes que cayeron a causa de nuestro miedo a la vida. Sus espectros tienen más vida que nosotros: ellos nos exponen para siempre a la afrenta y a la vergüenza de las edades por venir. Sobre sus sombras debe llegar la vida, y somos nosotros los que debemos vivificarla.»
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