domingo, 21 de agosto de 2011

Los mitos y verdades acerca de las pseudociencias

El surgimiento de fenómenos y disciplinas cuyo rigor científico resulta de índole cuestionable es analizado por el ensayista Daniel Stchigel en su obra “Pseudociencia”, que plantea desde una perspectiva filosófica la revisión de conceptos asociados tradicionalmente al campo científico.
“Los científicos y los filósofos tienden a tratar la superstición, la pseudociencia y hasta la anticiencia como basura inofensiva o, incluso, como algo adecuado al consumo de las masas; están demasiado ocupados con sus propias investigaciones como para molestarse por tales sinsentidos”, escribió el filósofo Mario Bunge en su libro “Las pseudociencias ¡vaya timo!”, publicado el año pasado.
Stichgel retoma algunas ideas planteadas por el autor de obras como “Tratado de filosofía” y “Las ciencias sociales en discusión” para trazar una relectura sobre los alcances de los falsos saberes que, revestidos de autoridad pseudocientífica, prosperan en la sociedad a pesar de que los nuevos soportes tecnológicos habilitan cada vez mayores canales de acceso a la información.
El autor esboza la dificultad para demarcar los límites entre la ciencia y la pseudociencia dado que los conceptos, discursos y objetos de conocimiento de ambos campos no siempre son claramente identificables, aunque aclara que el fin de su obra no es tomar parte a favor o en contra sino elaborar un criterio que permita reconocerlas y distinguirlas.
“La pseudociencia es la sombra de la ciencia. Ambas son inseparables, y muchos cruzan de un lado a otro de la frontera. La pseudociencia va recogiendo lo que la ciencia arroja como desecho, no sólo las teorías marginales o ya abandonadas, sino también aquello que no puede ser estudiado por la ciencia, es decir, el sujeto y su deseo”, apunta Stchigel.

“La ciencia desencanta, desertifica, ilumina hasta la sequedad, haciendo huir a los dioses del mundo. La pseudociencia es seductora porque devuelve los dioses al mundo, lo hace familiar para el hombre.”, detalla.
Stchigel es licenciado y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA), y se desempeña como profesor en la Universidad Argentina John F. Kennedy, además de autor de obras como “El objeto ausente” y “El código científico”.
“Pseudociencia”, editado por El Aleph.com, avanza en el origen y las motivaciones de estas disciplinas, así como en la relación que actualmente mantienen con la ciencia y la filosofía, muy distinta de la proximidad que mantuvieron durante la época medieval.
El autor plantea que las fronteras entre ciencia y pseudociencia están expresadas por el llamado “límite clásico”, que impide que cualidades “cuánticas” o “cosmológicas” sean operativas en el mundo cotidiano, a pesar de que la propia ciencia, a veces también convertida en futurología, postule aspiraciones que en la actualidad parecen visibles solamente bajo la figura del milagro.
El autor alude al “principio de incertidumbre” enunciado en 1927 por el matemático Werner Heisenberg, quien por entonces estableció el límite más allá del cual los conceptos de la física clásica no pueden ser utilizados.
“Ese límite nos dice que hay una serie de imposibles, que son imposibles para nuestro mundo cotidiano: no levitarás, no moverás objetos a distancia, no leerás el pensamiento de los demás, no cambiarás tu propio pasado…. incluso contiene una especie de metamandamiento: no alterarás las leyes de la naturaleza”, especifica Stchigel “La pseudociencia se basa en testimonios, la ciencia lo hace en hechos, es decir, en acontecimientos que pueden nombrarse, y pueden nombrarse porque se repiten. La ciencia se ocupa de la necesidad, de lo que retorna siempre al mismo lugar. La pseudociencia apela de un modo romántico a la libertad”, indica el autor de “Elogio de la seriedad”.
Si la ciencia es realidad, la pseudociencia es placer, si la ciencia es una división de territorios del saber, la pseudociencia es el no-lugar, la utopía. La ciencia es saber del futuro, como predicción, mientras que la pseudociencia es ucronía, sabiduría milenaria”, apunta.
La obra trabaja sobre la idea de si bien que la ciencia juega a superar sus propios límites al proponer que todo eso que parece imposible -incluyendo la inmortalidad y la extinción de todas las enfermedades- puede alcanzarse por la vía del saber científico-tecnológico, no viola el “límite clásico” porque sus proposiciones apuntan a un futuro más o menos lejano.

“La futurología es el modo en que la ciencia intenta reabsorber aquello que como goce ha sido excluido de su campo, es lo que Alfred Jarry llamaba ‘patafísica’, una ciencia de las soluciones imaginarias”, resalta el autor.
A partir de esta instancia, la ciencia promete para las generaciones venideras la posibilidad de una vida sin muerte ni enfermedad, la satisfacción virtual de todos los deseos gracias al uso de la tecnología digital: así irrumpe la idea de un gnosticismo que cree en el conocimiento como vía de salvación, aunque la futurología le dé a este viejo anhelo una forma inesperada.

“Esta idea de un conocimiento liberador ya la conocemos. Se llama del gnosticismo. El gnosticismo se niega a aceptar que la verdad solo puede ser, como enseñaba (Jacques) Lacan, medio-dicha, que el todo saber es imposible. Y así como en la antigüedad hubo un gnosticismo cristiano y uno pagano, hoy en día existe un gnosticismo mágico, visionario, que encontramos sintetizado en la obra de Michael Talbot, y un gnosticismo cientificista, que queda condensado en algunas obras del científico relativista Michio Kaku.”, concluye Stchigel.
Fuente

FILOSOFÍA. SEUDOCIENCIAS.MARIO BUNGE

¿Qué son las pseudociencias?
Mario Bunge

Una seudociencia es un montón de macanas que se vende como ciencia. Ejemplos: alquimia, astrología, caracterología, comunismo científico, creacionismo científico, grafología, ovnilogía, parapsicología y psicoanálisis. Una seudociencia se reconoce por poseer al menos un par de las características siguientes:
-Invoca entes inmateriales o sobrenaturales inaccesibles al examen empírico, tales como fuerza vital, alma, superego, creación divina, destino, memoria colectiva y necesidad histórica.
-Es crédula: no somete sus especulaciones a prueba alguna. Por ejemplo, no hay laboratorios homeopáticos ni psicoanalíticos. Corrección: en la Universidad Duke existió en un tiempo el laboratorio parapsicológico de J. B. Rhine; y en la de París existió el laboratorio homeopático del doctor Benveniste. Pero ambos fueron clausurados cuando se descubrió que habían cometido fraudes.
-Es dogmática: no cambia sus principios cuando fallan ni como resultado de nuevos hallazgos. No busca novedades, sino que queda atada a un cuerpo de creencias. Cuando cambia lo hace solo en detalles y como resultado de disensiones dentro de la grey.
-Rechaza la crítica, matayuyos normal en la actividad científica, alegando que está motivada por dogmatismo o por resistencia psicológica. Recurre pues al argumento ad hominem en lugar del argumento honesto.
-No encuentra ni utiliza leyes generales. Los científicos, en cambio, buscan o usan leyes generales.
-Sus principios son incompatibles con algunos de los principios más seguros de la ciencia. Por ejemplo, la telequinesis contradice el principio de conservación de la energía. Y el concepto de memoria colectiva contradice la perogrullada de que solo un cerebro individual puede recordar.
-No interactúa con ninguna ciencia propiamente dicha. En particular, ni psicoanalistas ni parapsicólogos tienen tratos con la psicología experimental o con la neurociencia. A primera vista, la astrología es la excepción, ya que emplea datos astronómicos para confeccionar horóscopos. Pero toma sin dar nada a cambio. Las ciencias propiamente dichas forman un sistema de componentes interdependientes.
-Es fácil: no requiere un largo aprendizaje. El motivo es que no se funda sobre un cuerpo de conocimientos auténticos. Por ejemplo, quien pretenda investigar los mecanismos neurales del olvido o del placer tendrá que empezar por estudiar neurobiología y psicología, dedicando varios años a trabajos de laboratorio. En cambio, cualquiera puede recitar el dogma de que el olvido es efecto de la represión, o de que la búsqueda del placer obedece al «principio del placer». Buscar conocimiento nuevo no es lo mismo que repetir o siquiera inventar fórmulas huecas.
-Sólo le interesa lo que pueda tener uso práctico: no busca la verdad desinteresada. Ni admite ignorar algo: tiene explicaciones para todo. Pero sus procedimientos y recetas son ineficaces por no fundarse sobre conocimientos auténticos. Al igual que la magia, tiene aspiraciones técnicas infundadas.
-Se mantiene al margen de la comunidad científica. Es decir, sus cultores no publican en revistas científicas ni participan de seminarios ni de congresos abiertos a la comunidad científica. Los científicos, en cambio, someten sus ideas a la crítica de sus pares: someten sus artículos a publicaciones científicas y presentan sus resultados en seminarios, conferencias y congresos.

Las seudociencias son como las pesadillas: se desvanecen cuando se las examina a la luz de la ciencia. Pero mientras tanto infectan la cultura y algunas de ellas son de gran provecho pecuniario para sus cultores. Por ejemplo, un psicoanalista latinoamericano puede ganar en un día lo que su compatriota científico gana en un mes. Lo que refuta el refrán «no es oro todo lo que reluce».

Artículo publicado originalmente en el diario La Nación, de Argentina.

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