domingo, 12 de junio de 2011

The Big Bang Theory

En 1949 y durante una intervención en la BBC, el astrofísico inglés Fred Hoyle, aquí a la izquierda, bautizó sin querer la teoría del Big Bang o Gran Explosión como supuesto origen del universo. Paradójicamente, el propio Hoyle no era partidario de esa hipótesis (de hecho, la llamó así por primera vez para burlarse de ella), sino de la teoría del estado estacionario, desarrollada por él mismo en compañía de Hermann Bondi y Thomas Gold, y según la cual la disminución de la densidad en el universo a medida que se expande se compensa con una creación continua de materia. Durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX esta idea tuvo bastantes adeptos entre los interesados en las abstrusas materias cosmológicas, pero a finales de los años sesenta surgieron nuevas informaciones (por ejemplo, se observaron quásares sólo a grandes distancias y no en las más cercanas galaxias donde, según su modelo, deberían estar también; y no sólo eso, sino que se descubrió la llamada radiación de fondo de microondas, incompatible con el modelo) que arrinconaron las ideas de Hoyle y sus colegas.


Poco a poco, la teoría del Big Bangfue ocupando espacio en la mente de los expertos y en sus cuadernos de observaciones (trabajos de Friedman, Lemaître, Hubble y otros) y de ahí pasó a las revistas científicas y, de ellas, almainstream del pensamiento general de la sociedad, hasta el punto de que hoy casi todo el mundo da por sentado no sólo que es la correcta, sino la definitiva y la inmensa mayoría de experimentos y trabajos que se elaboran hoy sobre cosmología se centran en ampliar o reforzar aspectos concretos sobre la misma. Según ella, el origen del universo hay que buscarlo en una singularidad espaciotemporal creada en un momento concreto a partir del cual comenzó su expansión, si bien los expertos reconocen que en realidad no se puede decir que hubiera una explosión propiamente dicha ni que fuera muy grande. Simplemente, en un momento equis, esa "singularidad" infinitamente pequeña comenzó a expandirse en una mínima fracción de segundo a través del espacio y, con la materia, nacieron las leyes físicas para regirla. Nadie sabe muy bien por qué... Pero la idea es que dependiendo de la cantidad real de materia que hubiera en un primer momento en el universo, éste se expandirá indefinidamente o, en cierto momento, llegará al límite de su elasticidad y, como un chicle, se contraerá de nuevo hasta que todo termine como empezó, con un Big Crunch o Gran Colapso. Si yo hubiera sido el dios creador de este universo concreto también le hubiera puesto ese nombre a mi hamburguesa cósmica favorita...
Las observaciones realizadas en los últimos años con los más modernos telescopios y tecnología en general no sólo avalaban esta teoría (básicamente, confirmando la expansión a través de la Ley de Hubble, apreciable en el corrimiento hacia el rojo de las galaxias, la abundancia de elementos ligeros y la existencia del fondo cósmico de microondas) sino que se atrevían a fechar el momento exacto del Big Bang hace 13.700 millones de años (parece que alguien encontró un diario de aquella época con el titular de portada: "Hoy comienza el universo" y en el sumario del periódico: "Lea nuestra entrevista con el señor dios: 'Estoy muy satisfecho de cómo me ha quedado todo..., ahora mis colegas tendrán que aceptar que no soy un chapucero'"). Sin embargo, planteaban varias dudas. Por ejemplo, el hecho de que más o menos el 70 por ciento de nuestro universo esté formado por un misteriosísimo tipo de substancia conocida como energía oscura que nadie tiene ni idea de qué es lo que es, aunque se sabe que afecta a la expansión del espacio-tiempo (mmmh..., parece que los partidarios de Darth Vader siguen siendo mayoría entre los que manejan la Fuerza...).


Bien, pues esta misma semana el aparatoso andamiaje de esta hipótesisha sufrido un profundo estremecimiento que ha llevado a más de un experto a agarrarse donde ha podido para no caerse desde las alturas, después de que uno de los físicos contemporáneos más importantes del mundo, Roger Penrose de la Universidad de Oxford (tiene un aire a Artur Mas, el pobre), anunciara al mundo que ha encontrado "atisbos" de la existencia de un universo previo al Big Bang. Penrose ha revelado esta demoledora conclusión tras estudiar junto a su colega armenio Vahe Gurzadyan ciertos datos aportados por el satélite WMAP según los cuales, ni el espacio ni el tiempo comenzaron a existir con la famosa explosión-que-no-es-una-explosión sino que nuestro actual universo no es otra cosa que uno de los muchos que ha habido hasta ahora en un ciclo aún no se sabe si eterno pero desde luego mucho más extenso de lo que podemos imaginar con nuestra pobre mente humana. Penrose denomina eones a cada uno de los universos orebotes de universos que se han desarrollado a través de ese ciclo que parece no tener fin y que se repetiría de Big Bang en Big Bang eternamente..., o casi.

Irónicamente, Penrose asegura que las pruebas que demuestran lo que dice se encuentran precisamente en las características del antes citado fondo cósmico de microondas que, se suponía, demostraba justamente la teoría tal cual estaba antes. En ese fondo (de armario cósmico), afirma haber encontrado una serie de círculos concéntricos con diferencias notables en la temperatura de la radiación que apoyan sus revelaciones, puesto que los interpreta como las huellas dejadas en nuestro actual universo por las ondas gravitatorias que se generaron cuando los agujeros negros del universo anterior colisionaron en él.
Todo esto es muy interesante, porque obliga a cambiar muchas más cosas de lo que parece. Por ejemplo, en el aspecto religioso, que tantos quebraderos de cabeza sigue dando en el mundo actual. Y es que, aunque elBig Bang es una hipótesis científica, ha sido manipulada por diversas creencias para ajustarla a su interpretación del mundo. Por ejemplo, por los creacionistas que defienden a capa y espada la existencia de un diosecillo envejecido de barba blanca y túnica simple que un día se levantó y se le ocurrió crearlo todo en siete días. O por la propia Iglesia Católica que acabó por aceptar esta teoría cosmológica considerándola compatible con la doctrina de Tomás de Aquino porque también cuadraba con su imagen de la divinidad (y eso, a pesar de que no coincide en absoluto con el que se supone es el libro más importante del mundo, la Biblia, que comienza, recuerdo, con las palabras: "En el principio era el Caos..." ¡Por definición, el caos implica un orden anterior, pero todos los filósofos romanos han mirado siempre para otro lado a la hora de enfrentar este dato!). Otras religiones, como el Judaísmo, el Islam, el Deísmo y hasta el Budismo también encuentran textos para referirse a todo esto y aceptarlo.

Sin embargo, a mí este descubrimiento de Penrose me recuerda a la Respiración de Brahma: ese concepto hinduísta según el cual la vida es producto del constante inspirar y expirar del gran dios creador supremo de su tradición. Cuando Brahma expira, su aliento (equivalente a una oleada de vida) se extiende por el cosmos y durante ese tiempo nacen las galaxias, los soles, los planetas y toda la vida dentro de ellos. Cuando Brahma inspira, recupera su aliento y por tanto reabsorbe en sí mismo todo aquello que de él nació en su momento (y la vida desaparece). Durante un largo instante cósmico, ni expira ni inspira, y entonces nada sucede en la existencia. Entonces vuelve a espirar, y vuelve a crearse otro universo, otro eón como diría Penrose...
Lo más grande de todo es que puede que este físico de Oxford haya dado sin querer con la prueba definitiva de nuestra inmortalidad pues la misma ciencia reconoce y postula lo mismo que en su día se revelaba en las verdaderas Escuelas de Misterios: que "nada se crea ni se destruye, sólo se transforma" y, si esto es así, universo tras universo, quién sabe desde cuándo estamos dando tumbos entre las estrellas.
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sábado, 11 de junio de 2011

El Gran Diseño. Stephen Hawking y Leonard Mlodinow

El Gran Diseño, Stephen Hawking y Leonard Mlodinow – 1ra ed. (2010)

El “Gran Diseño” es el nuevo libro que presenta Stephen Hawking, donde afirma que la física moderna excluye la posibilidad de que Dios haya creado el universo. El Big Bang, la gran explosión en el origen del universo, fue consecuencia inevitable de las leyes de la física, argumenta Stephen Hawking.
Según la concepción tradicional del universo, los objetos se mueven a lo largo de caminos bien definidos y tienen historias bien definidas.
Hasta la llegada de la física moderna se acostumbraba a pensar que todo el conocimiento sobre el mundo podría ser obtenido mediante observación directa, y que las cosas son lo que parecen, tal como las percibimos a través de los sentidos.
Pero los éxitos espectaculares de la física moderna, que está basada en conceptos, como por ejemplo los de feynman, que chocan con la experiencia cotidiana, han demostrado que no es así.
Cada uno de nosotros existe durante un tiempo muy breve, y en dicho intervalo tan sólo explora una parte diminuta del conjunto del universo. Pero los humanos somos una especie marcada por la curiosidad. ¿Cómo podemos comprender el mundo en que nos hallamos? ¿Cómo se comporta el universo? ¿Cuál es la naturaleza de la realidad? ¿De dónde viene todo lo que nos rodea? ¿Necesitó el universo un Creador?

Capítulos:
1-El misterio del ser
2- Las reglas de la ley
3-¿Qué es la realidad?
4- Historias alternativas
5- La teoría de todo
6- Escogiendo nuestro universo
7- El milagro aparente
8- El gran diseño
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Hawking y la muerte de la filosofía
Imagen del profesor, en ingravidez, en un avión ad hoc, de NASA

"Viviendo en este vasto mundo [?] nos hemos hecho siempre una multitud de preguntas. ¿Cómo podemos comprender el mundo en el que nos hallamos? ¿Cómo se comporta el universo? ¿Cuál es la naturaleza de la realidad? ¿De dónde viene todo lo que nos rodea? ¿Necesitó el universo un Creador?
Tradicionalmente, ésas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto.

"La filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física". 
Estas son palabras de Stephen Hawking en su último libro, "El gran diseño" , escrito junto con el científico Leonard Mlodinov.
Desde ya que la filosofía misma, y en particular sus corrientes anglosajonas que la equiparan con la lógica, alimenta incesantemente su propia muerte. Pero al menos pertenecen a ella, y la cosa es muy diferente a admitir que un científico la declare obsoleta y se convierta en su sepulturero. Decía un amigo francés: "Me encanta perder el tiempo, pero no que me lo hagan perder". Lo mismo podría decir la filosofía: me encanta -y es mi función- cada tanto morir (y por cierto renacer), pero no admito que me declaren ilegítimamente muerta.
Umberto Eco se preguntó cómo un genio como Hawking era capaz de afirmar algo tan tonto como la muerte de la filosofía, cosa que parece contestar dirigiendo su mirada al coautor del texto, que es científico pero también guionista de Star-Trek . Sin embargo, para ir más a fondo en la cuestión, el hecho de que la ciencia en tanto ciencia declare la muerte de la filosofía resulta similar a un pez que, mientras explora sectores dentro de su recipiente de vidrio, pretende dar cuenta de cómo está hecha la pecera.
El pez no tiene forma de salir de la pecera, al menos sin dejar de ser un pez, de la misma manera que la ciencia no puede hacerse ciertas preguntas. Hacérselas es ya salir de su territorio. Es un viejo sueño el pretender ignorar los supuestos que son constitutivos del propio saber. Pero no hay ciencia sin supuestos, y tampoco sin un recorte de un territorio de la realidad, cosa que la inhibe de dar cuenta de la totalidad de lo que hay.

Ahora bien, en los que se apresuran a anunciar la muerte de algo hay, muchas veces también, algo de deseo. En este caso, el deseo lleva a un parricidio, o más bien, a un matricidio, si se considera a la filosofía como la madre de las ciencias.
Esto parece fruto de una vieja rivalidad o una tardía revancha contra la poco comprendida frase de Heidegger: "La ciencia no piensa", que no indicaba un menosprecio, sino un límite.
Así, este autor decía que "la Física en cuanto Física no puede hacer afirmaciones sobre la Física. Todas las afirmaciones de la Física hablan físicamente".
Pretender, con el lenguaje de la ciencia, trascender su campo específico, es pretender huir de la prisión de su lenguaje. En definitiva, pretender desembarazarse de la filosofía es un gesto tan antiguo como el de matar al tábano de Atenas. Cuando las preguntas se desbocan, cuando la realidad que queremos conocer se aleja como un espejismo, cuando se vislumbra que no hay manera de disminuir la incertidumbre, siempre hay alguien presto a alcanzar a la filosofía una fresca copa de cicuta.
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La creación espontánea es la razón por la que existe algo
El astrofísico Stephen Hawking en este nuevo libro (el "Gran Diseño") declara que la creación del universo no necesitó la voluntad de un Dios, sino tan solo de las leyes de la gravedad y de la mecánica cuántica.
"La creación espontánea es la razón por la que existe algo"-dice.
Esta posición -que no es nueva- no se queda aquí, pues Hawking la complementa argumentando que el reciente descubrimiento de cientos de planetas (492 hasta la fecha) y de sistemas planetarios permite que por meras cuestiones de probabilidad se hayan creado las condiciones optimas para la vida. Es decir habiendo miles o millones de planetas, no es extraño que por lo menos uno (el nuestro) tenga las condiciones adecuadas al surgimiento de la vida.
En sus anteriores libros Hawking admitía que el orígen de la vida no podía explicarse en base a las leyes de la física y abría la posibilidad de una intervención divina.
Es curioso que la nueva posición de Hawking viene en un momento de resurgimiento del ateismo en el reino unido. Con Christopher Hitchens gravemente enfermo, no será un mero aprovechamiento de una situación mediática favorable a la venta del libro?

Más allá de la discusión sobre la existencia o necesidad de un Dios creador- La ciencia humana podría pensarse como de esencia divina en el sentido que toca lo eterno y lo inamovible- no creo que el nuevo argumento probabilistico de Hawking sea convincente: Ni la existencia de millones de planetas explica o determina en lo más mínimo el nivel de complejidad necesario a la creación de la vida. Y no es que niegue el orígen probabilistico o contingente de la vida, sino que la contribución planetaria aunque esencial, no es más que pequeña.
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La filosofía cayó en manos de la gente de “Star Trek”

Por Umberto Eco, ESCRITOR Y FILOSOFO ITALIANO

El 6 de abril el diario italiano La Repubblica publicó un artículo acerca del reciente libro de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow The Grand Design . Un pasaje del libro afirma que “la filosofía está muerta”. Y continúa: “La filosofía no se ha mantenido a la par con los avances modernos en la ciencia, y en particular la física. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda de conocimiento”.

La muerte de la filosofía ha sido anunciada muchas veces antes, y eso no fue causa de alarma . No obstante, viniendo de un genio como Hawking, parecía ser una afirmación muy tonta . Para asegurarme de que La Repubblica no lo había citado equivocadamente, salí y compré el libro, y al leerlo confirmé mis sospechas.

En los créditos del libro se indica que fue escrito por dos autores.
Pero en el caso de Hawkins el “por” es un término dolorosamente metafórico, porque sus miembros no responden a las órdenes de su cerebro excepcional . Por tanto, el libro es básicamente una obra del segundo autor, Mlodinow, a quien la portada describe como un excelente autor que escribe versiones populares de temas científicos y creador de varios de los episodios de “Viaje a las estrellas” .

(Hay una sugerencia de “Star Trek” en las hermosas ilustraciones del libro, que parecen haber sido concebidas para enciclopedias infantiles de épocas pasadas: son plenas de colores y fascinantes, pero no explican en absoluto las complejas teorías físico-matemáticas-cosmológicas que deberían ilustrar).

Quizá no fue prudente confiar el destino de la filosofía a personajes de una serie de ciencia ficción.

The Grand Design se inicia con la declaración perentoria de que la filosofía nada tiene ya que enseñarnos y que sólo la física puede explicar: (1) cómo comprender el mundo que nos rodea; (2) la naturaleza de la realidad; (3) si el Universo necesita tener un creador; (4) por qué hay algo en lugar de nada; (5) por qué existimos; y (6) por qué existe este juego específico de leyes.

Estas son preguntas típicas en la filosofía , pero el libro muestra cómo la física puede responder los últimos cuatro interrogantes que parecen ser los más filosóficos de todos.

El único obstáculo es que, antes de que uno pueda intentar contestar las últimas cuatro preguntas, es necesario tener la respuesta para las dos primeras. En otras palabras, ¿qué significa decir que algo es real y que conocemos el mundo exactamente como es? Quizá usted recuerde preguntas como éstas de la escuela secundaria o de un curso universitario de filosofía: ¿Sabemos por qué la mente se adapta a la cosa? ¿Hay algo fuera de nosotros o, como dice Hilary Putnam, de la cátedra de Filosofía de Harvard, somos cerebros en un recipiente? Y bien, las respuestas fundamentales que ofrece este libro son típicamente filosóficas, y si esas respuestas filosóficas no existieran, incluso un físico no sabría decir qué es lo que sabe o por qué.

De hecho, Hawkins y Mlodinow hablan de realismo modelo-dependiente; en otras palabras, asumen que no hay un concepto de realidad independiente de descripciones o teorías.

De forma que teorías diferentes pueden describir el mismo fenómeno de manera satisfactoria mediante estructuras conceptuales diversas; en consecuencia, todo lo que podemos percibir, saber y decir acerca de la realidad depende de la interacción entre nuestros modelos y el “algo” que existe fuera de nosotros, que conocemos gracias a los órganos de percepción y al cerebro.

Lectores más suspicaces quizá hayan detectado el fantasma de Immanuel Kant en el argumento del libro . Los autores proponen lo que es conocido por algunos filósofos como holismo y por otros, como realismo interno.

Todo esto no es un asunto de descubrimientos físicos sino de supuestos filosóficos , que sostienen y legitiman la investigación de los físicos. Y si los físicos son buenos en su trabajo, no pueden evitar plantear el problema de los cimientos filosóficos de sus propios métodos . Esto es algo que ya sabíamos, tal como estábamos familiarizados con la revelación del libro (evidentemente obra de Mlodinow y la tripulación de la nave Enterprise) acerca de que en la Antigüedad la gente atribuía los desastres naturales a un Olimpo de divinidades maliciosas. Cielo santo y por Júpiter.

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sábado, 4 de junio de 2011

La filosofía parda

De política y cosas peores
Por: ARMANDO CAMORRA
A esa muchacha le dicen “La Ciento Once” porque empieza con uno, sigue con uno y acaba con uno…

Ahora tome cualquiera de mis cuatro lectores los dos últimos números del año en que nació. A esa cifra súmele la edad que este año cumple. Le diré el resultado: 111. ¿Verdad que no me equivoqué?... Hay una útil rama de la filosofía, que es la filosofía parda. Esa filosofía tiene la cualidad de no ser demasiado filosófica.
Se identifica más bien con el sentido común, y tiende a ver las cosas como son. En cambio en la filosofía tradicional las cosas son como las ve el filósofo, si es que las ve. Quien practica –como yo- la filosofía parda sabe que todas las cosas buenas tienen una miaja de malo, y que en todas las cosas malas hay siquiera sea un asomo de bueno. Pondré un ejemplo de lo bueno que en lo malo hay.
Desde que la inseguridad se enseñoreó de nuestra vida diaria, ya ningún conductor le mienta a otro la madre con cinco bocinazos de su claxon si lo rebasa o hace un viraje brusco al manejar. El miedo nos ha hecho adquirir virtudes de prudencia y cortesía.
Ejemplificaré también la afirmación de que en todo lo bueno hay algo malo, aunque sea un poco. Una de las más grandes invenciones habidas en el pasado siglo fue la minifalda. ¡Loor eterno sea tributado a quien la ideó, haya sido hombre ansioso de ver o mujer anhelosa de ser vista! Golosina para la golosa mirada varonil –que no es grosero acoso, según dicen algunas belicosas feministas, sino rendido homenaje a ese misterio que se llama “el eterno femenino”-, la minifalda nos abrió a los hombres la puerta a la contemplación de ese doble camino de Santiago, las piernas de la mujer, que lleva al peregrino de regreso al origen de la vida.
Y sin embargo esa invención magnífica, la minifalda, hizo que se volviera popular la pantimedia, artilugio ortodoxo y antiestético contra el cual se estrella, como contra inmisericorde muro, la enfebrecida búsqueda de la felicidad. Aquí dejo escapar un hondo suspiro de nostalgia por aquellas sensuales medias que ceñían como guirnaldas los hospitalarios muslos femeninos, y aquellos eróticos ligueros capaces de levantar los rijos del mismísimo Tomás de Kempis.
Con la desaparición de esas hermosas prendas el mundo perdió un pétalo de su belleza. Y tal pérdida se debió la pantimedia, de la cual en buena parte la minifalda fue culpable. En fin, vaya una cosa mala por tantas cosas buenas que la minifalda trajo para aumentar el garbo y libertad de la mujer.
Libertad, dije. Y pregunto: ¿será cierto que en Sinaloa ha surgido una intentona del conservadurismo para prohibir el uso de la minifalda? No concibo que algo como eso pueda suceder en nuestros tiempos, y menos aún en aquel bello estado que tiene por capital a Culiacán. Hay quienes, con criterio torpe, dicen que ciertas formas de vestir de la mujer son tan provocativas que motivan actos como la violación.
Esa estúpida idea tiene su origen en la machista concepción según la cual las mujeres son culpables de las agresiones de que las hacen víctimas los hombres. Si alguien en Sinaloa sostiene tal criterio, si aboga por prohibir la minifalda, yo lo fustigaré con una sonora trompetilla.
Y le aseguro que esa pedorreta se oirá hasta en los últimos confines de la Patria, pues quien tal haga atentará no sólo contra la libertad, que es bien valioso, sino también contra el gozo y la alegría de vivir.
Y eso sí es pecado imperdonable para el cual no hay posible absolución… Envío. Este artículo está dedicado a los añosos caballeros que forman en mi ciudad la mesa de café llamada de “Los Minifaldos”. Se llama así esa mesa porque todos sus integrantes están a 5 centímetros del hoyo.
También dedico este imperfecto texto a aquel señor, igualmente ya muy entrado en años, que en la banca de un parque veía con un amigo de su misma edad pasar a las hermosas chicas que vestían brevísimas falditas.
“¡Mire nomás, compadre! –gimió con desolado acento el carcamal-. Las muchachas en la época de la minifalda ¡y nosotros en la época de la minipicha!”…
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